Según datos de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires del primer trimestre de 2021, en los últimos 6 años, la clase media tuvo un fuerte achique: bajó del 53,2% al 44,8% de los 3.076.000 que conforman la población de la Ciudad.
Si se agregan los sectores más altos, el descenso es más pronunciado: del 65,7% al 53,4% de la población. De 1.976.000 personas en el primer trimestre de 2015, sumaron 1.640.000 en igual período de 2021: un retroceso de 336.000 personas.
El grueso pasó a engrosar las otras clases en las que el organismo divide a la población porteña: pobres, no pobres en “situación vulnerable” y clase media frágil, así definida porque “ante una eventual disminución del poder adquisitivo de los ingresos familiares, por ejemplo, por la suba de precios por encima de sus ingresos, o ante la pérdida del empleo o de ingreso de alguno de sus miembros, tienen una probabilidad alta de caer en los estratos más bajos”.
Para pertenecer a la clase media-media, hoy un hogares, además de ser propietario de su vivienda debe tener un ingreso mínimo de $ 99.683 y máximo de $ 318.988. Si supera ese monto, asciende a la categoría de “hogar acomodado”, según los parámetros de la dirección de estadísticas del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Los pobres aumentaron en 291.000 personas (de 526.000 a 817.000), los “vulnerables” aumentaron de 281.000 a 341.000 (+ 60.000) y el sector medio frágil pasó de 262.000 a 278.000 (+16.000).
Así, en la Ciudad de Buenos Aires, “el 24,7% de la población asalariada se encuentra en condición de precariedad laboral (o sea que sus empleadores no les efectúan descuentos jubilatorios)”, mientras que “el 32,8% de la población por cuenta propia reconoce una situación de irregularidad en el registro y/o en el pago para el ejercicio de la actividad”, según la Dirección de Estadística porteña.
Más comprometida es la situación en el Conurbano, un verdadero “polvorín social” por la extensión y la magnitud del desempleo, la informalidad y la pobreza. Esto mismo se repite en las provincias del Norte argentino.
Por el crecimiento de la desigualdad, en la otra punta se concentró la riqueza, absorbiendo un pedazo mayor de la ”torta”, acrecentada por los ahorros o la fuga al dólar. Lo evidencian los US$ 347.875 millones, según los datos del INDEC del primer trimestre de este año, que están bajo el colchón, en cajas de seguridad o en el exterior.
Volviendo a la ciudad de Buenos Aires, con relación al inicio de la serie en 2015, y comparando trimestres homogéneos, el porcentaje de pobres en 6 años subió del 17,2% al 26,5%. Es el nivel más alto de indigentes y pobres de todo el período. Los “vulnerables” aumentaron del 8,8% al 11,1% y la clase media frágil pasó del 8,3% al 9%. Casi la mitad de los porteños es indigente, pobre, vulnerable o un sector medio frágil.
Un poco de historia: Inflación, Rodrigazo y después
Durante buena parte del siglo XX, Argentina fue reconocida como uno de los países de la región que pudo desarrollar un nutrido sector de clase media. Por el amplio alcance de la educación pública, las leyes laborales y sociales, la movilidad social ascendente, la amplia cobertura de servicios de salud y hasta el acceso a la vivienda fueron algunos de los factores que explicaban ese reconocimiento.
En las últimas décadas – pero especialmente en la década del 70, con un proceso de aceleración inflacionaria que desembocó en el Rodrigazo de 1975– ese proceso fue sacudido por la fuerte suba de precios, las recesiones, las devaluaciones del peso, el incremento del desempleo y la precariedad laboral y hasta la confiscación y pesificación de los ahorros, como sucedió en 2001/02.
El repunte económico posterior permitió cerrar algunas de esas heridas pero en los últimos años, de la mano de los ajustes, el estancamiento y la recesión, la extendida clase media vino descendiendo sin pausa varios escalones, engrosando la legión de los sectores frágiles, vulnerables o directamente pobres e indigentes.
Todo esto fue pasando antes de la pandemia y, lógicamente las restricciones en la actividad por el Covid, agravaron el deterioro social.
De la extendida clase media, Argentina pasó a una realidad bien distinta, la que muestra hoy una extendida pobreza que golpea a más del 40% de la población (casi 20 millones).
A la pérdida de ingresos, por la informalidad y el desempleo, un sector de la población también quedó fuera de la cobertura de la obra social o de la prepaga, De los nuevos jubilados, más del 60% tiene que recurrir a las moratorias porque no reúne los 30 años de aportes y se jubila con el haber mínimo ($ 23.065) o menos, con la PUAM ($ 18.452).
De los empleados registrados, se estima que el 30% tiene ingresos inferiores a la línea de pobreza. Entre los no registrados, asciende a más del 70%. La pobreza entre los chicos, chicas y adolescentes supera el 65%, un presente y un futuro más que hipotecado.
Un importante sector de los pequeños fabricantes o comerciantes tuvo que cerrar las persianas o pasar a la informalidad. En diciembre de 2015, había 424.262 empresas que empleaban entre 1 y 5 trabajadores registrados ante la AFIP con aportes a la Seguridad Social. En diciembre de 2019, antes de la pandemia, ese número se redujo a 403.422. Y a fines de 2020, a 386.024.
Así, para un vasto sector de la sociedad, el otrora trabajo “en blanco” fue sustituido por el desempleo o el empleo precario e informal. La garantía de una vejez digna, por una jubilación asistencial. La Pyme familiar no pudo mantenerse. Y de una pobreza estructural del 20/25%, la marca supera el 40%.
De esta manera, la ancha base de la pirámide social, compuesta de clase media, se fue comprimiendo y los que se “cayeron” pasaron a agrandar los sectores precarios, frágiles, vulnerables, pobres e indigentes. Números que marcan una fuerte reversión de la otrora movilidad social ascendente, medida en términos de ingresos y de consumo.
Fuente Clarin