“No nos vamos hasta que nos echen”, dicen a medianoche los cuatro chicos que, sentados sobre una manta india por la que pagaron 15 euros sobre la rambla y que extendieron sobre la arena de la playa de Sant Miquel de la Barceloneta, la más poblada por las noches de Barcelona. Tienen cerveza para un par de horas más y reguetón mientras dure la batería del parlante que apoyaron sobre la caja de cervezas.
Fuman, ríen y bailan en una noche de verano perfecta que, como en el cuento de Cenicienta, se convertirá en calabaza a la una de la madrugada.
Porque este sábado, Cataluña vivió su primera noche de regreso al toque de queda, restricción que volvió a implantar en su territorio por el aumento de contagios de Covid, sobre todo entre los jóvenes.
Y a pesar de que el presidente Pedro Sánchez pronosticó este sábado que la mitad de los 47 millones de españoles contarán con la pauta completa de vacunación contra el coronavirus la semana que viene, la incidencia acumulada en Cataluña supera los 1.100 contagios cada 100 mil habitantes en los últimos 14 días.
Unas 4.350 personas fueron desalojadas por la Guardia Urbana de las playas y calles de Barcelona en este primer día de toque de queda que prohíbe la circulación entre la 1 y las 6 de la mañana.
Pese al toque de queda por la pandemia, los jóvenes llenaron las playas de Cataluña el viernes a la noche. Foto: lCézaro de Luca
Nuevas restricciones
Sin incidentes, los jóvenes no presentaban resistencia ante las indicaciones de los oficiales de la Guardia Urbana y de los Mossos d’ Esquadra que entraban en la Plaza del Mar de la Barceloneta pasada la medianoche para advertirles que, en breve, debían estar en casa.
Un mes después del fin del estado de alarma y mientras el Tribunal Constitucional acaba de declarar inconstitucional el confinamiento que el gobierno de coalición impuso a los españoles entre marzo y junio de 2020, algunas comunidades autónomas como Cataluña, Cantabria, la Comunidad Valenciana y Navarra pidieron a la Justicia que, ante el aumento de contagios, les permita restringir la movilidad de sus ciudadanos.
El toque de queda catalán afecta a unos 6 millones de vecinos de 136 municipios, Barcelona incluida, de más de 5.000 habitantes y con una incidencia acumulada de la pandemia superior a 400 casos por cada 100.000 habitantes.
La policía tuvo que actuar para desalojar a los jóvenes que salieron el viernes a la noche a los bares y calles de Barcelona. Foto: AFP
Fiesta en la playa
En la Barceloneta, el viernes por la noche, circula el delivery de pizza y los señores que, camufladas en bolsitas de nylon blancas, venden latas de cerveza para los grupos que se quedaban sin combustible.
Es de noche pero sobre la arena hay carpas, sombrillas, jóvenes que se animan al baño de mar nocturno y algunas familias.
La liturgia de los más jóvenes, hasta este sábado a la una, era más o menos siempre la misma: cuando cerraban las discos, las chicas y los chicos se amontonaban en las playas a beber y pasar el rato -lo que en España se dice “hacer botellón”- hasta agotar la madrugada.
La policía patrulla la playa de la Barceloneta, el viernes a la noche, antes del inicio del toque de queda. Foto: EFE
El “botellón” clásico, sobre la arena, incluye manta, a veces monopatín eléctrico plegado, “speaker” para la música y víveres: snacks, cerveza, alguna botella de vino blanco, gaseosas.
El objeto más deseado en las noches de playa de la Barceloneta es el destapador, excusa idea para acercase al chico o a la chica a la que se le echó ojo para iniciar la charla.
Es lo que les pasó a las cuatro chicas -dos de Polonia y dos de Eslovaquia- que están celebrando el fin del curso de español que vinieron a hacer hace tres semanas.
“Sabemos que no nos podemos quedar toda la noche pero lo haremos hasta un minuto antes de la una”, dice Julita, una de las polacas.
Brindis en la arena en Barcelona, antes del inicio del toque de queda. Foto Cézaro de Luca
“Hoy se nos complicó que nos traigan la pizza a la playa. Debe ser por las restricciones”, se lamenta Susana, una de las chicas eslovacas.
Se escucha hablar en inglés, en italiano, en francés y en diversos acentos latinoamericanos. Esta noche, la Barceloneta es tierra de extranjeros, algunos de los cuales fingirán no conocer las últimas restricciones que Cataluña solicitó al Tribunal de Justicia y consiguió.
A la 1.30, los 420 metros de la playa Sant Miquel de la Berceloneta se quedan a solas y en silencio. No hay “speakers” con música ni jóvenes que salten de un “botellón” a otro en busca de la conquista de la noche.
Un detalle, sin embargo, delata la alta densidad que, hasta hace un ratito, poblaba la escena: la legión de barbijos abandonados en la arena.
Barcelona, corresponsal
CB
Fuente Clarin