Casi protocolar. Así fue definida por una calificada fuente eclesiástica la reunión que mantuvieron este jueves Francisco y Alberto Fernández. Fue una elegante manera de decir que al pontífice no le quedaba más remedio que recibir al mandatario argentino –el Papa nunca le niega una audiencia a un presidente-, pese a que El Vaticano había tratado delicadamente en las últimas semanas que no pidiera la cita.
En la Santa Sede no consideraban oportuna la audiencia no solo porque aún esta en carne viva la herida que provocó en la relación que el Presidente haya impulsado la legalización del aborto -sobre todo en medio de la pandemia- y manipulando supuestas opiniones del Papa. Sino porque la Argentina transita un año electoral y los pontífices procuran tomar distancia de las pujas partidarias.
Tampoco validaban el argumento del Gobierno que la visita del Presidente se inscribía en una gira por varios países de Europa para obtener apoyo en la renegociación de la deuda con el FMI. “Desde que Fernández le pidió ayuda, a poco de asumir, Francisco se la viene dando dentro de sus posibilidades y recientemente recibió al ministro de Economía”, señaló una fuente a Clarín.
En definitiva, en Roma no se llaman a engaño. Lo que Alberto Fernández buscaba era “colgarse de la sotana” del Papa en momentos de debilidad dentro de la coalición oficialista, jaqueado por su vicepresidenta, Cristina Kirchner, sus allegados y La Cámpora, que le acotan su poder. Y, en particular, lo condicionan severamente en la toma de decisiones económicas.
Los 25 minutos que duró la reunión –bastante menos que los 44 que se prolongó el primer encuentro hace un año– fueron la primera señal de que tendrán mucho de formal. El acostumbrado comunicado difundido luego por El Vaticano no desentonó. Fue absolutamente de circunstancia. “Si en vez de poner Argentina se ponía Lituania el comunicado no cambiaba”, dijo la fuente.
Tampoco le ayudaron al Gobierno las fotos del encuentro -con expresiones sobrias del Pontífice- que, desde la primera reunión de Mauricio Macri como presidente con el Papa -y el gesto adusto de Francisco- cobraron una inusitada trascendencia. Para colmo, desde el inicio de la pandemia El Vaticano no permite el ingreso de periodistas y fotógrafos por precaución sanitaria.
Hubo también algunas desinteligencias en el propio Gobierno que no ayudaron. Los expertos en cuestiones vaticanas dicen que fue un error no haber procurado que la entrevista fuese en la residencia de Santa Marta, que posibilita que sea menos protocolar y más prolongada. Recuerdan que Cristina como presidenta siempre se encontraba con Francisco allí.
Inicialmente, el Gobierno se entusiasmó -o así quiso mostrarse- porque la audiencia iba a ser en el majestuoso Palacio Apostólico, donde se realizan las visitas de Estado y oficiales. Sin percatarse -o quería disimular- que la cita sería más formal. Al final -por ser este jueves feriado en El Vaticano-, la reunión terminó siendo en dependencias del aula Pablo VI.
De todas formas, lo último que quisiera el Papa -dicen sus allegados- es soltarle la mano a la Argentina en un contexto de fuerte crecimiento de la pobreza, más allá de la efectividad de sus gestiones en materia económica. “La deuda no la paga de Alberto, ni Cristina, ni Mauricio, sino el pueblo que es el que sufre las crisis”, explican.
De hecho, El Vaticano -como hace poco más de un año- volverá a ser en estos días el escenario para un coloquio sobre finanzas que reunirá nuevamente al ministro de Economía argentino, Martín Guzmán -respaldado por Francisco, con la titular del FMI, Kristalina Georgieva.
También el propio Alberto Fernández podrá ver a Georgieva. Pero debería ser consciente que la relación personal con Francisco -de la que tanto hace gala- ya no es lo que era.
Si algo detesta Jorge Bergoglio es que lo usen políticamente.
Fuente Clarin