El comunicado del Banco Central del jueves 27 de mayo lleva como título “El Banco Central de la República Argentina genera mecanismos que promueven el desarrollo del mercado de capitales”.
El contenido establece que de ahora en más los bancos tendrán la posibilidad de constituir parte de sus reservas (encajes, dinero que captan y deben mantener inmovilizado) en una proporción menor de Letras de Liquidez (Leliq) —¿se acuerda de cuando Alberto Fernández decía que las iba a destinar a aumentar las jubilaciones?— y de más títulos públicos.
La medida busca que el Tesoro consiga más plata de los bancos. Los bancos, a su vez, siempre prefieren las letras de corto plazo de un Banco Central que nunca defaulteó y que tiene la máquina para imprimir billetes antes que los bonos de un Tesoro con amplia historia de defaults.
Por eso ahora el Banco Central abre la posibilidad de que el Tesoro pueda colocar bonos en la cartera de los bancos por el equivalente a $ 700.000 millones, el 10% de depósitos en pesos. El cálculo es del economista Federico Furiase, que agrega que la tenencia de Leliq usada para encajes en los bancos públicos llega a $ 400.000 millones.
Los bancos le podrán comprar bonos al Tesoro de Martín Guzmán (es opcional) que vayan desde 180 días a 450 días, en una búsqueda evidente de alargar los plazos de financiamiento frente a las Leliq que son de corto plazo.
Así planteado no parece nada nuevo para la Argentina previa a la convertibilidad pero sí novedoso para lo que vino después de 2002, cuando se buscó limitar la exposición de las carteras de los bancos al riesgo de un Tesoro incumplidor.
Por el mayor riesgo, el Tesoro les ofrece más tasa que el Banco Central y para los bancos puede ser una ventaja para mejorar la rentabilidad. De hecho, el día posterior a la medida, las acciones del los principales bancos que operan en el país tuvieron una fuerte suba.
La medida desató una ola de críticas. Fue muy duro el ex presidente del BCRA, Guido Sandleris, por considerar que pone sobre la mesa la creación de condiciones para aumentar el riesgo de las carteras bancarias que tanto costó reducir.
Un ejemplo claro de la reducción del riesgo en materia del sistema lo viene mostrando el segmento de los depósitos en dólares que rondan los US$ 18.700 millones y siguen creciendo.
El hecho de que los bancos sólo puedan prestar los dólares que captan a empresas que generen divisas por sus operaciones de comercio exterior le otorgó una fortaleza notable al mecanismo.
Pero no es a lo que tiende el segmento de los pesos, que también necesita y con intensidad Martín Guzmán al estar cortado el crédito externo y tener que atender las necesidades de la pandemia por el shock de empobrecimiento de la población y de la política que tiene la mirada fija en crear condiciones favorables al oficialismo para las elecciones de fin de año.
¿Abrir la posibilidad de que los bancos puedan subir la tenencia de títulos públicos del actual 4 al 14% de los depósitos sería terminal para el sistema financiero en caso de una crisis?
Seguramente no, porque el Banco Central de Miguel Pesce se compromete a comprarles los bonos a los bancos en caso de necesidad y tiene la maquinita para emitir pesos y equilibrar las cuentas.
Pero para un Gobierno que genera desconfianza y cambios de reglas de juego casi permanentemente, cualquier medida como esta genera ondas expansivas capaces de patear el avispero de los bancos y eso ayuda poco a la estabilidad.
El Gobierno y la política, aunque parezca paradójico, están gozando de las mieles que les generan el “sojazo” (soja en US$ 550/600 la tonelada subiendo 90% en un año) y la posibilidad cierta de que una capitalización del Fondo Monetario Internacional por la pandemia represente para la Argentina el desembolso de US$ 4.500 millones en pocos meses.
Una vez más, el Gobierno goza de altos precios internacionales y se lamenta por alguna consecuencia sobre los precios domésticos echando mano a mecanismos que demostraron su fracaso.
En este contexto son llamativos los comentarios de Alberto Fernández sobre el fin de semana al decir: “La Argentina es así, nadie invierte a 180 días. Vos ves un plan de negocios hecho por un americano y es a 20 años; en Argentina ese mismo negocio es a 5 años. Como no hay futuro todo lo tengo que apropiar ya”. ¿Tendrá algo que ver la conducción política en la obturación del futuro argentino?
Fuente Clarin