Por
Lorena Giorgio y Lorenzo Sigaut Gravina
Economistas de Equilibra
A menos de un mes de las PASO y a tres de las Legislativas, el Ejecutivo redobla esfuerzos para que la recuperación de la economía se sienta en la calle. A pesar de que lo peor de la crisis sanitaria parece haber pasado —a menos que la circulación comunitaria de la variante Delta fuerce la vuelta de restricciones—, los indicadores de humor social y consideración pública del gobierno muestran niveles de aprobación regulares.
Para llegar más competitiva a las elecciones, la coalición gobernante sigue profundizando su estrategia de apuntalar el ingreso real de las familias. Esta puede resumirse en:
1)Pisar el tipo de cambio y las tarifas de servicios públicos para moderar la inflación;
2) Reabrir paritarias y aumentar el gasto en prestaciones sociales;
3) Mantener el mercado de cambios en calma.
Esta clásica receta no es infalible, pero ayuda a incrementar las chances del oficialismo. El talón de Aquiles de esta estrategia —¡cuándo no!—es el frente cambiario. El significativo aumento del déficit fiscal en el segundo semestre (3% del PBI) va a ser financiado principalmente con emisión monetaria, justo cuando los agentes privados buscan dolarizar activos para cubrirse de posibles eventos cambiarios y comienza la temporada baja de liquidación de agro-divisas. El Banco Central aprovechó la estacionalidad alta de las exportaciones para recuperar poder de fuego (reservas netas), por lo que en Equilibra pensamos que la autoridad monetaria va a lograr contener -con algunos sobresaltos – las crecientes presiones cambiarias.
Si bien parte del “push electoral” llegará a las familias, mejorando su poder adquisitivo en la previa electoral, la pregunta del millón es: ¿alcanzaránla recuperación de los ingresos reales, el estímulo oficial -gasto público y crédito subsidiado- al consumo privado, y la estabilidad cambiaria para que el gobierno tenga una buena performance electoral? ¿O pesará más el deterioro de los principales indicadores respecto delas elecciones de 2019 (mucho mayor si se compara con 2017)?
A continuación,resumimos cómo llegarán las tres variables de mayor sensibilidad social a los comicios.
1) Actividad y empleo. Aunque estimamos que la actividad económica cayó en el segundo trimestre (-1,5% en términos desestacionalizados), pareciera haber tocado un piso en mayo. De hecho, si no sufrimos una tercera ola de coronavirus, el PBI crecería en el segundo semestre y llegaría con envión a las elecciones.El año cerraría con una expansión del 7%, lo que significa recuperar 2/3 del producto perdido el año pasado.
Pese a esta mejora, el PBI per cápita en pesos constantes cerrará 5,4% por debajo del 2019 y con una menor participación de la remuneración del trabajo asalariado respecto de las últimas elecciones presidenciales (en el primer trimestre de 2019 representaba 49% del valor agregado bruto vs 46,1% en el primer cuarto de este año).
El empleo -variable clave para las familias- replica la dinámica del nivel de actividad.Los puestos de trabajo vienen recuperándose de la fuerte caída sufrida durante la cuarentena estricta -casi 4 millones de puestos -, pero prevemos para el tercer trimestre de 2021 unos 230.000 puestos laborables menos que en la previa de los comicios 2019. De hecho, la tasa de empleo cerrará el tercer trimestre 3 puntos porcentuales por debajo de la de 2019 (el empleo tiene que crecer al menos 1% por año para absorber el incremento de la fuerza laboral).
2) Inflación y salarios. El dólar oficial avanzó en sintonía con la inflación a principios de año,pero se desaceleró al 1,5% mensual en el segundo trimestre (muy por debajo del alza de precios del 3,5% mensual observado) y se mantendría en torno al 1% mensual hasta las elecciones. Las tarifas de luz y gas residencial en el AMBA tuvieron una módica suba de 9% y 6% a mediados de año y ya no volverán a tocarse hasta 2022.
A fuerza de ancla cambiaria y tarifaria, y virtual congelamiento de precios claves (combustibles, carne vacuna, etcétera),la inflación va a moderarse en el segundo semestre para ubicarse en promedio en torno del 3% mensual. Es indispensable para las aspiraciones del gobierno no sólo bajar la inflación general, sino el sensible rubro alimentos, que impacta en mayor medida en los hogares de menores ingresos. El cierre -parcial- de las exportaciones de carne vacuna, una menor presión internacional y acuerdos de precios, podrían arrojar buenas noticias en materia de inflación en alimentos, tras acumular en los primeros 7 meses del del año un alza 2 puntos porcentuales superior al IPC Nacional.
El gobierno sabe que no bastará sólo con bajar la inflación para estimular el gasto de las familias, y por eso, apuesta a la reapertura de paritarias. Los acuerdos firmados en los primeros meses del año en torno al 30-35% anual, en línea con la inflación de 29% prevista en el Presupuesto 2021, quedaron rápidamente obsoletos. La inflación acumuló a julio 29,1%, por lo que la mayoría de las paritarias cerradas a principios de año se reabrieron para lograr subas cercanas al 45% anual.
Como resultado de la moderación de la inflación y la reapertura de paritarias, el poder de compra del salario privado formal evidenciará una mejora de 3 puntos en la segunda mitad del año (la mejora del sector público será más acotada y no está claro qué sucederá con el salario informal). Si se mide en términos de carne vacuna, un sueldo privado formal podrá comprar 5 kilos más de asado entre mediados y fines de 2021. De todas formas, el salario real cayó 15% desde el tercer trimestre de 2017 y 5% desde el tercer trimestre de 2019. La merma en kilos de asado que puede comprar un salario medio formal fue de unos 75 kilosy 70 kilos, respectivamente.
La dinámica del empleo y del poder adquisitivo del salario se pueden sintetizar en la masa salarial real (puestos de trabajo de la economía multiplicado por el salario real). Este indicador llegará a las elecciones habiendo crecido 5,1% en el último año, pero 7,2% por debajo del tercer trimestre de 2019 y 14% por debajo de la previa de las elecciones 2017.
3) “Push electoral” fiscal. El sector público inyectará recursos a las familias (especialmente a las de menores ingresos) para mejorar su ingreso real. Dada la evolución reciente de los salarios y los recursos tributarios de ANSES, la movilidad de la seguridad social implica ajustes nominales en septiembre y diciembre apenas por encima de la inflación del trimestre, cerrando el año en línea con el alza de precios. Sin embargo, el gobierno apela a otorgar bonos y ampliar otros planes para mejorar los ingresos de los beneficiarios de la seguridad social.
Si además de los salarios, sumamos jubilaciones, asignaciones, y otros gastos sociales, la masa de ingresos reales de las familias llegará a las elecciones habiendo crecido un 2,7% en el último año (por debajo del crecimiento de la masa salarial real), pero 4,2% por debajo del tercer trimestre de 2019 y 11,8% por debajo de la previa de las elecciones 2017 (caídas más moderadas que las de la masa salarial).
Por último, el impulso a los ingresos de las familias será complementado con programas de financiamiento a tasas subsidiadas para estimular el gasto privado, que está recuperándose a paso lento. Pero a pesar de este “push electoral” vía crédito, el stock de préstamos reales al consumo llegará a las elecciones en niveles similares a los de 2019 y 40% por debajo de la previa de las elecciones 2017, con victoria oficialista a nivel nacional.
Fuente Clarin