El Frente de Todos está en plena ebullición. En medio de la tensión y tras un duro cruce en la noche del domingo tras la estrepitosa derrota electoral, Alberto Fernández y Cristina Kirchner se reunieron este martes en la intimidad de la Quinta de Olivos. El encuentro alimenta las especulaciones de cambios en el Gobierno, cuando el Presidente parecía ganar tiempo en su estrategia para mantener a su staff, al menos hasta noviembre.
Aunque desde ambos sectores niegan la reunión, Clarín pudo saber de fuentes oficiales que la vicepresidenta arribó cerca de las 19 a la residencia. “Para analizar la elección y ordenar cómo vamos a dar vuelta en noviembre”, se limitó a decir un funcionario al tanto del encuentro, que resaltó la importancia de reafirmar “la unidad”.
De la cita, que siguió a la conversación telefónica que habían mantenido el lunes, no hay hasta el momento más trascendidos. Pero sirve para ordenar las internas.
Por lo pronto, mientras en la Casa Rosada todavía se aferran a señalar que “no hay que esperar” variantes sino “reencauzar la gestión” de cara a las generales, en discusiones internas todavía se da el debate sobre la conveniencia de acelerar los cambios y anticiparlos ó hacerlos por goteo.
La movida del Gabinete provincial, de poner a disposición de Axel Kicillof la renuncia, no pasa inadvertida en Balcarce 50: se da luego de que desde el Gobierno retrucaran, ante el pedido de cambios que hizo el kirchnerismo, que si el Presidente cambia su equipo también deberían hacerlo en la Provincia, porque también el gobernador perdió la elección. “Qué oportuno, ¿no?”, ironizó un colaborador del Presidente, al repasar los dichos de la ministra de Gobierno provincial, Teresa García, quien contó que todo el Gabinete “ha puesto a disposición” sus renuncias. “El gobernador tendrá que tomar la decisión de elegir con qué equipo quiere seguir y con quién diseñará su gabinete futuro”, dijo la funcionaria en radio La Red.
Así como desde el kirchnerismo duro no ocultan su malestar con el rumbo y el perfil de la administración, y con algunos ministros nacionales, especialmente el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), la derrota en las PASO y el ensañamiento de los socios de la coalición con Fernández, atribuyéndole toda la responsabilidad de la derrota, desató a funcionarios que rodean al Presidente. “Perdimos todos. No perdió solo Alberto. Perdió Cristina, perdió Axel, perdió Sergio (Massa)”, recuerdan.
Aunque hacia afuera se mantiene la estrategia de repetir una y otra vez que no habrá cambios, puertas adentro del Gobierno crece el debate sobre la conveniencia de esperar -o no- a noviembre para oxigenar a los ministros. Quienes creen en no tocar el staff se apoyan en dos argumentos válidos. El primero sostiene que, si hasta el jueves el balance público de Fernández era que el Gabinete había estado a la altura en un momento tan complejo como la pandemia, cualquier retoque por la caída ante Juntos por el Cambio iría en contra de su propia palabra y, en consecuencia, carecería de credibilidad la convicción de imprimir un cambio al área en cuestión. “Hay que pavimentar el camino para hacer cambios, no es de un día para otro”, exponen.
Luego, hay quienes pregonan cautela y no por suponer que se trata de un equipo que funcione. “¿Si hace los cambios ahora, qué dejamos para noviembre? Esto es largo…”, se ataja un alto funcionario, de los incondicionales del Presidente.
Esto abre el otro dilema en el Frente de Todos. ¿Sirven eventuales cambios por goteo? “No tiene efecto hacer algo en cuotas. ¿Qué cambia si saca a Guzmán solo? ¿Cuánto le llega a la gente ese anuncio? ¿En qué cambia si se va sola (la ministra de Seguridad, Sabina) Frederic? ¿Cuántos votos da eso?”, interpela un ministro del Gabinete, de los pocos que todavía este miércoles asegura que “va a haber cambios” .
Mientras Fernández encomendó a Cafiero y a Guzmán que termine de pulir el paquete de medidas económicas para anunciar este jueves, en términos políticos toda definición será tomada entre Fernández y Cristina Kirchner, en conjunto. El domingo, como publicó este diario, hubo un cónclave en el mismo búnker, en el que hubo duros reproches. Las caras de la vicepresidenta y el gélido trato hacia su Presidente y a la candidata ungida por él, Victoria Tolosa Paz, dieron cuenta de esa tensión.
Estas diferencias visibles no hicieron más que acrecentar la disputa entre segundas y terceras líneas, tal vez un aspecto poco taquillero en el debate mediático pero difícil de contener si se desborda. De ahí la importancia del cónclave del martes, para bajar la tensión.
Es que la discusión por los nombres en ese terreno queda en un segundo plano y afloran los reproches mutuos por el rumbo: mientras el kirchnerismo duro considera necesario redoblar y apostar a la radicalización de la gestión, en un formato similar al del segundo mandato de Cristina, quienes vieron en Fernández la posibilidad de volver a aliarse con la vice e impulsar un peronismo moderado, están convencidos que la elección se perdió por motivos que exceden a la difícil situación de la economía. “Hablar de la economía sólo es un error. En 2019 la gente votó a Alberto y el camino de la moderación contra el neoliberalismo de Macri. No votó a Cristina. Fue un error creer eso”, analiza un amigo del Presidente que se jacta de decirle “todo en la cara”.
Horas antes del encuentro con Cristina, en un almuerzo con intendentes, el Presidente no descartó hacer cambios en su staff, a diferencia de la línea que trazó hacia afuera.
Fernández sabe los nombres que la vice quiere afuera del Ejecutivo, pero al mismo tiempo que todos ellos son considerados funcionarios de su confianza y que, en caso de entregarlos, lo pondría en un escenario de mayor vulnerabilidad política. Hay quienes creen que para salir de esa encerrona, podría recurrir a una solución salomónica y disponer que se vayan uno de cada sector de la coalición, pero nadie quiere perder a su tropa. ¿Habrá cedido Cristina?
Fuente Clarin