La madrugada del 29 de diciembre de 2017, Nahir Galarza, una joven de 22 años con rostro angelical, ingresó en el oscuro Olimpo de la historia criminal argentina cuando gatilló dos veces a sangre fría, con el arma reglamentaria de su padre policía, contra su novio de 20 en la ciudad entrerriana de Gualeguaychú.
El asesinato, por el que fue condenada a prisión perpetua, trascendió fronteras y la convirtió en la mujer más joven del país en recibir la máxima pena del Código Penal vigente. El caso se mediatizó como Nahir Galarza. La excepción a la regla. Recién en 2052, a los 54 años de edad, tendrá la chance de salir en libertad condicional.
La repercusión del policial se trasladó a la pantalla grande. La productora Zeppelin Studio firmó un contrato para producir un thriller sobre la vida de Nahir. Saldría por HBO Max. La pluma que dará vida al guión estará a cargo de la periodista Tamara Tenenbaum, escritora del best seller “El fin del amor”.
La serie abordará el perfil psicológico de Nahir, la denuncia de un falso secuestro en su adolescencia, la tormentosa relación que mantenía con Fernando, los detalles más crudos de sus distintas versiones del crimen, sus días en la cárcel y su irrupción en las redes sociales.
Testigo de Dios
La memoria es frágil y se destiñe con facilidad en el tiempo. Sin embargo, Roberto Correa Masaferro (45) recuerda cada fragmento de la madrugada en que la vida de Fernando Pastorizzo (20) se apagó para siempre ante la incredulidad de sus ojos. Los minutos finales de la trágica escena, que testificó casi en soledad, quedaron grabados en la retina del remisero al que la ciudad entrerriana de Gualeguaychú considera un “testigo de la Providencia de Dios”.
“En mis 23 años de trabajo nunca me había pasado algo así. Fue el peor viaje de mi vida, algo horrible que no me gustaría volver a transitar. Todavía pienso que, si hubiese transitado por la zona 10 minutos antes, este desenlace podría no haber sucedido. Es la impotencia de volver para ayudar y no poder hacer nada”, le confiesa a Clarín con la mirada enclavada en aquella memoria y convencido de que Nahir no alcanzó a borrar las huellas del crimen porque escuchó el ruido del auto. Todavía conserva una imagen en su teléfono celular de la víctima en el lugar del hecho “por seguridad”.
Sucedió cerca de las 5.30 AM en General Paz al 515, una oscura calle de tierra del barrio Tomás de Rocamora adonde Roberto llegó, casi por casualidad, a bordo del móvil 69 de la empresa “Oeste”, un Fiat Uno Way. Fue después de haber dejado a una pasajera en la esquina de Pueyrredón. Era el primer viaje de la jornada.
Algunos minutos antes, en la intersección de Artigas y Avellaneda, había escuchado un estruendo que acaparó su atención. Lo asoció con un petardo navideño, ignorando que se trataba del segundo disparo homicida (que quedó enterrado a 5 cm bajo tierra). El sonido también fue percibido por un parrillero, Oscar Otero (67), mientras recogía la basura cerca del lugar del hecho.
Roberto, que llevaba la ventanilla baja porque el termómetro marcaba una temperatura superior a los 30 grados, continuó su marcha. A la altura de Avellaneda y Pueyrredón visualizó un cuerpo tendido sobre el pasto con un ciclomotor de color gris encima de su pierna y a una persona agachada, de espaldas, quien más tarde sería identificada como Nahir Galarza.
Impactado por lo que creía un accidente, regresó al lugar para ayudar a dos personas, pero se encontró solo con Fernando. Dos cascos, uno abierto al lado del cuerpo y, más adelante, otro cerrado. La moto apagada, pero con la llave puesta.
“Cuando llegué, el joven estaba agonizando. No se movía. Tenía los ojos entreabiertos, gesticulaba la boca como queriendo respirar y una lágrima de sangre recorría su mejilla. Lo miraba y no sabía qué hacer. Se estaba ahogando por dentro. Lo vi morir queriendo vivir por las bocanadas de aire que intentaba dar. Lo primero que se me cruzó por la mente fue mi hijo porque tenían prácticamente la misma edad”, describe angustiado por lo shockeante del recuerdo y menciona que la sangre brotaba solo de su rostro, el pecho estaba limpio.
Hay una persona que se está muriendo, los pedidos de auxilio a los números de emergencia 101 y 107. La policía llegó a los 3 minutos y “alcanzó a ver el último suspiro”. La ambulancia del Hospital Centenario demoró cerca de 20 minutos. El médico certificó el fallecimiento.
Tras algunos papeleríos, Roberto siguió trabajando hasta que la policía fue a buscarlo a la remisería para que se presentara a declarar. “Fue un homicidio”, le confirmaron. “Asocié el estruendo con el disparo y sentí un escalofrío en la espalda. Hasta ese momento, era sospechoso, pero mi testimonio ayudó a comprobar que era inocente. También, los dermotest y la requisa del vehículo”, describe, y señala que fue el forense quien descubrió que se trató de un asesinato.
“Si no hubieses pasado por ahí, el diablo hubiese metido la cola. Dios te puso ahí para que ayudaras a saber quién fue el asesino de mi hijo”, le suele decir, hasta el día de hoy, Gustavo Pastorizzo (56) en agradecimiento por lo que hizo. De hecho, lo acompañó el día de la sentencia (le dio una palmada en la espalda tras escuchar la condena a perpetua) y además, conocía al tío de Fernando, por ser compañero de trabajo de su mujer.
Hay quienes sostienen que el crimen hubiese quedado impune sin su intervención. Los pasajeros que lo reconocen, lo consideran una especie de héroe. “Es lo que correspondía hacer”, les responde con orgullo.
El lugar del crimen es un pasaje oscuro que exige vueltas y contra vueltas para encontrarlo por sus diagonales y numeración discontinua. Ubicado apenas a 50 metros de una de las arterias principales, integra el entramado urbano de Gualeguaychú y mantiene “la paz de un cementerio y una relativa tranquilidad”, como indicó un vecino del barrio que lleva el nombre del fundador de Gualeguaychú. Es una zona inhóspita, poco habitada y con escasa circulación vehicular, donde el silencio de la siesta predomina a toda hora y los ladridos de los perros que la habitan parecieran no existir.
Un tapial vecinal, poblado de construcciones bajas con techos de chapa y galpones y sin luz de alumbrado público, aunque a mitad de cuadra se asoma un farol que aparenta ser nuevo. En una de las esquinas se distinguen un naranjo y un limonero. A mitad de cuadra, una pared gris desgastada con inscripciones de pintura blanca, un terreno en construcción con ladrillos a la vista, una mata de pasto y un portón azul con candado.
Una cámara de seguridad registró a Nahir Galarza cerca de la escena del crimen de su novio. /Foto José Almeida
“Cada vez que pasó por ahí, algo me lleva a mirar el lugar donde lo vi muerto a Fernando. Es un reflejo instintivo en mi mente”, insiste Roberto, que nació en Montevideo, pero vive en Gualeguaychú, con alguna intermitencia, desde los 6 años donde crió a sus 4 hijos biológicos y a otro del corazón.
“No tienen que soltar a esa chica (Nahir) porque es peligrosa. Lo que hizo es terrible. Dejó a ese pobre joven tirado como un perro. Gracias a Dios que el remisero llegó”, le dice a este medio una vecina que se asoma por la ventana. Conocía a Fernando de vista. Prefiere mantener el anonimato porque “ronda el miedo”. Espíritu pueblerino.
Nahir está detenida en Paraná. Foto José Almeida
“Se trató de un homicidio, no de un robo”, subraya. Confiesa que nadie escuchó el estruendo y que se enteró de lo que sucedió en la cuadra de su casa, donde vive hace más de 30 años, a las 7 de la mañana cuando la policía golpeó su puerta, mientras calentaba el agua para los mates.
Tres casas más adelante, la vivienda de la abuela de Nahir está deshabitada y en alquiler. Hoy, vive cerca de la costanera, en la planta baja del mismo edificio donde vivía Nahir Galarza con su familia. A unos metros, en Artigas y Pueyrredón, una plazoleta con el santuario de la Virgen de la Sonrisa, protectora de los deprimidos y los suicidas. Un guiño del destino.
Relación tormentosa
Un amor tóxico atravesado por celos, reproches y engaños. La relación entre Nahir Galarza y Fernando Pastorizzo estaba rodeada de agresiones, descalificaciones y reclamos recíprocos. Intercambiaron más de 104.000 mensajes por WhatsApp (un promedio superior a 285 diarios) durante el año 2017. Pasaban del amor al odio, de la reconciliación a la pelea, en cuestión de segundos. A las 21.03 uno escribía: “Te amo”. A las 21.04, el otro le advertía: “Ojo con lo que haces porque…”. Los altibajos se renovaban una y otra vez.
Ambas familias cruzaron acusaciones de malos tratos que nunca fueron denunciadas. Marcelo Galarza (59) lo culpa de haber hostigado y golpeado a su hija. “Ella me dijo que estaba sufriendo, que estaba mal. Yo, cuando la vi que estaba lastimada quería ir a hacer la denuncia. Pero me dijo ‘no mamá, no te metas, porque son mis cosas”, le había contado su madre, Yamina Kroh (46), a Clarín en la puerta de los tribunales de Gualeguaychú; aunque el fiscal Sergio Rondoni Caffa nunca encontró pruebas para sostener que Nahir haya sido víctima de violencia de género.
Nahir Galarza ya cumple su condena en la cárcel de mujeres de Paraná, foto EL ARGENTINO
Para Carla Pastorizzo (27), en cambio, era su hermano quien padecía los golpes, pero lo ocultaba por vergüenza. “Ella le pegaba, y él lloraba de rabia, pero jamás le levantó la mano. Es más, nunca se peleó con nadie”, le dice a este medio uno de los mejores amigos, quien prefiere reservar su nombre.
No estudiaban en el mismo colegio. Él iba a la escuela técnica N 2 (terminó de cursar en el turno noche de la N 3) y ella a la Escuela Normal. Se conocieron dos meses después de la fiesta de 15 que Nahir celebró en el boliche Bikini Disco.
Carla y Fernando Pastorizzo de chiquitos en Gualeguaychú
Fue en el marco de otro cumpleaños por medio del vínculo que su amiga tenía con Elio Pereyra (24), amigo de Fernando desde la infancia con quien en los últimos cuatro años dejó de juntarse. Al final de aquella noche, Nahir recibió un WhatsApp de un número desconocido. Lo agendó cuando supo que era Fernando. Comenzaron a charlar desde entonces. También, se cruzaban con frecuencia en otras fiestas quinceañeras. Los dos eran reservados y esquivaban hablar de sus intimidades.
La relación amorosa se mantuvo viva desde su génesis en 2013 hasta, al menos, el 25 de diciembre del año 2017. Sin embargo, Fernando trataba de terminar el vínculo desde 2016, pero “tenía miedo a que Nahir hiciera algo contra sí misma”, según confirmó Manuela Basaldúa, íntima amiga de Perry (como le decían a Fernando), en el juicio.
Sin embargo, el noviazgo no era aceptado en cada ámbito familiar. Silvia Mantegazza (55), la mamá de Fernando, lo consideraba inconveniente. El día en que llamaron a su hijo a declarar por un supuesto secuestro de Nahir, le aconsejó que no siguiera con “esa chica”, a quien en su lista de contactos tenía agendada como “Nahir novia”, porque podría llegar a tener problemas.
Los padres de Nahir lo aceptaban “porque no les quedaba otra”. Brígida Gálvez (81) también se oponía al vínculo. “Mi abuela me dijo que vos no sos para mí. Que me busque otro”, había escrito por chat el 14 de enero de 2017.
“Se ve que la quería y por eso nunca se separaron, pero existieron conflictos. Los viernes los tenía ocupados para verla. Aunque no lo decía, sabíamos que era así. Siempre lo perdíamos dentro del boliche porque, apenas ingresaba, Nahir lo apartaba del grupo”, recuerda uno de sus amigos bajo el anonimato.
Premonición y muerte
104 pasos separan la casa de los Galarza de la puerta del boliche Bikini Disco donde en la Nochebuena, cinco días antes del crimen, se desató una golpiza a Fernando. De acuerdo a su relato Nahir, junto a Sol Martinez (23), lo atacó “por no querer estar con ella”, pero confiaba en que lo dejara tranquilo. “Valió la pena mi cagada a palos si se deja de joder”, dejó escrito.
Al día siguiente, no hubo ningún intercambio de mensajes ni llamadas entre ambos. El quiebre de la relación se produjo en las primeras horas del 25 de diciembre. Pero, el 28 del mismo mes, en la víspera del desenlace fatal, la comunicación se reanuda. “Ni por un millón de dólares volvería con vos”, el texto que para la querella esbozó una sentencia de muerte para Fernando.
La noche del crimen no tenía previsto encontrarse con él. Según sus dichos, se vio obligada a ir a su casa para buscar el cargador original del iPhone que había olvidado. Lo desbloqueó del WhatsApp para comunicarse y se tomó un remis en la puerta del Casino de Gualeguaychú rumbo al barrio de Fernando adonde llegó cerca de la 1.15 de la madrugada. Él le dio el aparato y lo convenció para regresar juntos a su domicilio en moto.
En el camino no emitieron palabra, pero cuando llegaron a la calle Pronunciamiento él le pidió entrar para “hablar bien”. Se quedaron en la habitación de Nahir y se entregaron a una noche de pasión. Cuando las agujas del reloj se clavaron en las 5 am, lo persuadió para que la acercara hasta la vivienda de su abuela. Antes de subirse al asiento trasero de la moto, tomó el arma (una pistola calibre 9 milímetros) reglamentaria de su papá, que estaba arriba de la heladera, y la ocultó entre sus prendas. Había aprendido a manipularla a los 14 años.
Un viaje sobre ruedas a la luz de la luna y expuesto al sudor provocado por una noche de verano. La mente de ella era un hervidero en ebullición, la justicia argumentará más tarde que maquinaba un plan irreversible. Él accede a desviarse de la avenida principal hacia un callejón de tierra oscuro donde, a 50 metros del destino, Nahir presionó el gatillo (accionar la cola del arma de fuego exige 4 kilogramos de fuerza con la mano). Eran las 5.15 de la mañana.
Nahir Galarza y Fernando Pastorizzo
Dos disparos a sangre fría sentenciaron la vida de los amantes. El primero, por la espalda con orificio de ingreso (de izquierda a derecha, de atrás hacia delante) y egreso. El segundo, de frente y a una distancia de entre 20 a 50 cm, como si buscara rematarlo cuando estaba tirado en el piso (la autopsia confirmó que la primera bala fue mortal para Fernando). Su cuerpo batalló con la quemazón y el ardor mientras las piernas quedaban aprisionadas por la abrupta caída.
Nahir abandonó la escena no bien fue sorprendida por el sonido de un vehículo que transitaba por un lugar que creía desierto. Ya no estaba sola. Dio vuelta a la manzana y con la respiración entrecortada por la adrenalina, caminó 27 cuadras hasta llegar a su barrio. Era una “bola de nervios”. En su fuga, pasa a escasos metros de la Comisaría donde luego estaría detenida. Cerca de las 5.22 am, sus pasos quedaron registrados por la imagen en blanco y negro que tomó una cámara de seguridad a la altura de la calle 3 de Caballería.
Eran las 5.40 am cuando Joaquín Osorio (22), un romance con quien había mantenido encuentros circunstanciales y esporádicos en el pasado, la ve llegar a su casa desde una distancia de 10 metros, mientras conversaba en una esquina con su novia. La notó rara, con algo en la mano y con una sonrisa estampada en su rostro que le llamó la atención. Como si el gesto tuviera algún parentesco con la protectora de los deprimidos cuyo santuario se encuentra cerca del lugar donde se convirtió en asesina.
Como hacía Lady Macbeth, el personaje de Shakespeare, la obsesión en el cuidado de sus manos la llevó a lavarlas de forma compulsiva para borrar rastros de sus malas obras antes de acostarse a dormir. 5.52 am intenta despistar a la justicia con un mensaje al teléfono de Fernando, quien ya había perdido la vida. “La podes cortar?” y “Ya te dije q no me vi con nadie”, decía el texto que nunca pudo ser leído por la víctima.
“Cinco años juntos, peleando, yendo y viniendo, pero siempre con el mismo amor. Te amo para siempre, mi ángel”, posteó esa madrugada en Instagram junto a una foto en la que Fernando le besaba el hombro. Un mensaje teñido de sangre.
Ese mismo día, a las 10:10 am, declaró por primera vez ante el fiscal. Lo hizo en calidad de testigo. Señaló que la noche anterior había discutido con Fernando y que se enteró de su fallecimiento porque recibió un llamado de su madre.
A las 22.42 presentó una segunda declaración, pero esta vez como imputada (técnicamente es la primera porque la primera fue desechada durante el juicio) “Lo maté yo”, confesó. Su look angelical contrastaba con la frialdad de sus emociones. Y ya nada volvió a ser igual.
El presente de las familias
Nando para su familia. Sus amigos lo apodaban Perry porque lo asociaban con el personaje de la serie animada, un ornitorrinco de baja estatura que conducía una moto. Cada 3 de enero, en la fecha de su cumpleaños, siguen reuniéndose para recordarlo.
El crimen de Fernando provocó un efecto dominó en las vidas de todos y generó malestar en una localidad que ya no es reconocida solo por representar la cuna del Carnaval del país o por una protesta que cortó el puente internacional durante más de 3 años, sino por haber sido el escenario del caso policial más resonante de los últimos tiempos.
Si bien ya no es tema de conversación asiduo en las mesas de bares, el fantasma de lo que pasó aquella madrugada de diciembre de 2017 resurge cuando se menciona la palabra “Nahir”.
“Acá no la quiere nadie por todas las cosas que dijo para tratar de ensuciar a ese pobre chico”, repiten los vecinos. La mayoría, participó en las movilizaciones masivas que se organizaron para exigir perpetua.
Las familias ya no se exponen públicamente. Gustavo Pastorizzo ya no quiere aparecer en los medios. La sentencia le dio alivio y tranquilidad para volver a empezar. Silvia Mantegazza tampoco quiere seguir estando en el ojo de la tormenta ni ser parte del “circo mediático” que se construyó en torno a la causa. Es que sus otros hijos aún están en tratamiento psicológico, intentando superar la cruda situación que marcó sus vidas.
Mantiene contacto con los amigos de Nando a quien describe como una persona simple y leal, siempre dispuesto a tender una mano de ayuda.
Después de la sentencia condenatoria, los padres y el hermano de Nahir se mudaron a 288 km de la ciudad entrerriana. Ahora, residen en Paraná para estar más cerca del penal donde Nahir cumple condena. Predispuestos a seguir la estrategia de la defensa, prefieren mantener un perfil bajo y evitar reinstalar el debate en el seno de la sociedad.
Una condena histórica
El juicio, que se realizó en tiempo récord, comenzó el 4 de junio de 2018. 11 audiencias. Cerca de 80 declaraciones testimoniales. Un lodazal de pruebas contundentes determinó que la joven de 19 años, que llegó a los estrados judiciales bajo prisión preventiva, era culpable.
El 3 de julio de 2018, el Tribunal Oral de Gualeguaychú, integrado por los jueces Mauricio Derudi, Arturo Dumón y Alicia Vivian, condenó a Nahir Galarza a prisión perpetua por el delito de homicidio agravado por el vínculo y el uso de arma de fuego.
Para la defensa representó una batalla dialéctica por negar la relación de pareja y afirmar la situación “accidental” de los balazos. “La mente se me puso en blanco. Escuché una detonación y después otra. Quedé aturdida. Jamás se me cruzó por la cabeza matar a alguien”, declaró Nahir hace poco más de tres años.
El fallo judicial que califica el delito de una joven de 19 años con la máxima pena impuesta por el Código Penal, 35 años de cumplimiento efectivo en prisión, la convierte en la mujer más joven de la historia de la criminalística argentina condenada a perpetua. Recién en el año 2052, a los 54 años de edad, podrá solicitar la posibilidad de salir en libertad condicional.
Recién en el año 2052, a los 54 años, podrá solicitar la posibilidad de salir en libertad condicional. FOTO RICARDO SANTELLAN
En distintas instancias, la sentencia fue revisada y confirmada por tribunales que compartieron el criterio de perpetua.
En julio de 2019, la Sala II de la Cámara de Casación ratificó la sentencia de primera instancia. En marzo de 2020, el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos rechazó un pedido de “impugnación extraordinario”. Se le negó el recurso extraordinario federal ante la Corte Suprema.
También, fue rechazado la solicitud de excarcelación y, subsidiariamente, de arresto domiciliario que presentó a raíz de los casos positivos de coronavirus registrados. La negativa se basó en un informe que detalló el “buen estado de salud, nutrición y aseo” de Galarza, las condiciones de la unidad penal y diferentes exámenes médicos.
Ahora, se juega su última carta ante la Corte Suprema de Justicia para que se revea su caso. Es su única vía de apelación para intentar revertir la condena. La abogada Raquel Hermida Leyenda, que se incorporó a la defensa de Galarza en julio de 2020 para aportar su experiencia en violencia de género, presentó en noviembre el recurso de queja ante la Corte Suprema de Justicia.
“El pedido es para que se revea el caso y se haga con perspectiva de género porque la investigación y el debate oral evidenciaron graves negativas a la defensa, impidiendo la realización de numerosas pruebas”, señaló en aquel entonces. Su ingreso coincidió con la difusión del video de Nahir declarando en una Cámara Gesell que en 2014 fue violada en manada en un descampado, donde la habrían atado, golpeado y “escuchó voces con acento centroamericano”.
El fallo judicial de 35 años de cumplimiento efectivo en prisión, la convierte en la mujer más joven de la historia de la criminalística argentina condenada a perpetua. /Archivo
Pericias psicológicas, psiquiátricas, neurológicas, neurocognitivas y endocrinológicas para determinar el estado de salud completo de Nahir. Hay quienes sostienen que se busca probar que al momento del hecho y del juicio estaba con algún tinte esquizofrénico.
Si en la Corte Suprema no llegase a obtener una resolución favorable, Nahir tiene en su mano otra posibilidad, aunque el trámite tiende a demorar entre 10 y 15 años. Presentar un escrito, vía mail, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (suele dictar 50 fallos al año) la cual, en caso de encontrar una vulnerado algún derecho, continúa el trámite ante la Corte Interamericana de Justicia para que dictamine (antecedente de Fontevecchia).
Consultado por Clarín, Rubén Virué, abogado de la querella en representación de la madre de Fernando, señaló: “El juicio fue justo y la sentencia la única posible. El único elemento extra jurídico que puede generar una revisión es que se trata de una perpetua para una chica que hoy tiene 22 años”.
Sus días tras las rejas
Hace 34 meses que Nahir pasa sus días encerrada en un “pabellón de seguridad” de la Unidad Penal Femenina N°6 “Concepción Arenal” de Paraná, donde se alojan internos vinculados a hechos de conmoción social. Fue trasladada a las 4 de la madrugada por orden de la Cámara de Casación Penal fue trasladada. Ingresó el 8 de septiembre de 2018.
Los meses anteriores, estuvo detenida en la Comisaría de la Mujer y el Menor de Gualeguaychú. La soledad de la celda la ayudó a pensar. Siente que su voz no fue escuchada y que la sociedad la condenó de antemano. Insiste en que fue un accidente. Prefiere olvidar todo lo que ocurrió y reinventarse. “Si pienso en la condena, caigo en depresión”, expresó en una entrevista televisiva.
Decepcionada de la Justicia, abandonó el sueño de convertirse en penalista y abrazó con fuerza la carrera de Psicología. “Ahí encontré mi vocación. Siento que observo y puedo percibir cómo está el otro. También, empecé a conocerme más”, le comentó a otra interna. Para cursar las materias en la universidad, ubicada dentro de la cárcel de varones justo enfrente de donde está alojada, el servicio penitenciario debe trasladarla casi todos los días.
El Juez Mario Figueroa entrando a los tribumales de Gualeguaychú.
Fotos Emmanuel Fernández
Su figura ya no se dirime entre la dicotomía de ángel o demonio. Hoy, ya no da entrevistas y prefiere mantener un perfil bajo. No quiere ser noticia. Quedó en el olvido el video “Adolescencia que adolece”, que Jorge Zonzini, el manager que ofició como una especie de vocero de la familia Galarza, publicó en YouTube para limpiar su imagen.
Se angustia cuando alguna de sus compañeras le menciona alguna “fake news” publicada en las redes. Ya celebró tres cumpleaños en prisión. El último fue el número 22, una cifra que le transmite buenas vibraciones.
Con ciertas restricciones, recibe visitas de sus familiares los días miércoles y sábados. Por la pandemia, están prohibidas las de otras provincias. También, llamados telefónicos a la línea fija del penal.
Añora la libertad y prefiere mirar hacia delante. Se aferra a la esperanza de que su sentencia sea revertida y no permanecer encerrada más años de los que lleva vividos. Extraña a su familia. Entre sus pasatiempos está la lectura. Llegó a tener más de 400 libros. “La interpretación de los sueños”, de Sigmund Freud y “El hombre y sus símbolos”, de Carl Jung son algunos de sus preferidos.
La convivencia con sus compañeras era buena, pero al poco tiempo la cordialidad se esfumó y empezaron los conflictos. Hoy, comparte un sector junto a otras cuatro presidiarias. Publicó una serie de fotos en su cuenta de Facebook que le valieron un castigo extra. En ellas, aparece junto a Soledad Yanina Lescano, acusada de haber participado del asesinato de su hijastra de dos años. Un falso embarazo y un supuesto plan de fuga, al estilo Alcatraz, en las PASO de agosto de 2019 encendieron las alarmas.
El episodio del muñeco de trapo con pantalón, buzo y capucha, encontrado en su celda por una celadora durante una inspección de rutina, no fue el primer problema que protagonizó en prisión. El 21 de marzo de 2019, fue acusada por dos compañeras de tener un plan para matarlas y fugarse del penal.
Uno de los más graves incluyó a Ludmila Natalí Soto, una ex policía condenada en 2012 a 8 años de prisión por haber torturado a dos jóvenes en la localidad entrerriana de Rosario Del Tala. Nahir denunció que la ex oficial había intentado abusar sexualmente de ella en varias oportunidades.
A raíz de estos conflictos y de una huelga de hambre del resto de las internas en la que pedían que se tomara alguna medida, las autoridades penitenciarias decidieron acondicionar un nuevo pabellón de seguridad y dividir a las presas conflictivas en dos grupos diferentes.
Nahir Galarza y Matías Caudana en las redes sociales.
Su relación con Matías Caudana
Un presunto romance de vieja data con ribetes de amor y miradas cruzadas. La historia entre Nahir Galarza y Matías Caudana, un joven de 22 años que fue absuelto a fines de 2018 en un juicio que tuvo 21 condenas por una causa de narcotráfico, habría comenzado en los albores de 2019, cuando él fue visitar a su abuela paterna, presa por drogas, al Penal de Mujeres de Paraná.
La confirmación se dio por la captura de un posteo de Facebook del propio Caudana. Ya no figura en su perfil, al menos no públicamente.
Nahir Galarza ecibe el abrazo de su mamá. (José Almeida
“Te amo mi amor, sos la más hermosa. A tu lado quiero estar y acompañarte siempre. Sos una persona maravillosa, encantadora, simpática, tan buenita que me hacés sentir cosas lindas todos los días”, comienza el mensaje que lleva varias fotos de ambos juntos.
Y sigue: “Nadie puede hablar de lo que no conoce ni juzgarte porque yo te conozco. Sé la clase de persona que sos. Te amo mucho”. La etiqueta junto a un corazón y fotos, del verano previo a la pandemia, que los muestra abrazados El flechazo ocurrió durante una consulta de Nahir con el dentista, cuyo consultorio se encuentra en la unidad de hombres (UP1), según la principal versión. Para Caudana fue amor a primera vista. “Quedé flechado”, le contó a un amigo el día en que la cruzó.
“Nos estamos conociendo”, había reconocido cuando, a través de su abogado, Augusto Laferriere, tramitó un permiso de visitas en diciembre de 2018 al penal femenino. El vínculo intracarcelario comenzó como una amistad. Cruzó a la UP6 al menos en cuatro oportunidades para “charlar y no para tener encuentros íntimos”.
Incluso, un amigo le consiguió el número del pabellón y comenzaron a hablar por teléfono. “Nunca me importó lo que se decía de ella”, había señalado dando a entender que no se tocaba el tema sobre Fernando Pastorizzo.
Sin embargo, Nahir nunca blanqueó la relación. Lo acusa de buscar fama y se enoja cuando se publica algo sobre el “supuesto noviazgo”.
Fuente Clarin