Escenas del
crimen
La venganza narco que conmovió al país y aún no tiene final
Candela Sol Rodríguez tenía 11 años cuando fue secuestrada el 22 de agosto de 2011 en Hurlingham. Nueve días después tiraron su cuerpo a unas 30 cuadras de su casa. El monolito que la recuerda está abandonado
y rodeado de basura. Cómo sigue la causa.
El cuerpo de Candela fue tirado desnudo, dentro de una bolsa negra, frente a las narices de la Policía Bonaerense.
Virginia Messi
Cuentan los vecinos que, de tanto en tanto, alguien se acerca al monolito y deja una vela, una flor. Explican también que, por el viento, esas velas encendidas han causado más de un incendio y que, por eso, el pequeño altar
levantado en el lugar donde la tarde del miércoles 31 de agosto de 2011 tiraron el cuerpo de Candela Sol Rodríguez (11) hoy parece tan abandonado, tan triste.
Quemado, rodeado de basura, con cuatro virgencitas de plástico que se asoman desde la estructura rota y ennegrecida por el fuego, el monolito no es fácil de encontrar sin ayuda de la gente de la zona.
Queda poco de aquel mini monumento lleno de coloridas flores de plástico rojas, coronadas por una bandera argentina con el lema “basta de inseguridad“.
Fue levantado hace 10 años sobre la calle Cellini al 4700, a unos 30 metros del cruce con la colectora de la Autopista del Oeste, en Villa Tesei. Está pegado a un descampado y lo más vivo que se ve por la
cuadra son los patos del vecino de enfrente que graznan cuando aparece cualquier extraño. El lugar parece abandonado por completo.
Cuatro carteles escritos a mano sobre cartón piden, ruegan, que no se tire basura. Pero es inútil y por la vereda de pasto se ve de todo. Y en el medio de ese “de todo” está el lugar donde los asesinos de Candela la
tiraron desnuda y dentro de una bolsa negra.
La nena fue subida por la fuerza a una Ford EcoSport tras salir de su casa para encontrarse con unas amigas, con quienes asistía a un grupo de boys scout, en la parroquia San Pablo Apóstol.
Nueve días después de haberla secuestrado, la dejaron ahí, frente a las narices de la Policía bonaerense que juraba haber saturado la zona a más no poder con el único fin de encontrarla.
Cuesta entender que los asesinos de Candela hayan “descartado” su cuerpo a sólo cinco cuadras de la llamada “casa rosa“, ubicada sobre la calle Kiernan 992. Allí -según el planteo de la Justicia- la
nena estuvo cautiva el día 29 de agosto, poco antes de que la mataran.
En esa casa -que según el fiscal Mario Ferrario fue “de tránsito”- se encontró y secuestró un bowl con arroz en el que había ADN de la nena. Las sospechas de que fue plantado en el lugar nunca pudieron ser
acreditadas o despejadas totalmente.
Carola Labrador, cuando pedía a gritos: “Los que la tienen saben que se les acabó el tiempo. Muchachos, devuélvanla. Tienen la manzana rodeada”.
La casa donde vivía Candela, en Coraceros al 2500, Villa Tesei. Carola Labrador se mudó de allí tras el crimen.
Gladys Mabel Cabrera (51), la dueña de esa casa, que por entonces estaba en trámites de alquiler, pasó seis meses en la cárcel pero finalmente fue desvinculada del caso. Su situación está “archivada”.
No pasó lo mismo con el carpintero Néstor Altamirano (60), a cuya esposa (amiga de la fallecida mamá de Gladys) le habían pedido que cuidara al perro de la familia mientras el chalé de Kiernan estuviese vacío.
Para él, la causa por la “privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte” de Candela Sol Rodríguez aun no terminó.
El carpintero y Candela II
Altamirano continúa viviendo en la misma casa de la calle Charrúas 1069 de Villa Tesei (Hurlingham),
adonde la Policía lo fue a buscar el 5 de septiembre de 2011, cinco días después de que apareciera el cuerpo de Candela.
Sigue siendo un hombre sencillo. Durante la pandemia logró continuar con sus trabajos de carpintería en su casa. Como siempre lo hizo, a 10 años del crimen clama por su inocencia y dice que por la
única razón por la que el pisaba la casa de la calle Kiernan 992 (ubicada a unos 100 metros de su hogar) era para alimentar a Bobi, el perro de una amiga de su esposa.
La mujer había fallecido y nadie podía cuidar a Bobi porque era un perro bravo que mordía a quien se le cruzara. “Él no tiene nada que ver. Ni siquiera era quien iba a cuidar la casa. Era la
encargada… pero esos días justo viajé a Tucumán”, le cuenta a este diario Nélida, esposa de Altamirano.
“Devuelvan a Candela”, el grito de todo Villa Tesei durante el cautiverio de la nena, en agosto de 2011.
Ni Nélida ni su esposo tienen problemas en ser entrevistados o de que les tomen fotografías. Les parece que son víctimas de una gran injusticia y han aprendido a vivir con lo que les pasó.
“Mi sueño es que todo termine de una vez e irme a vivir lejos, al campo, tranquilos, con muchos animales. Nosotros estamos en esta casa desde 1989. En el barrio todos me conocen y saben que no tuve nada que ver. Soy
inocente y no me escondo de nadie“, sintetiza Altamirano en la charla con Clarín.
Altamirano es tan bichero que luego de que recuperara la libertad se hizo cargo de Bobi y lo cuidó hasta que murió de viejo.
Los seis meses que pasó preso, señalado como la persona que le llevaba de comer a la nena durante su cautiverio en Kiernan, son un recuerdo lejano pero que no puede dejar definitivamente atrás. La razón: la acusación contra
él sigue en pie como el primer día. Y por eso irá a juicio oral.
Contra Altamirano la fiscalía esgrime dos argumentos. 1: era una de las dos personas (junto con Gladys Cabrera) que tenía llave del lugar donde la Justicia dio por acreditado que estuvo Candela al menos el 29 de agosto;
2: vive al lado de una mujer a la que solía ir a visitar Hugo Bermúdez (condenado como autor material), sin embargo él siempre negó conocerlo o haberlo visto siquiera alguna vez.
Carola Labrador, junto al entonces gobernador Daniel Scioli y el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, el día que hallaron muerta a Candela.
El juicio oral de Candela II no se hará antes de mediados del 2022 porque el Tribunal Oral en lo Criminal N° 6 de Morón ya tiene ocupada su agenda hasta abril del año que viene. Debido a la pandemia de coronavirus, los jueces Alejandro Rodríguez Rey, Cristian Toto y
Andrea Biarzi tuvieron que suspender la audiencia preliminar para que las partes presentaran las pruebas. Estaba por hacerse en marzo de 2020, justo cuando comenzó la cuarentena estricta.
Se sabe que los fiscales del debate serán Pablo Galarza y Mario Ferrario, el mismo que llevó adelante la investigación en la etapa de instrucción. También que Carola Labrador, mamá de Candela, seguirá en el papel de querellante
de la mano del estudio de Fernando Burlando.
“Tengo la conciencia tranquila, pero aun así… a veces pienso… si me jodieron una vez, me pueden joder otra. Igual creo que me van a absolver. No tienen pruebas porque esas pruebas no existen”, remata
Altamirano.
Detalle de color: su caso fue el que presentó a en sociedad al abogado Matías Morla, quien por
entonces estaba lejos de soñar con conocer a Diego Maradona y hacerse millonario. Morla no logró desvincular al carpintero de la causa Candela. Él no lo vio nunca más en la vida. “Me manda a alguien de su estudio. Su secretario me
acompañó cuando declaré ante el nuevo fiscal”, dice Altamirano, sin quejarse.
La casa rosa de la calle Kiernan al 900, donde para la Justicia estuvo cautiva Candela antes de que la asesinaran. Su dueña, Gladys Mabel Cabrera, estuvo presa pero fue desvinculada del caso.
Por el crimen de Candela ya hubo un primer juicio que terminó en 2017 con las condenas a perpetua para Hugo Elbio Bermúdez (64), como autor material, y para Leonardo Jara (44), como partícipe necesario.
También, con una pena menor (4 años) para Gabriel Fabián Gómez, como partícipe secundario.
El fallo fue dictado por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 3 de Morón el 20 de septiembre de 2017 y confirmado por la Sala IV de la Cámara de Casación bonaerense el 29 de junio del año pasado.
El carpintero Altamirano quedó en un segundo lote de procesados a la espera del llamado juicio Candela II junto a unos compañeros de banquillo que no tienen nada que ver con su perfil.
En este grupo está Miguel Ángel “Mameluco” Villalba (57), acusado como autor intelectual. También, el informante de la Bonaerense Héctor “El Topo” Moreyra (51)
y el policía Sergio Chazarreta (53), primo de su esposa, señalados como las dos personas que el lunes 22 de agosto de 2011 secuestraron a la nena en Coraceros y Bustamante, casi en la esquina de su casa.
La multitudinaria despedida a Candela, el 1° de septiembre de 2011. Primero hubo un velorio íntimo y luego la gente pudo entrar a la sala.
El féretro con los restos de la nena, que fueron llevados al Cementerio Parque Hurlingham en medio del reclamo de “justicia”.
Un matrimonio que pasaba por el lugar vio cómo Candela -que iba rumbo a una reunión de scouts- era subida a una Ford EcoSport negra que, para los investigadores, es la que en esa época manejaba Chazarreta.
De todos los acusados del próximo juicio, sólo Villalba está preso y no es por esta causa sino por una condena unificada a 27 años por narcotráfico y lavado de dinero, expediente que lo mantiene viviendo en el penal de Rawson.
Para la fiscalía, Villalba mandó a secuestrar a Candela porque pensaba que su padre, Alfredo “Juancho” Rodríguez, lo había entregado a la Policía Federal, que lo detuvo poco tiempo antes de la desaparición de la nena. “Juancho”,
con antecedentes por piratería del asfalto, estaba preso al momento del crimen.
Una de las escuchas más sugestivas de la causa es la que refleja una conversación, en pleno secuestro de la nena, en la que “Juancho” le pide a la mamá de Candela que le cuente todo a la Policía.
Los puntos clave del caso Candela
La pedicura de la “casa rosa”
La “casa rosa” ahora es “bermellón”, aclara Gladys Mabel Cabrera, que vive allí con su hijo desde el 2012. Cuando fue el crimen de Candela, ella estaba por alquilar el lugar a un hombre que la pintó de rosa en un día y que nunca
fue sospechoso en el caso. Muchos no se explican por qué.
“Yo vivía en Capital Federal, alquilaba donde vivía. Cuando me metieron presa temí no salir nunca más, así que decidí dejar ese departamento… ¡y a los 15 días me excarcelaron y no tenía dónde ir con mi hijo! Entonces
nos fuimos a lo de mi tía, en Lanús Este”, cuenta a Clarín Mabel, sentada en el living de Kiernan donde hace pedicuría, manicuría, tintura y masajes.
“Al principio venían a atenderse señoras y me decían: ‘¡Acá estuvo Candela! Yo las sacaba carpiendo. No sé si tendría que decirlo: para mí la nena nunca estuvo acá, fue un invento. Yo estuve
seis meses presa, fue tremendo”, recuerda Cabrera, a quien le gusta que la llamen por su segundo nombre, Mabel. Por el momento prefiere una conversación sin fotos.
Los padres de Candela: Carola Labrador y Alfredo “Juancho” Rodríguez, quien al momento del hecho estaba detenido por piratería del asfalto.
En medio de la charla, su hijo de 20 años -estudiante de tercer año de Biotecnología en la Universidad Nacional de Hurlingham- sale a saludar. Parte de la decisión de mudarse a Kiernan fue para que él tuviera su propia
habitación, su espacio.
“Cuando llegamos, esto estaba abandonado. Nos vinimos con mi hijo y Beto (su perro) y nos metimos en un cuartito. Y poco a poco la fuimos arreglando. A mí se me ocurrió pintarla de bermellón, me gusta”, cuenta.
Para Mabel, Kiernan guarda recuerdos difíciles, previos al caso Candela: “Yo viví acá hasta los 16 años. Pero tengo una historia particular: la señora que me crió como mi mamá, en realidad era mi abuela. Nunca me gustó esta casa,
esta zona, pero ahora estamos bien”, remata Mabel, quien de vez en cuando se cruza por la calle con Altamirano. Ambos se consideran mutuamente buenos vecinos.
Como lo vió la prensa
Coraceros sin Candela
En agosto de 2011, la calle Coraceros al 2500 fue copada por periodistas, móviles de televisión transmitiendo en vivo y curiosos varios. En Coraceros 2552 (Villa Tesei, Hurlingham) vivía Candela con su mamá, Carola
Labrador, y sus dos hermanos. Su padre estaba preso por pirata del asfalto. De allí salió la nena caminando a encontrarse con unas amigas y nunca volvió.
Hoy en Coraceros apenas una pintada color gris la recuerda. Casi ni se nota que el grafiti dice Candela. En la casa vive otra familia que no tiene interés en hablar del caso.
El abrazo de los padres de Candela el día que se dictaron las penas contra Hugo Bermúdez, Leonardo Jara y Gabriel Fabián Gómez en los Tribunales de Morón.
Hugo Bermúdez (de campera verde) fue condenado a perpetua, en 2017, como autor material del homicidio.
La casa de la que Carola se mudó casi de inmediato cambió su fachada varias veces y en 10 años perdió el frondoso árbol que tenía en la vereda. “Yo llevo 40 años en el barrio. La familia de la nena fue mi vecina ocho años.
Luego de lo que pasó se fueron y no los vi más”, comenta Osvaldo, quien recuerda perfectamente a Candela.
Los 10 años que pasaron desde el secuestro -concretado a apenas unos metros- borraron cualquier rastro de lo ocurrido. La gente hace cola frente al frigorífico que queda justo frente de lo que fue el hogar de Candela Sol
Rodríguez y no entiende por qué alguien le saca fotos a esa casa con tan poco encanto.
Leonardo Jara, al igual que Bermúdez, recibió una pena a prisión perpetua, aunque como partícipe necesario del homicidio.
Miguel Ángel “Mameluco” Villalba, detenido por narco y sindicado como autor intelectual del asesinato, irá a juicio en 2022.
De Carola Labrador lo último que se supo públicamente fue que firmó una carta contra Carolina Píparo
reclamando que la legisladora provincial renuncie a su cargo en la Municipalidad de La Plata.
“Una secretaria de Asistencia a las Víctimas no puede seguir con su automóvil luego de atropellar a una o a dos motos, alejándose luego y dejando sin atención a las personas heridas”, advirtieron los firmantes. Carola la
calificó como una mujer “maléfica”.
Héctor “El Topo” Moreyra, acusado de ser buchón policial, será juzgado en el caso Candela II, el año próximo.
El monolito donde arrojaron el cuerpo de la víctima, hoy, en la colectora de la Autopista del Oeste y Vergara, luce abandonado.
Además del juicio Candela II, Carola -que no quiso hablar con Clarín– sigue impulsando otra causa en el fuero civil contra el Estado bonaerense por su mal desempeño en la investigación del caso.
“El Estado forma parte del grupo de autores materiales del crimen” (…). Ese crimen ha quedado absolutamente impune“. Todo ocurrió “por el accionar de un Estado calamitoso, indolente, despreocupado y sin compromiso
por la verdad y la Justicia“, dice textualmente la demanda “Labrador Nancy Carola c/ Fisco de la provincia de Buenos Aires s/ Pretensión Indemnizatorio“.
La demanda civil fue radicada el 12 de septiembre de 2014 en el Juzgado en lo Contencioso Administrativo N° 1 de la
Plata y allí sigue, en modo “pausa”, debido a la pandemia de Covid-19. La cifra de reclamo inicial es de 8.860.000 pesos, a los que se les deberán aplicar los intereses.
Por lo pronto, en plena pandemia llegó una mala noticia para Labrador en este aspecto. En diciembre de 2020, la Cámara de Casación Penal bonaerense confirmó el sobreseimiento de los tres jefes policiales a los que el fiscal Mario Ferrario había
indagado por su desempeño durante la investigación del caso: Juan Carlos Paggi, ex jefe de la Fuerza; su poderoso número dos, Hugo Matzkin, y quien era jefe de Investigaciones, Roberto Castronuovo.
Los tres formaban parte del “comité de crisis” que centralizaba la investigación durante los días en los que Candela estuvo secuestrada y analizaba las pistas sobre el crimen, cuando finalmente su cuerpo fue encontrado dentro de
una bolsa, desnudo y con claras señales de haber sido abusada sexualmente.
En 2011, Paggi, Matzkin y Castronuovo estaban en el apogeo de su poder y, sin embargo, no pudieron encontrar a la nena con vida.
Aunque usaron 1.500 agentes, helicópteros, 140 patrulleros y 16 perros rastreadores, los asesinos tiraron su cuerpo cuando quisieron, donde quisieron.
Y ni siquiera la encontraron ellos, sino un cartonero que pasaba por el lugar, un lugar donde hoy -una década después- sobrevive a duras penas un monolito triste, incendiado y rodeado de basura.
Fuente Clarin