Por Silvia Guzmán Coraita
Hay palabras que siempre triunfan, quedan resonando y no sabemos porque. Muchas veces esas palabras o frases marcan el destino de una república. La palabra “grieta”, es la que triunfó en Argentina. Todos sabemos a qué se refiere. Y nos hemos acostumbrado a usarla todo el tiempo. Hemos dejado que nos domine y realmente se hizo carne en cada argentino. Hasta llegar al punto de convertirse en una manera de vivir. Debo decir una manera insoportable de vivir.
La idea de “grieta” no es reciente. Fue creada en 2013 por el periodista, Jorge Lanata. “La grieta es lo peor que nos pasa, es una división irreconciliable. Va a trascender al actual gobierno, que se irá. La grieta va a permanecer, porque no es política, es cultural. Ha separado a amigos, hermanos, parejas, compañeros de laburo”, dijo Lanata en 2013 cuando ganó un Martín Fierro.
Y desde entonces lo venimos padeciendo. Tenemos una Argentina totalmente dividida, donde se odian unos con otros. Y en medio de ese odio militantes fanáticos defienden a capa y espada lo indefendible. Militan lo que se diga. Nadie se cuestiona.
La pandemia no nos da tregua, y también nos ha separado. Vivimos aislados para no contagiar ni contagiarnos. A pesar del avance de la vacunación para volver a cierta normalidad, las restricciones aún continúan. Y el Gobierno que lo único que debe hacer es saber gestionar, lo que hace es influenciar a las grandes masas populares con frases demagogas: “El Estado es el que te cuida; el mercado jamás” o tratan de contrarestar la imagen negativa que tienen y dicen “la Argentina no es ese país de mierda que nos quieren retratar”. No hay respiro para el ciudadano, ni en materia económica, social ni política.
Con todo esto, si nos quedan fuerzas podemos poner la atención en el futuro. Llegarán las elecciones legislativas, donde se renovarán bancas en el Congreso: 127 en diputados y 24 en el senado. Esta es la oportunidad que tiene el pueblo argentino de hacer escuchar su descontento y apostar por un cambio positivo. No debe ser el odio el que mueva a los votantes sino el optimismo.
La virulencia de algunos funcionarios oficialistas y de fanáticos que los defienden o callan cuando se les manda callar, ya resulta insoportable. Seguramente hasta es insostenible para Cristina Kirchner que se esfuerza por seguir convocando como lo hacía años anteriores.
El presidente Alberto Fernández, que de manera muy seguida se contradice en sus discursos o se equivoca en lo que dice, ya sea por falta de sueño o exceso de él, abunda con sus frases racistas que desde el INADI lo avalaron diciendo que no se trató de una frase discriminatoria cuando dijo que los brasileros salían de la selva o cuando dijo: “Todo este tiempo he hablado con maestras de escuela de chicos con capacidades diferentes, de lo difícil que se les hace trabajar con esos chicos, que no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan”. Todos lo aplaudieron o lo justificaron.
O cuando el líder de Juntos por el Cambio, Mauricio Macri dijo que “el coronavirus es una gripe un poco más grave”, o cuando Cristina Kirchner en un acto desesperado de buscar cercanía con los jóvenes dijo: “Leí en un medio extranjero una entrevista con Elegant (L-Gante), Elegant se llama, creo ¿no? un rapero. Hizo con Conectar Igualdad y un microfonito de mil pesos, un tema que hoy tiene 176 millones de reproducciones en YouTube”. Una vez más se equivocaba. El joven rapero la desmintió diciendo que la notebook la había obtenido en el mercado paralelo y no por el plan Conectar Igualdad.
El historiador Felipe Pigna dijo que “la división entre los argentinos no es una novedad. Ha existido desde siempre”. Los políticos han usado en beneficio propio esa grieta. Se han alimentado de ella. En el Gobierno saben que no pueden vivir eternamente de eso, y los ciudadanos deben saber que su voto no es un cheque en blanco.
Los más experimentados dirigentes opositores saben que la sociedad hoy tiene una nueva oportunidad de cerrar de una vez esa grieta que es perjudicial para la salud de una sociedad democrática. Es tiempo de exigir profesionalidad en la política.
Carlos Alberto “Lole” Reutemann que fue un piloto de Fórmula 1 y un político argentino demostró que la grieta puede dejar de existir. A raíz de su reciente fallecimiento recibió mensajes de despedida de todos los sectores políticos. Y una sola cosa lo define como persona. Que no buscó ganar a cualquier precio: “Hay gente que dice que hay que ganar a cualquier precio. Y si puedo matar al adversario lo mato. Cada uno tiene su formación, y yo tengo mi formación. Estoy en esta vereda, los que creen que vale todo, y tenés que matar al rival, que vayan por su línea”, fue la explicación del corredor, luego de haber perdido la posibilidad de salir campeón de Fórmula 1 en 1981.
No se trata de ganar o perder. Se trata de trabajar por la unidad. Se trata de construir una Argentina entera. Donde perteneces vos, yo y todos. Ya los discursos de odio llegaron a su fin. No se trata de un antikirchnerismo o un antimacrismo. Se trata de hacer una nueva política. Una política de unidad.