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En su libro reciente Barack Obama cuenta que cuando analizaba qué medidas iba a tomar para enfrentar la crisis de Wall Street de 2008, su equipo económico (Tim Geithner y Larry Summers, casi nada…) no paraba de hacerse preguntas una noche reunidos en el Salón Oval. Qué había pasado, cuáles eran las causas, los determinantes de la crisis y si tal política era más o menos injusta (como ayudar a los bancos). “Si tu casa se está incendiando no querés al jefe del Departamento de Bomberos delante tuyo preguntándose si el fuego se inició por un cortocircuito o porque alguien fumaba en la cama; solo querés que lo apaguen”, graficó Obama en un párrafo expresando tal vez su sentimiento sobre lo que muchas veces sucede con los economistas en escenas de la vida política.
Y lo que pasa con la inflación en la Argentina, a nivel de la política económica es un poco lo que describe Obama: el Ministerio de Economía y el Banco Central hablan más de inflación que de medidas para bajarla. Martín Guzmán dice que la inflación es un fenómeno multicausal y Miguel Pesce, por la puja distributiva.
Pero lo cierto es que la inflación este año aumentó y ninguna medida funcionó. El año pasado fue 36,1% y para diciembre próximo el relevamiento de expectativas de mercado (una consulta que el Banco Central hace entre las principales consultoras y bancos del país), la ve en 48,3%. El descenso de la tasa en 2020 demostró ser temporal, producto de la caída profunda del PBI (9,9%), la depresión de las ventas, el lag de una emisión monetaria récord y la imposibilidad de las empresas de trasladar el aumento de los costos al mark up (márgenes). La tasa vuelve entonces a acercarse a un nivel del 50% como si la inflación en este país fuera un fenómeno de histérisis, término apropiado por la economía para describir la tendencia de un material como si fuera un slime (suerte de goma), que recupera su estado previo luego de un período en el que transitoriamente ‘se pisó’ su fisonomía.
La inflación mensual se desacelerará de acá a fin de año, prevé la mayoría de los consultores que calculan una tasa por debajo de 50%. Lorenzo Sigault Graviña, economista de la consultora Equilibra, la ve en 47,5%. “Para que ello ocurra debe haber una desaceleración significativa en el segundo semestre con un promedio mensual por debajo de 3%, con el dólar y las tarifas quietas. No descartamos algún mes que arranque con 2”.
La inflación de Alberto Fernández podrá ser similar a la de Macri en cuanto al nivel ,pero no sus causas. No aumentó por un salto del tipo de cambio. “Entonces empezó en la zona de 10%-15%, cuando se discutía cuál sería la meta, y terminó casi en 60%. Fue por un proceso agudo de salida de capitales sin cepo”, explica Gabriel Rubinstein, de la consultora Rubinstein & Asociados, el proceso que le tocó a Macri. “Hoy hay chances de que termine en 45% este año y en 2022 baje. ¿Cómo? Cualquier arreglo con el FMI implicará que haya un menor déficit y emisión monetaria”.
No todos están de acuerdo. Ecolatina calculó que con una inflación acumulada de 25% en el primer semestre, la suba de precios debería promediar 2,7% entre julio y diciembre para no superar el 48% en el año. “Sumando la reapertura de paritarias, lograr una tasa menor al 50% en 2021 parece cada vez más complejo”.
Los economistas del Gobierno parecen entonces resignados a describir el fenómeno de la inflación como dice Obama y, a lo sumo, a tomar medidas como no subir el dólar y las tarifas. También, a poner restricciones en la operatoria del dólar financiero y, eventualmente, de importaciones.
“Este año cerraría la inflación con un acumulado similar a la segunda mitad de la gestión Cambiemos -dice Ecolatina-, sin embargo, su dinámica sería más preocupante: producto de los atrasos de precios relativos, dejaría un piso más alto para los próximos meses, es decir, para 2022”.
Fuente Clarin
