Aunque con el paso de los días se aventaron los peores presagios y su recuperación parece bien encaminada, crecen los interrogantes acerca de si el Papa Francisco conservará la misma vitalidad para seguir afrontando su pontificado o si experimentará un cierto deterioro físico que lo obligará a disminuir la intensidad de sus actividades.
Si de por sí conducir a una grey de 1.300 millones de almas no es fácil y exige un gran esfuerzo, la situación de Francisco es aún más exigente, al tener que enfrentar a un sector muy conservador, si bien minoritario, pero que resiste su perfil progresista, especialmente encabezado por una parte del clero de Estados Unidos.
Tampoco la tiene fácil por izquierda. Un sector de la poderosa Iglesia alemana presiona por el celibato optativo y hasta el sacerdocio femenino con un sínodo en marcha con final abierto, mientras muchos de sus sacerdotes bendicen uniones gays contra las indicaciones del Vaticano, que reiteró hace pocas semanas.
Además, Francisco lleva adelante una profunda reforma de las finanzas vaticanas -eje de periódicos escándalos- para dotarlas de mayor transparencia y evitar que la Santa Sede sea considerada un paraíso fiscal, que toca intereses poderosos, muy arraigados en determinados círculos vaticanos.
El papa Francisco en el Angelus, desde el hospital en donde esta internado. Foto EFE
En sus ocho años de pontificado Francisco tuvo que resolver escándalos económicos heredados y otros nuevos como el que involucra al otrora poderoso número tres del Vaticano, el cardenal Angelo Becciu, cuyo inminente juicio por malversación de fondos promete levantar polvareda.
La ola de casos de abusos sexuales cometidos por miembros del clero –el escándalo que más dañó a la Iglesia en las últimas década- fue otro frente que Francisco afrontó con decisión y si bien los casos cayeron verticalmente en las últimas dos décadas, está lejos ser una problemática superada.
Lo que viene
El trauma que afronta la Iglesia por los delitos sexuales se reflejó en la sorpresiva renuncia, en mayo, del cardenal Reinhard Marx, figura relevante y respetada en Alemania, que -aunque no está involucrado en ningún caso de abuso o de encubrimiento- consideró que debía hacer un gesto.
Es que para Marx la cantidad de casos y la falta de una respuesta contundente de la Iglesia –o el ocultamiento- exigen asumir institucionalmente la debacle. Más aún: da a entender que no ve un proceso de cambio cultural profundo en todo el clero para afrontar el flagelo.
Francisco, sin embargo, no le aceptó la renuncia y si bien le dijo que valoraba el gesto y coincidía con todas sus consideraciones sobre la gravedad de la crisis eclesiástica por los abusos sexuales, trazó un parangón con Pedro que le dijo a Jesús que no era digno de seguirlo y este igual lo aceptó.
Habrá que ver cuánto le demandará a Francisco –de 84 años- su completo restablecimiento teniendo en cuenta la extracción de una parte del colon y que la operación no pudo ser laparoscópica por las cicatrices de una intervención de hace 40 debido a una gangrena vesicular.
Es verdad que la información sobre su salud fue escueta, un estilo que el propio Papa –afecto al bajo perfil de su vida- habría recomendado para que no se hiciera “un circo mediático”. De todas formas, se consignó que los exámenes arrojaron que no tiene cáncer de colon.
Una manera de saber el ritmo de su recuperación y su grado de vitalidad será seguir con atención su actividad –y sus decisiones- teniendo en cuenta que julio es mes de receso en El Vaticano y en agosto la actividad papal siempre es muy reducida.
A mediados de setiembre habrá un buen indicador: tiene programado viajar a Eslovaquia y Hungría. El primer interrogante es si efectivamente irá. Los viajes papales son agotadores y Jorge Bergoglio admite que cada vez lo cansan más.
Francisco dijo que si llegara a sentirse muy debilitado no tendría inconveniente en renunciar al papado. Pero está claro que mientras tenga suficientes fuerzas seguirá adelante con todo lo que se propuso.
PB
Fuente Clarin