Por Guillermo Tiscornia*
Decisión unilateral de la República Oriental del Uruguay.
Comenzando este análisis desde lo puramente episódico, se verificó no hace mucho tiempo atrás un contrapunto entre los Presidentes Luis Lacalle Pou (Uruguay) y Alberto Fernández (Argentina) con motivo de la reciente cumbre regional que tuvo lugar al conmemorarse un nuevo aniversario de la firma del Tratado de Asunción que dio lugar a la formación del Mercado Común del Sur ( Mercosur).
Así fue que el mandatario uruguayo con sólida base argumental y enancado en un discurso sustentado en sólidos, elocuentes fundamentos y por sobre todo en la comprobación empírica, cuestionó severamente el saldo que –en mas de tres décadas- arroja el Mercosur entendida como herramienta o plataforma de integración regional.
Con un tono respetuosos, acompañado de un claro sesgo de sensatez y racionalidad el doctor Lacalle Pou sugirió a los países que integran el bloque regional la adopción de criterios de flexibilización que permitan a las economías emergentes ofrecer sus bienes y servicios en condiciones de competitividad; ello así por cuanto la manipulación arbitraria del arancel externo común terminó por asfixiar a esas mismas economías emergentes.
Del otro lado del Río de la Plata pudo escucharse un discurso cargado de sesgo demagógico, populista; despojado de toda argumentación sustentable; y lo que es peor dotado de un claro tono arrabalero ( propio de un barra brava); en efecto el doctor Fernández replicó a los argumentos de su colega uruguayo con una retórica discursiva acompañada de un claro tono patoteril ( por no decir gangsteril).(“ Si somos un lastre, lo lamento mucho; al que no le gusta que se baje del barco).
Ahora bien, dejando de lado el aspecto episódico de la cuestión cabe referir que el Mercosur, nacido como unión aduanera, pero entendida como una suerte de herramienta de integración regional acotada a un aspecto puramente comercial, emergió en los comienzos de los años noventa bajo una corriente cargada de optimismo producto de la gradual consolidación de los sistemas democráticos en Latinoamérica, luego de que los fantasmas de los gobiernos de facto quedaran ya relegados a una suerte de capas geológicas de un necesario olvido.
Sucedió que –con el correr del tiempo- no se hubo avanzado en un proceso de coordinación de las respectivas políticas marco económicas ni tampoco en las monetarias; en el aspecto institucional hubo poca, escasa, evolución y ni que hablar en la observancia de las decisiones adoptadas por los Tribunales regionales.
Sumado a ello el Mercosur terminó convirtiéndose en un cerrojo neo proteccionista donde lo único que se verificó fue una suerte de corrimiento del muro protector del país hacia la región extendida producto de la manipulación arbitraria –por parte de las dos potencias comerciales predominantes en la región- de ese arancel variopinto lo cual agudizó ese cerrojo neoproteccionista.
El eje Brasilia-Buenos Aires terminó por asfixiar a las economías del Paraguay y del Uruguay; ésta última tuvo que hacer malabares para lograr suscribir un Tratado de Libre Comercio con México bajo una mirada necesariamente estrábica; esto es un ojo puesto en San Pablo y el otro en Buenos Aires. Y así el Uruguay trata de sobrevivir.
La manipulación de ese arancel variopinto, sumado a la adopción –tanto por parte del Brasil como de la Argentina- de indiscriminadas medidas de retorsión económica terminaron por marcar el fracaso definitivo del Mercosur; tan solo podría revestir alguna utilidad para estimular economías de escala pero no para conformar una plataforma de lanzamiento para comercial, en términos de plena competitividad, con el resto del planeta.
Por una muy buena razón, y con excelente visión estratégica ( en términos de geopolítica y de globalización), tanto el Perú como Colombia y Chile le dieron un no rotundo al Mercosur y pusieron foco en el Pacífico; y el tiempo les terminó por dar plena razón: primero porque son los tres países de Latino América que mayor caudal de inversión extranjera directa han recibido en los últimos años; segundo porque tienen sus respectivas macro economías razonablemente ordenadas, y porque además –aprovechando la bonanza del contexto del sudeste asiático- optimizaron sus matrices productivas ( sobre todo en energía y en infraestructura) y se colocaron, en mejor posición ( en términos de competitividad) para comerciar con el mundo.
*Guillermo J. Tiscornia
Ex juez en lo Penal Económico