Por Agustín Ceruse
Irrumpir, sorprender y asegurar. Eso debían hacer los agentes del Grupo Halcón. Irrumpir en el objetivo, sorprender a los presentes y asegurar el lugar para que el jefe del operativo pudiera realizar sin problemas el allanamiento, ordenar el secuestro de los elementos de interés y llevarse detenidos a los involucrados. Pero, según pudo saber Encripdata, eso no sucedió la madrugada del 9 de julio de 2013 en La Reja, Moreno. Todo lo contrario. Al que fueron a buscar se lo llevaron muerto. Para la familia, en realidad, se lo llevaron puesto.
A las 5.45 de la mañana, Damián Norberto Ignomirellio y Cristian Adrián Herrera, brechero y asistente, abrieron la primera puerta de la calle Rocha Blaquier 1502 y, tras recorrer el jardín, destrabaron la segunda puerta. De inmediato, Pedro Nelson Alegre se metió en la casa con el escudo de 70 por 100 cm en alto para garantizar el ingreso de los demás, Ricardo Nuñez, José Humberto Antichan, Gustavo Ernesto Martínez y el propio Ignomirellio.
Por afuera, Raúl Ernesto Castro y Herrera fueron hasta el fondo de la propiedad para bloquear cualquier intento de escape.
Ya dentro, Alegre, con escudo en mano, y Antichan llegaron a la cocina, pero allí solo encontraron un vaso y una botella sobre la mesa y bajo una luz tenue. Nuñez, por su parte, se adelantó y aseguró una habitación. Estaba vacía. Sin noticias de los moradores. De vuelta en el pasillo, intentó abrir la puerta de una segunda habitación. Casi que no pudo. Alguien se lo impidió a tiros. Tanto que recibió una bala calíbre 40 mm en el pie izquierdo. Era el dueño de la casa: Pedro Tomás Viale, agente de la Dirección de Contraligencia de la Secretaría de Inteligencia (SIDE). Era el «Lauchón», agente de confianza de Antonio «Jaime» Stiuso, el hombre fuerte de «La Casa».
Alegre ayudó a Nuñez a replegarse unos metros. En eso, apareció Ignomirellio y terminó por sacar al herido de la casa para que Alegre, con escudo en alto, pudiera volver a cubrir a los otros halcones. Martínez, que había recorrido el flanco derecho, se le unió a Alegre en el pasillo. De nuevo formados, los dos disparaban mientras avanzaban. Ambos declararían después que dieron la voz de alto, «policía, policía», pero que el sonido de los disparos fueron más fuertes que sus gritos. Del otro lado, ya recluido en el baño, «Lauchón» respondía con más tiros mientras gritaba «chapa, chapa, mostrá la chapa», según recordaría la viuda.
A pocos pasos del objetivo, Alegre y Martínez hicieron movimientos de «pivot» y «doble tap»: pasaron por la puerta del baño a la vez que efectuaron dos disparos para neutralizarlo. El enfrentamiento había terminado. Alegre soltó el escudo, le sacó la Glock a Viale y le puso precintos. No era necesario: agonizaba. Martínez fue por una sábana para hacerle un torniquete. No fue suficiente: murió en ese mismo instante.
El pasillo y el baño fueron los escenario de la «guerra». Los impactos de bala en la víctima, en el escudo del halcón y en las paredes lo demostraron. Según las vainas recolectadas, que marcan el origen de los disparos, y los proyectiles, que sugieren el lugar de destino, Viale realizó la mitad de los tiros desde el primer tramo del pasillo y la otra mitad, ya sin posibilidad de escapar, desde el baño. Uno impactó en el pie de Nuñez. La mitad, además, en el escudo de Alegre. Los policías, por su parte, dispararon en varias zonas, por lo que el 25% de los proyectiles terminó en el primer tramo del pasillo -desde su posición de ingreso- y el 75% restante, entre el segundo tramo del pasillo y el baño.
Los agentes del Grupo Halcón le acertaron once disparos: según la autopsia, el cuerpo del espía tenía un orificio de proyectil de arma de fuego en la cara, seis en el tórax, tres en el brazo izquierdo y uno en la cadera derecha. Once heridas en total.
El médico forense de la morgue judicial de Lomas de Zamora Héctor César Rosetti determinó que Viale falleció producto de un «mecanismo violento y a consecuencia final de un paro cardio-respiratorio traumático siendo la causa originaria hemorragia aguda secundaria a las lesiones cardiovasculares por el paso de proyectil de arma de fuego en el tórax». Era de la ametralladora calibre 9×19 mm número 62374837. Era la de Martínez.
Así terminó la vida de Viale y su carrera como «Lauchón» en la SIDE que lo llevaron a relacionarse con un narco de la zona oeste por lo que el juez federal Juan Manuel Culotta ordenó 18 allanamientos, entre esos su casa de La Reja, la que los agentes del Grupo Halcón debían asegurar para poder incautar droga, plata o cualquier elemento de interés para la investigación. No encontraron nada de eso.
El juez Martín Ramos cerró la instrucción en febrero sobre Alegre y Martínez, a quienes les imputó el «homicidio agravado por haber sido cometido por miembros integrantes de la fuerza de seguridad abusando de su función o cargo», en línea con el planteo del abogado de la familia. El fiscal Santiago Marquevich pidió extraer testimonios para poder seguir investigando el rol no solo de los demás halcones intervinientes sino también de cuatro jefes policiales: Hugo Orlando Fasone, subcomisario a cargo del operativo en la casa de Viale, Enrique Roberto Maldonado y Adrián Horacio Carrescia, jefe y subjefe de la DDI antinarco de San Miguel, y José Armando Tsuruoka, director de operaciones de la superintendencia antinarco de la Bonaerense.
Los cuatro sabían que a la casa de la calle Rocha Blaquier 1502 los policías bajo su mando debían detener a un espía de la SIDE.
Pero entre el planteo del fiscal y el del abogado de la familia hubo diferencias. Para el primero estaba clara la relación entre el espía y el narco. Para el segundo, en cambio, «la única conversación entre Viale y Carricaburo, a la que los investigadores atribuyen un contenido
relacionado con droga, era de varios meses antes del allanamiento». Para el fiscal, solo Alegre y Martínez abrieron fuego. Para el letrado, en realidad, todos los policías efectuaron disparos. Pero lo más importante: para el acusador no está claro si hubo un trasfondo político aunque pidió poder investigarlo. Para la querella no hay dudas: «Tenían que mandar un mensaje. Ese mensaje llegó a destino».
El tribunal de San Martín habilitó en junio el período de admisibilidad de la prueba para que las partes ofrezcan los elementos que crean necesarios para sostener sus posiciones. El fiscal de juicio será Carlos Cearras. Todavía no hay fecha de inicio.
Encripdata pudo saber que existe una prueba que podría ser clave: Ignomirellio, el brechero que abrió las puertas de la casa, tenía una cámara de video en su arma. Nadie quiso aventurar qué imágenes y qué audios llegó a captar. Ese misterio recién se resolverá durante el juicio. El destape de ese secreto tal vez ayude a develar el verdadero gran enigma: cómo un espía bajo el ala protectora del por entonces todopoderoso «Jaime» Stiuso sucumbió bajo la lluvia de balas del grupo elite de la Bonaerense.
Más importante aún: si hubo un porqué, un móvil, y si fue así, un quién y un para quién.