Por Fabian Kantor
Las estadísticas reflejan una rareza. En 2021, un año electoral, los salarios pierden otra vez contra la inflación a pesar de los esfuerzos del Gobierno por evitarlo. “El problema es que desde octubre de 2015 vienen cayendo fuertemente y en estos 6 años nunca dejaron de caer”, resume el presidente de la consultora Analytica. La contracción de ingresos y el poder de compra impacta en el consumo de bienes y servicios, desde los más básicos (alimentos y bebidas), a los durables, como autos, electrodomésticos y la construcción.
La estrategia oficial de estimular el consumo, en este contexto, resulta un paliativo, coinciden los entendidos. “La ayuda social, como el IFE o la AUH, ayuda que no caiga tanto, pero en el mejor de los casos, los salarios podrían ubicarse en el nivel de 2019, esto es casi 10% menos que en 2017”, interpretó Lorenzo Sigaut Gravigna, economista jefe de Equilibra. A esa lógica habría que computarle “el significativo atraso de las tarifas” y el dólar oficial anclado con respecto a la inflación, justamente para evitar una escalada de precios.
La relación del consumo y el poder de compra de los ingresos con las urnas es estrecha, pero no lineal. “Es difícil que la economía en el trimestre de las PASO, incluso con el “push” del consumo que impulsa el Gobierno, le aporte votos al oficialismo”, opina Elisabeth Bacigalupo, analista de Abeceb. Equilibra lo pone en perspectiva. Medido en pesos de hoy, “en 2021 el salario medio cayó 5% respecto al de las primarias de 2019 y 14,3% en comparación con las de 2017”.
Un informe de Analytica elaborado en exclusiva para Clarín resulta revelador. Tomando como base el sueldo formal del sector privado en Capital, el poder de compra del sueldo viene cayendo desde las PASO de 2013. Aquel año, el último con alza de consumo, con un salario promedio se podían comprar 521,3 kilos de pan y ahora, 372,3, es decir 172 kilos menos. Lo mismo ocurre con el asado (220 kilos a 109), sachets de leche (1.367 a 894), paquetes de yerba (394,7 a 174,9).
Otros ejemplos: pagar la factura de gas en 2013 representaba el 1,2% del salario; este año, el 4,7%. Comprar un 0 km de los más baratos requería 15,5 salarios promedio y hoy, el mismo auto equivale a 24,5.
La pérdida de valor de los ingresos repercute en el consumo, una variable determinante en el humor social. No obstante, los expertos recomiendan no sacar conclusiones precipitadas ni lineales. Un estudio de OJF indica que en los últimos 4 años el salario real cayó drásticamente: 2018 (-6,3%), 2019 (-9,5%), 2020 (-3,6%) y 2021 (-1,5% proyectado). “Los ingresos están estancados desde 2008, con dos años buenos: 2012 y 2013”, dice Fausto Spotorno, economista de esa consultora.
Precisamente en 2013, con el consumo en relativa ebullición, el kirchnerismo (segundo mandato de Cristina) perdió las elecciones de medio término. Incluso en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde se impuso Sergio Massa, en ese entonces opositor.
El consumo masivo (alimentos, bebidas, tocador y limpieza) es un segmento crítico porque atraviesa a todas las clases sociales. Sobre este aspecto, la consultora Nielsen analizó su evolución en los últimos períodos electorales. “En 2013 se vio un crecimiento más significativo (3,9%) y fue el nivel más alto de los últimos años”, señala el informe. Desde ese entonces, “los niveles tendieron a la baja, a pesar de que en el medio existieron algunos años positivos”.
“En lo que va del 2021 -subrayaron-, ya estamos comenzando a ver subas de doble dígito en los últimos meses, aunque esto es esperable por la caída de 2020”, todos registros distorsionados por el efecto de la pandemia y la prolongada cuarentena.
El impacto de la pandemia en la economía es notorio. Bacigalupo, de Abeceb, indica que si bien el consumo privado en el segundo semestre de 2021 registra una mejora de entre 4 y 5% interanual, “todavía está 19,1% por debajo de 2017, principalmente por la caída de 11,7% del salario real”. La economista añade que “el poder de compra del sueldo promedio será similar al de 2019, pero es un 13% inferior a las PASO de 2013”.
El consumo privado en general incluye todos los bienes y servicios. Un informe de Equilibra hace foco en la relación entre el sueldo y el asado, un emblema de la mesa de los argentinos, a través de los años. Por la alta inflación, la gente puede comprar cada vez menos, más allá del signo político de la gestión: 244 kilos en 2007; 172 kilos en 2011; 206 kilos en 2013; 193 kilos en 2015; 197 kilos en 2017; 203 kilos en 2019; y este año, 129 kilos. “La inflación ya no es un mal crónico: es un problema agudo y es crucial resolverlo”, recomienda Delgado.
La situación se agravó con los años. Spotorno, de OJF, remarca que el salario real está prácticamente estancado desde 2008, salvo en 2012 y 2013. En nuestro escenario base -agrega- no anticipamos una recuperación este año ni en 2022”. Bacigalupo completa: “Los salarios, el empleo, la actividad, el consumo y la situación social han quedado tan golpeados tras una década de estancamiento, dos recesiones (2018 y 2019) y la pandemia, que luce difícil pensar en dosis homeopáticas de mejoras”, analizó.
“La inflación acumulada en lo que va del año es comparable con el cimbronazo cambiario que había sufrido la administración Cambiemos en 2019. El nivel de salario real sólo supera a la elección de medio término de 2001, magro resultado más aún teniendo en cuenta las perspectivas hacia delante”, explica Guido Lorenzo, de la consultora LCG.
En los últimos años, la Argentina alternó ciclos expansivos, los años impares y de elecciones, y recesivos, los pares. En el período actual, la lógica parece no aplicar, en gran medida por la irrupción del “cisne negro” de la pandemia. Para alentar el consumo, el Gobierno relanzó el “Ahora 12”, con planes de hasta 30 cuotas, para la compra de electrodomésticos, motos y otros bienes durables. Por ahora, los resultados son pobres.
Bacigalupo explica que “si bien el crédito ayuda, hay gente que no lo puede aprovechar porque muchos bancos no ajustaron los límites de compra”. Una de las principales marcas internacionales de tecnología evaluó que “en los primeros días, las ventas aumentaron 12%”, un nivel por debajo de las proyecciones optimistas que barajaban.
Sobre los planes y los límites de las tarjetas, Sigaut considera que se generó “una especia de consumo bizarro, con crédito disponible pero sin poder comprar”. La inflación, para Delgado, es el resultado de los desequilibrios macroeconómicos y el gran perdedor es el salario real. “Básicamente, llevamos una década perdida en materia económica”, concluyó el economista.
Construcción: barata en dólares, cara en pesos
El costo de remodelar cocinas y baños bajó medido en dólares, dicen los expertos.
Históricamente, la construcción es un mercado que se rige por el dólar. Las sucesivas devaluaciones “abarataron” el costo de refaccionar para los tenedores de billetes verdes. Según la consultora Reporte Inmobiliario, para remodelar hoy un baño y cocina estándar hay que invertir alrededor de US$7.720, mientras que a comienzos del 2018 se necesitaban US$17.070.
“Si comparamos con el pico de enero del 2018, en la actualidad el costo de refaccionar ambos ambientes se encuentra 55,09% por debajo de dicho período, analizando los costos en dólar blue con la cotización de inicios de mes ($180,5).
No obstante, el director de esa consultora, Germán Gómez Picasso, señala que medido en pesos, “construir es cada vez más caro”. La razón es simple. En junio, los precios de los materiales subieron 69% interanual, muy por encima del salario y de la inflación. “Sólo es beneficioso para los que tienen ahorros en dólares”, dijo.
Fuente Clarin