El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, se reunió en Washington con su homólogo estadounidense, Joe Biden, convirtiéndose así en el segundo líder europeo que recibe la Casa Blanca. El mandatario ucraniano gozó de una cálida bienvenida en todos los órdenes, regresando al país con un amplio paquete de acuerdos prometedores, incluyendo los sectores de la defensa y la energía. La delegación ucraniana naturalmente tuvo que enfrentarse a los salvajes intentos de su poderoso enemigo por socavar la importancia de la visita y retratar a Ucrania desfavorablemente, como si se tratara de un país que acudió a pedir limosna.
Además, Rusia viene amenazando sistemáticamente a los socios de Ucrania como respuesta a las discusiones de Washington sobre las perspectivas de adhesión de Ucrania a la OTAN. El secretario de prensa del Kremlin, Dmitriy Peskov, advirtió enérgicamente sobre la reacción inexorable de Moscú ante cualquier plan de la Alianza de acercar su infraestructura militar a las fronteras rusas, lo que el Kremlin ve como una amenaza directa a su seguridad.
Al mismo tiempo, los últimos ataques frenéticos por parte de Moscú en los múltiples frentes de la guerra híbrida de la información que viene librando desde hace mucho tiempo contra Kyiv, ponen de manifiesto el indiscutible éxito de la visita de trabajo del mandatario ucraniano.
Los intentos desesperados de Rusia para restar importancia y ridiculizar el resultado del viaje al extranjero del presidente ucraniano también demuestran que uno de los mayores temores del Kremlin es el apoyo unificado a Ucrania en la arena global y la disposición de las potencias occidentales, incluyendo una de las grandes locomotoras geopolíticas, como es el caso de los EE. UU, para una acción conjunta y resuelta con el fin de disuadir la agresión rusa contra los actores más débiles
En este sentido, Rusia desplegó una campaña multidimensional a través de plataformas de medios y redes sociales, con la participación directa de su maquinaria diplomática, así como de pseudo expertos y periodistas, incluyendo entre ellos a algunos extranjeros, para tratar de quitar peso el éxito de Ucrania.
Pero la victoria de Ucrania este mes fue más allá de la visita de trabajo del presidente, ya que a ella hay que sumar el logro del país al volver a colocar el tema de Crimea como prioridad en la agenda internacional. El intento de anexión de Crimea por parte de Rusia, de ninguna manera puede ser considerado un “hecho consumado”, como ha quedado subrayado en la cumbre inaugural de la Plataforma de Crimea que acogió Ucrania, con la participación de numerosos representantes gubernamentales de máximo nivel, antes de la visita del presidente Zelensky a los EE.UU.
En esta cumbre, los participantes firmaron una declaración conjunta reconociendo a Rusia como potencia ocupante, reafirmando la política de no reconocimiento del intento de anexión de Crimea y solicitando al Kremlin que cese las violaciones del derecho internacional y proceda a devolver la península ocupada a Ucrania.
Antes de la celebración de la histórica cumbre, la administración rusa había estado siguiendo una política agresiva, sirviéndose del chantaje a los gobiernos más vulnerables para que no participaran en el evento, empleando todo tipo de tácticas sucias. Este trabajo, sin embargo, no logró empañar significativamente el número de asistentes.
Existe una razón por la que Rusia está tan alterada frente a una coalición internacional que condena el apoderamiento ilegal de Crimea. Después de todo, más allá de las declaraciones generales y las críticas diplomáticas, también existen medidas bastante prácticas que la comunidad internacional puede emprender para castigar a Rusia por su agresión contra Ucrania, incluso en lo que respecta a Crimea y sus residentes.
En medio de una crisis en curso de carácter polifacética, Rusia teme claramente cualquier nueva sanción que pueda provenir de Estados Unidos y otros actores importantes, por ejemplo, como consecuencia de la militarización de Crimea o los planes de Rusia para hacer de la península una base nuclear más.
De ahí los intentos del Kremlin por generar la mayor confusión y ruido informativo posible en torno a la visita de Zelensky, distrayendo al público (a su propia ciudadanía en este caso), con las perspectivas inminentes de hundirse en un receso más profundo aún si los socios de Ucrania llevan adelante las sanciones en su contra.
Mientras tanto, la Casa Blanca está vigilando de cerca los movimientos de Rusia en el Mar Negro y el Mar de Azov, donde Moscú ya ha modificado de facto el equilibrio de poder al construir el puente sobre el Estrecho de Kerch, restringiendo la navegación e incrementando su propia armada naval en la zona. El problema quedó reflejado, de hecho, en el acuerdo de defensa que Zelensky y Biden firmaron la semana pasada.
Otro punto peculiar que vale la pena señalar en la última oleada anti ucraniana de Rusia en el espacio de la información consiste en una serie de demandas absurdas que presentaron contra Ucrania ante los tribunales internacionales, solo para confundir y desacreditar al sistema de justicia internacional. Pese a no tener posibilidades de lograr un resultado positivo en el campo jurídico, utilizan dicho intento principalmente con finalidad propagandística, adaptando la opinión pública del sistema de justicia internacional como tal.
Frente a la última oleada de éxito de Ucrania en su búsqueda de apoyo internacional, Rusia está tratando por todos los medios de revertir el progreso del país con este fin comprometiéndolo a los ojos de los socios extranjeros. La cuestión es que los líderes del Kremlin simplemente no pueden aceptar la elección del pueblo ucraniano y el hecho de que Kyiv esté cada día más lejos de la esfera de control de Moscú.