Parece una locura decirlo hoy, pero en algunos lugares de la Argentina podrían empezar a sobrar vacunas. Al contrario de lo que muestra la matemática, que refleja la carencia de dosis si se la contrasta con la cantidad de habitantes, el gobierno bonaerense detectó que en los municipios más pobres del conurbano, y especialmente en los barrios más hundidos en ese panorama de pobreza, la disponibilidad de vacunas amenaza con crecer a un ritmo mayor que la cantidad de personas que se anotan para ser vacunados.
Eso ocurre por la concurrencia de dos fenómenos: el notorio avance del Estado durante las últimas tres semanas en la reparación de los flujos de llegada de vacunas -casi todos los días se difunden fotos de cargamentos recién llegados a Ezeiza- y la falla del mismo Estado -en este caso en las jurisdicciones nacional, provincial y municipal- para asegurar la distribución de bienes públicos como son, indudablemente, las vacunas.
Según la información que publica la provincia de Buenos Aires, hasta el 8 de junio había poco más de 4 millones y medio de bonaerenses con al menos una dosis aplicada.
Sin embargo, la distribución de esas vacunas no es pareja si se la analiza tomando en cuenta las edades de la población -en la Provincia no se consiguió terminar de vacunar completamente a la población objetivo original, conformada por mayores de 60, personas con enfermedades previas y trabajadores de profesiones estratégicas- y tampoco es uniforme geográficamente.
En las zonas más pobres, la incidencia de la vacunación es menor. Es cierto que los municipios más pobres tienen poblaciones más jóvenes y por eso es probable que allí vivan menos personas mayores de 60 años, pero también hay que decir que la Provincia recibió vacunas en relación a su población total sin considerar sus edades.
Buena parte de esos análisis son conjeturales y surgen de proyecciones, porque los encargados de diseñar políticas siguen usando el Censo 2010, el último disponible hasta ahora, y las provincias tuvieron que diseñar las campañas de vacunación apelando a bases de datos incompletas y que no contienen información socioeconómica, como los padrones electorales.
Lo que sabe el gobierno de Axel Kicillof es que hay bonaerenses tan postergados que no tienen siquiera el impulso o la información suficiente como para empadronarse con sus celulares en una campaña de vacunación o para acudir a los centros de vacunación cuando les toca el turno.
En los días normales, en los partidos del conurbano -según corroboró Clarín luego de hablar con varios intendentes del área- suelen faltar al turno asignado entre un 20% y un 30% de los convocados, pero hay jornadas en que esas ausencias llegan a la mitad de los que recibieron la confirmación de su turno.
Esa incapacidad del Estado para convocar a sus ciudadanos a eventos tan básicos como la aplicación de una vacuna se puede comprobar de muchas maneras. Una de ellas la pueden verificar todos los días los miles de docentes que en el conurbano bonaerense intentan rastrear desde hace casi dos meses a sus alumnos en las cuentas de Whatsapp de sus padres para que tomen algo parecido a una clase.
Allí también la pobreza incide: las clases por Zoom de los colegios privados contrastan de manera espantosa con las consignas por Whatsapp que reciben los chicos de las escuelas públicas, en una interacción tan pobre que de ningún modo se la puede comparar con la que pueden mantener un maestro con sus alumnos.
Para saltar esa brecha entre vacunas y candidatos a recibirlas, el Gobierno bonaerense está armando junto a los intendentes de los partidos que rodean la Capital Federal un operativo para llevar vacunatorios móviles a los barrios en los que se detecten menores porcentajes de personas de 70 años que hayan recibido la vacuna.
Kicillof presentó la idea este martes en un almuerzo que mantuvo con el presidente Alberto Fernández y una decena de intendentes bonaerenses en un campo en Mercedes. En el asado, al que los pocos invitados llegaron luego de sortear varias complicaciones geográficas, el gobernador les dijo que quería que los intendentes se encarguen de armar vacunatorios móviles para recorrer sus distritos.
El plan, según anunció el propio Kicillof en la sobremesa -luego de la reglamentaria entrada de salame quintero y el asado- es buscar a quienes no se vacunaron y, en el mismo acto “poner en valor el operativo de vacunación para que la oposición no siga diciendo que no hay vacunas”. En los oídos de los intendentes peronistas que lo escuchaban, un grupo humano especialista en bajar consignas al terreno, eso significa convertir a la vacunación en un puntal de la campaña electoral.
Fuente Clarin