Mejor pertrechados que hace 20 años cuando fueron expulsados del poder, los talibanes siguen avanzando en Afganistán. En las últimas horas tomar tres capitales provinciales más, sumando 9 de 34, en un puñado de días, se anunció este miércoles.
Coincidiendo con la retirada de Estados Unidos del país, la caída de las capitales de las provincias de Badakhshan y Baghlan, en el noreste, y de Farah, en el oeste, eleva la presión sobre el gobierno central para frenar el avance de los insurgentes.
Un combatiente talibán rodeado de residentes locales en Pul-e-Khumri. AFP
Aunque Kabul no se ha visto directamente amenazada en este avance, la ofensiva sigue poniendo a prueba a las fuerzas de seguridad afganas, que ahora en su mayoría combaten a los talibanes solas y mal preparadas, a pesar de haber contado con el entrenamiento y apoyo de EE.UU. durante dos décadas.
Un alto funcionario de la Unión Europea dijo que al menos el 65% del territorio afganos está controlado ya por insurgentes y que el ejecutivo central de Kabul sigue perdiendo terreno.
Ni el gobierno ni el ejército afgano respondieron de inmediato a peticiones de comentarios. Sin embargo, el presidente, Ashraf Ghani, acudió el miércoles a la sitiada región de Balkh en busca del apoyo de dos señores de la guerra para contrarrestar el avance talibán.
Humayoon Shahidzada, un abogado de Farah, confirmó la caída de la capital regional a The Associated Press. Hujatullah Kheradmand, un legislador de Badakhshan, dijo que los talibanes habían tomado su provincia. Y un funcionario que habló bajo condición de anonimato para reportar una pérdida no reconocida, apuntó que la capital de Baghlan también cayó.
La violencia del Talibán
En Farah, combatientes talibanes arrastraron el cuerpo ensangrentado y descalzo de un miembro de las fuerzas de seguridad por una calle gritando “¡Dios es grande!”.
Los sonidos de los disparos resonaban en la calle mientras los insurgentes, armados con rifles M-16 y manejando Humvees y camionetas Ford donadas por los estadounidenses recorrían las calles de la ciudad.
Talibanes y civiles afganos rodean el cadáver de un soldado caído en los enfrentamientos, en Farah. Foto: AP
El retiro de EE.UU. dejó atrás todo tipo de pertrechos incluso vehículos, aunque antes d partir, se tomaron la molestia de no dejarlas las llaves.
Los insurgentes habían tomado otras seis capitales de provincia en todo el país en menos de una semana, incluyendo Kunduz, en la región homónima, que es una de las ciudades más grandes del país.
En una conversación con reporteros el martes, un alto funcionario de la UE dijo que los insurgentes ocupaban unos 230 distritos de los 400 existentes en Afganistán. Según la fuente, que habló bajo condición de anonimato para discutir datos internos, otros 65 estaban en manos del gobierno y los demás en disputa.
El noreste del país ha caído ya a los talibanes a excepción de la provincia de Balkh, donde los señores de la guerra Rashid Dostum, Atta Mohammad Noor y Mohammad Mohaqiq planean movilizar a sus fuerzas en apoyo de Kabul para expulsar a los insurgentes.
Tras una misión militar occidental de 20 años y una inversión de miles de millones de dólares en entrenamiento y refuerzo de las fuerzas de seguridad afganas, muchos no se explican su derrumbe, huyendo de la batalla, en ocasiones por cientos. El peso de los combates ha recaído en gran medida en pequeños grupos de fuerzas de élite y en la fuerza aérea afgana.
El éxito de la rápida ofensiva talibán ha imprimido carácter de urgencia a la necesidad de reanudar el estancado diálogo en Qatar, que podría terminar con los enfrentamientos y guiar al país a la formación de un gobierno interino inclusivo. Por el momento, los insurgentes se han negado a volver a la mesa de negociación.
El enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, advirtió a los talibanes el martes que cualquier gobierno que llegue al poder por la fuerza en Afganistán no será reconocido por la comunidad internacional.
Decenas de miles de personas han huido de sus casas en el norte del país por los combates que han asolado sus localidades y aldeas. Las familias que han llegado a la capital viven en parques o en la calle con poca comida o agua. No tienen otro lugar donde estar.
Associated Press
ap
Fuente Clarin