Diana Altavilla es psicóloga y consultora de la Organización Panamericana de la Salud. Foto: Alejandro Santa Cruz
Diana Altavilla, una de las voces más autorizadas en la Argentina y en el extranjero sobre conductas suicidas y autolesivas, señaló que las personas que llegan a un suicidio suelen consultar en los meses anteriores a ese acto a profesionales de la salud, y que, previamente, incluso, tuvieron ideaciones o intentos de suicidio sin que hayan sido advertidos como para hacer intervenciones de salud mental.
En el Día Mundial y Nacional de Prevención del Suicidio, cuya conmemoración es este viernes, Télam conversó con Altavilla, psicóloga y consultora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para la problemática en Argentina, quien detalló cuáles son las señales de alarma y estrategias de prevención, atención, seguimiento y posvención ante una situación vinculada al suicidio.
Altavilla también preside la sección de Suicidio y Autolesiones de la Asociación Argentina de Salud Mental y de la Federación Mundial de Salud Mental.
– Télam: ¿Cuál es la definición de suicidio?
-Diana Altavilla: El suicidio o intento de suicidio no está definido por si la persona llegó a morir sino por el potencial de muerte del acto que cometió. Es de consenso mundial que las personas que llegan a un suicidio han consultado en los últimos tres meses a profesionales de la salud, y que a su vez han tenido otras amenazas y/o intentos de suicidio previos sin que sean tenidos suficientemente en cuenta para hacer intervenciones.
“Las personas de mayor vulnerabilidad son aquellas que viven la situación de incertidumbre y desamparo en forma extrema””
– T.: ¿Cuáles son los factores de riesgo y las señales de alerta?
– D.A.: En general los factores de riesgo son todos aquellos hechos, episodios y circunstancias que rodean a una persona que implican una amenaza alta y que la persona evidencia que no puede comprender o afrontar. Las señales son muy variadas, pero hay un detalle significativo: esas señales resultan extrañas al entorno más inmediato, como sus amigos, que suelen decir que la persona “está distinta”. Hay que considerar los cambios significativos que empeoran o cambian su lazo social, disminuyendo sus habilidades para enfrentar creativamente problemas usuales de su vida.
– T.: ¿Qué otras señales pueden ser dadas?
– D.A.: Pueden serlo el llanto, aislamiento, silencio o extrema euforia, o manteniendo una posición pasiva de deterioro que avanza en el tiempo. El suicida, aunque sabe que su acto es letal, en realidad no quiere morir sino reducir a cero su dolor moral.
– T.: -¿Las autolesiones también son señales de alerta?
– D.A.: Las autolesiones cortantes, los accidentes de tránsito reiterados, los consumos excesivos de alcohol, son muestras conscientes o inconscientes de un dolor que reflejan la necesidad de “alivio fallido por medios no vitales”. Las personas de mayor vulnerabilidad son aquellas que viven la situación de incertidumbre y desamparo en forma extrema.
“En todo el mundo los índices de suicidio aumentaron con la pandemia, porque la pandemia es la vivencia de incertidumbre y desamparo””
– T.: ¿En qué medida el suicidio es un acto monocausal o multicausal?
– D.A.: Nunca una persona se suicida por un solo motivo, para llegar a eso tiene que haber una suma de varios factores. Hay muchos factores relevantes en esta problemática, entre ellos sociológicos, individuales, grupales, psicosociales y culturales. Suelen tener una cuestión acumulativa de daño, donde toleran y acumulan deterioro, no lo enfrentan y eso va mellando su autoestima, que ahora llamamos “recursos para afrontar adversidades”.
– T.: ¿Cómo afecta esta problemática a las distintas franjas etarias?
– D.A.: Desde los años ’90, a nivel mundial, las cifras de suicidio adolescente se incrementaron de modo significativo, y la tendencia ahora sumó al grupo etario de los jóvenes de 18 a 24. Ahora se nota que las cifras de jóvenes que llegan hasta los 30 o 34 años han aumentado también. Las cifras en 2019, antes de la pandemia, indican que en la franja de 15 a 19 años eran de 10,8%; de 20 a 24, del 14%; de 25 a 29, del 11%; y de 30 a 34, del 10%. Pero, estas cifras bajan en menores de 15 años a 1,6%, y de 35 a 39 años a 7,5%. El rango más sensible es la adolescencia.
– T.: ¿Qué ocurrió con los índices a partir de la pandemia por coronavirus?
– D.A.: En todo el mundo los índices de suicidio aumentaron con la pandemia, porque la pandemia es la vivencia de incertidumbre y desamparo, que crece increíblemente.
“Si hay un suicidio en una comunidad ya hay un deterioro psicosocial además de individual y es necesario focalizar rápidamente en intervenciones de detección””
– T.: ¿Qué es necesario hacer en cuanto a prevención?
– D.A.: Se necesita construir espacios de acceso rápido para las “urgencias subjetivas”, cuando la persona siente que no da más, donde también tenga acceso a una línea telefónica. La línea de ayuda es un puente para acceder a un tratamiento. También es fundamental la conciencia colectiva, apoyar a las ONGs que están trabajando en cuidado mutuo y transmitir a la población trabajar en conjunto con equipos de salud mental y con aquellos espacios colectivos -barriales o de organizaciones- que para los adolescentes son vitales como lugares de pertenencia.Por último, es importante acompañar si alguien está aislado o desvalido a un servicio de salud, entre otras. Estas acciones bajan sensiblemente los índices de suicidios.
– T.: ¿Cómo se trabaja la problemática después de un suicidio?
– D.A.: Después de un suicidio se estiman 20 intentos registrados o no en el entorno. Si hay un suicidio en una comunidad ya hay un deterioro psicosocial además de individual y es necesario focalizar rápidamente en intervenciones sociales e individuales de detección y reconstrucción social con acciones concretas: establecer lugares de atención rápida, lugares de salud mental donde las personas o grupos de pertenencia puedan recurrir, y realizar recomendaciones poblacionales para crear conciencia.
Ante una situación de riesgo recurrir personalmente o en nombre de otra persona al centro de salud más cercano
Comunicarse con Línea de Prevención del Suicidio – Ayuda a Personas en Crisis: 135 (gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires), (011) 5275-1135 o 0800-345-1435 (desde todo el país).
El llamado es personal, confidencial y anónimo.
Contacto de Diana Altavilla para consultas: diana.altavilla@gmail.com
Fuente Telam