Por Enrique Guillermo Avogadro
“Los peronistas somos como los gatos: cuando todos creen que nos estamos peleando, en verdad nos estamos reproduciendo”.
Juan Domingo Perón
Me he equivocado algunas veces en mis interpretaciones de la realidad y, quizás, hoy reincida pero, como me consta con qué falta de escrúpulos se comporta siempre Cristina Fernández, estoy convencido de que la crisis que se desató el miércoles no existe, que es sólo una puesta en escena y que, otra vez, quieren vendernos gato por liebre. Ideó una nueva maniobra para intentar, simulando coraje y fortaleza en el Presidente Nada, revertir las duras trompadas que propinó la ciudadanía a su ensalada gobernante en las PASO; como no puede transformarlo en viudo y ponerle su vestidito negro, quiere recrear la imagen idílica de un Alberto Fernández disfrazado de contemporizador que le permitió vencer en 2019 engañando a tantos. Nadie, mucho menos la dirigencia opositora, debería comerse este bombón relleno.
Si algo de lo que vimos fuera real, ya hubieran sido despedidos todos aquellos que se dijeron dispuestos a renunciar y otros personajes que son claves, como Carlos Zannini (Procuración del Tesoro), Martín Soria y Juan Martín Mena (Justicia), Gerónimo Ustarroz (Consejo de la Magistratura), Mercedes Marcó del Pont (AFIP), Cristina Caamaño (AFI), Félix Crous (OA) y Ricardo Nissen (IGJ), o sea, los guardaespaldas de la familia Kirchner ante los tribunales; si se fueran, diré que me equivoqué. La probabilidad de una renuncia de Alberto Fernández es también descartable, porque seguramente disponen de “convincentes carpetas” para evitarlo.
El domingo pasado, un milagroso alud cayó sobre las generalizadas creencias de la ciudadanía e impactó duramente en el original artificio que permitió a la PresidenteVice volver al poder, a pesar de la multiplicidad de causas penales que la afectan. Tuvo razones multicausales pero, obviamente, algunas prevalecen: el fracaso en la conducción sanitaria, la soberbia y el autoritarismo de las autoridades, el “Olivosgate”, la arbitraria “cuareterna” y el descenso de la menguante clase media, el cierre y la fuga de empresas, la pérdida de trabajos, la inflación y el deterioro del salario real, los millones de chicos sin clases y abandonando la escuela, la proliferación del narcotráfico, la creciente inseguridad y la violencia cotidiana, la liberación de criminales y corruptos, la falta de expectativas y la masiva emigración de jóvenes, la corrupción rampante.
El fenómeno produjo graves efectos sobre el escenario político: Cristina Fernández dejó de ser la reina indiscutida y temida del peronismo; aún unificado, éste puede ser vencido y ha perdido la representación de los más pobres; La Cámpora ya no expresa a la juventud; comenzó la diáspora de los caciques provinciales y municipales para cuidar sus quintas; y, como siempre, las veletas de los techos del edificio de Comodoro Py comenzaron a girar por impulso de los nuevos vientos políticos. Resultará interesante ver, en la causa contra Cristóbal López, Fabián de Souza y Ricardo Echegaray por robar al Estado US$ 1.000 millones, si el Fiscal Juan García Elorrio decide avanzar pese al insólito y apurado perdón que les concedió la AFIP que, además, les otorgó una moratoria en pesos, a ocho años y a tasa subsidiada; y qué hace el Juez Sebastián Casanello, al cual la Cámara Federal ordenó resolver la situación procesal de Cristina Fernández en el juicio de la “ruta del dinero k”, quien hasta ahora tiene una falta de mérito.
Ahora, el Gobierno emitirá cantidades siderales de papelitos de colores para intentar reducir en noviembre, con penosos anabólicos, las consecuencias de la hecatombe que soportó en las urnas; no tiene alternativas porque, si los números se reprodujeran, perderá el quórum en el Senado y dejará de ser la primera minoría en Diputados, con todo lo que ello implica para el modo de gobernar de la hotelera patagónica. Sin embargo, se trata de un arma de escaso filo, ya que nada podrá garantizarle que los beneficios que graciosamente dispense en los dos meses que restan se transformen en recuperación de votos pero, en cambio, con seguridad implicará que al día siguiente llegue un monumental impacto inflacionario, se complique aún más la probabilidad de llegar a un rápido arreglo con el FMI y la destruida economía nacional sufra un nuevo desbarranque.
Hace algún tiempo, describí un escenario hipotético, que Eduardo Duhalde y Alicia Castro, la ex Embajadora y doble agente del kirchner-chavismo, reflotaron el miércoles. Pregunté en aquel momento si, ante la imposibilidad de garantizar en las PASO sus objetivos de mínima relacionados con la impunidad para sus múltiples robos, Cristina Fernández podría desatar un violento conflicto en la calle, sirviéndose de sus muchos ejércitos (sicarios del narcotráfico, asesinos y violadores liberados, barrabravas, etc.), que habilitara la implantación del estado de sitio y, consecuentemente, la suspensión de las legislativas de noviembre. Hoy ya no es algo que pueda ser livianamente descartado.
De todas maneras, todos debemos ser conscientes de que hemos ganado una importante batalla pero la guerra no ha terminado y eso nos obliga a hacer ahora mucho más que lo que simplemente podemos. El propio Alberto Fernández dijo que se enfrentaban dos modelos de país, y que no estaba dispuesto a entregarse sin pelear; decodificándolo, es razonable pensar que se intentará un fraude masivo en el Conurbano bonaerense, donde tantos de sus candidatos debieron soportar fuertes sopapos; por ello, las tareas de fiscalización deberán ser más eficientes que nunca y todas las fuerzas democráticas deberán ejercerlas en beneficio de aquéllas que se hayan mostrado incapaces de cubrir todas las mesas. Sobre todo, habrá que ejercer un férreo control sobre los procesos informáticos del recuento de votos, para evitar que algún interesado diablo meta la cola.