Continúan llegando malas noticias desde China. En junio pasado, la prensa informó que algunos investigadores que, con frecuencia, llevan a cabo análisis de imágenes satelitales, descubrieron más de cien silos para misiles intercontinentales que Pekín mandó construir en el desierto noroccidental del país.
Luego, en julio, los titulares compartieron datos en torno a un nuevo y perturbador descubrimiento, también tras registrarse análisis de imágenes obtenidas por satélite. En esta oportunidad, hallaron otros cien silos para misiles intercontinentales (ICBM) en una locación diferente, a pocos cientos de kilómetros del sitio original. En total, hablamos de más de doscientos nuevos silos para misiles balísticos.
Está claro que, cuando los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos se refirieron elípticamente a las intenciones chinas de duplicar, triplicar e incluso cuadruplicar sus fuerzas nucleares durante la próxima década, de seguro se referían a esta novedad. Nada de lo referido comporta buenas noticias; aunque las malas tampoco terminan aquí.
China, habiendo desplegado ya una modesta fuerza nuclear a base de misiles terrestres, está evolucionando para consolidar un ‘tridente nuclear‘, el cual se compone de fuerzas estratégicas localizadas en tierra, en el mar y en el aire -capacidad similar a la que hoy contabilizan los Estados Unidos de América y la Federación Rusa. Mientras que Pekín ciertamente no es un homenaje a la transparencia, especialmente en lo que concierne a temas de seguridad, nada de esto ha sido inesperado.
China se ha involucrado en un acopio sin precedentes en lo que respecta a sus fuerzas convencionales y, recientemente, ha comenzado a prestar especial atención a la construcción de fuerzas nucleares estratégicas, de igual manera.
En efecto, en el año 2015, China puso en funciones a la Fuerza de Misiles del Ejército Popular de Liberación, responsable por la administración de fuerzas convencionales y nucleares con base terrestre, como servicio separado de las fuerzas armadas chinas -y a la par con el ejército, la armada y la fuerza aérea. Se trata de una cuestión de vital importancia.
Más aún, y conforme evidencia la importancia de la Fuerza de Misiles para China, de acuerdo al Pentágono, ‘En 2019, la República Popular China lanzó más pruebas de misiles balísticos para entrenamiento que todos los países del mundo en conjunto’.
En consecuencia, y dependiendo del formato en que Pekín despliega tales silos -esto es, completándolos con misiles o con señuelos para, eventualmente, confundir a un eventual atacante-, China podría -significativamente- incrementar el tamaño de su fuerza nuclear con base en tierra.
La preocupación es que estos ICBMs estén siendo armados con misiles portadores de ojivas múltiples (MIRVs, a partir de las siglas en inglés). Esto significaría que podrían contabilizarse cinco o más cabezas nucleares por cada vector (misil). Esta significativa ampliación debería arrojar dudas sobre los informes que China cuenta con una cifra estimativa de escasas doscientas armas nucleares en su arsenal.
En lugar de ello, las recientes revelaciones sugieren que Pekín podría estar a la vuelta de la esquina de alcanzar paridad nuclear con Washington, en los próximos años (Estados Unidos cuenta un aproximado de 1.500 armas nucleares en estado operativo). Adicionalmente, el Ejército Popular de Liberación también desplegó numerosos submarinos portadores de misiles balísticos, desarrollando por vez primera una fuerza naval estratégica de ataque -y no detectable.
Los misiles balísticos transportados por submarinos llevarán doce misiles armados con cabezas nucleares, con capacidad para alcanzar porciones del territorio continental de los Estados Unidos de América, dependiendo de la locación de disparo.
Asimismo, China también está modernizando sus fuerzas de bombarderos estratégicos, armándolos con misiles balísticos dispuestos para ser lanzados desde el aire. Algunos analistas incluso han especulado que esas aeronaves podrían también contar con misiles crucero con ojiva nuclear.
Por último, un informe de prensa fechado el pasado 30 de julio, compartió información en torno de una obra en construcción en un sitio utilizado por China en el pasado para desarrollar pruebas nucleares, lo cual podría consignar otro incremento en la actividad nuclear de Pekín. Claramente, China está poniendo énfasis en sus fuerzas nucleares, diversificándolas y ampliándolas alternativamente.
Un tridente nuclear completo proporcionaría a la República Popular un efecto disuasorio nuclear de notable credibilidad y flexibilidad -con capacidad de supervivencia-, en comparación con su antigua fuerza nuclear con base terrestre.
Esta novedosa capacidad otorgaría a Pekín una mayor libertad de acción en el concierto internacional, también a efectos de influenciar y amenazar no solo a Washington, sino también a los aliados y socios estratégicos de los Estados Unidos. De igual modo, limitará las respuestas alternativas frente al comportamiento cada vez más beligerante de Pekín.
La fuerza estratégica china también potenciará los niveles de incertidumbre -y riesgo- en un ambiente de seguridad internacional ya de por sí desafiante, caracterizado hoy por más escenarios de competencia y rivalidades.
Como resultado, Washington habrá de considerar con la debida seriedad estos desarrollos, así como también diseñar réplicas adecuadas frente a la amenaza nuclear china, para resguardar los intereses estadounidenses y a efectos de que la capacidad disuasiva nuclear americana se mantenga inalterable -y no se tope con competidores.
Artículo original, en inglés
Seguir en @Brookes_PeterSobre Peter Brookes
Es Analista Senior en temáticas relativas a seguridad nacional en la Fundación Heritage, Washington, D.C. En la actualidad, Brookes ejerce su tercer período como miembro designado en el congreso estadounidense de la Comisión de Revisión de Seguridad y de Economía entre Estados Unidos y la República Popular China. Anteriormente, se desempeñó en la Administración del ex presidente George W. Bush como secretario adjunto de Defensa para Asuntos de Asia y del Pacífico, en donde fue responsable por la política de Defensa de EE.UU. de 38 países y cinco alianzas bilaterales en el continente asiático.