
Sin duda, hubo que asimilar The Gracias Totales Experience, algo totalmente nuevo artística, tecnológica y conceptualmente. Buscando una manera de explicarlo, uno puede recordar a Adolfo Bioy Casares, que cuando su estrella favorita del Hollywood mudo, la super sexy Louise Brooks, desapareció por completo de las pantallas de los cines porteños -él no sabía que la chica se había autoexpulsado de Hollywood para filmar películas de vanguardia en Alemania como “La Caja de Pandora” de Pabst- empezó a imaginar el experimento de un científico para conseguir cierta inmortalidad, o sea revivir a su actriz favorita, que fue la raíz de su obra maestra, “La invención de Morel”.
El sábado, luego de un año y medio de espera en suspenso -al lado de lo que la horita de demora no es nada- esta Invención de Soda empezó a arrancar sutilmente con imágenes de los jóvenes Gustavo, Zeta y Charly en una intro que explotó en la forma de “Sobredosis de TV”, cantada con Cerati desde las múltiples y gigantescas pantallas de altísima definición, y de golpe había que pedir que te pellizquen para saber si todo no será un sueño, porque lo que estaba sonando, más allá de toda duda razonable, era Soda Stereo. Y es que si bien la inspiración más artística e intelectual del trío obviamente siempre fue Gustavo Cerati, lo cierto es que la contundencia impactante de sus shows en vivo dependían en gran medida (en dos tercios, para ser más exactos)- de la infernal bola de ritmos surgida del bajo de Zeta Bosio y la batería de Charly Alberti. Y fuera ante un par de docenas de seguidores de la primera hora en el Zero Bar del atrás del Zoológico porteño o décadas más tarde en los grandes estadios de todas las metrópolis de nuestro continente, la gran cualidad de un show de Soda Stereo siempre fue este inusual equilibrio entre la sutileza de las letras y las melodías a cargo de Cerati junto a los riffs de su guitarra que eran elevadas como un misil por la sección de ritmo -y se podría apostar que más allá de los discos, lo que convirtió a Soda en una banda no argentina sino de toda Latinoamérica como nunca antes había pasado en la historia, fue la experiencia de ver una banda de rock en castellano que sonaba a la altura de los grandes íconos del rock ingles o norteamericano.
Y eso es lo que se revivió el sábado y el domingo pasado en el campo de Polo de Palermo,
Pero claro, luego del explosivo primer tema, antes de que los fans entiendan bien qué fue eso, inteligentemente la música surgió esta vez desde el escenario con el virtuoso Richard Coleman, el de bandas de culto como Fricción y Los Siete Delfines, cantando y soltando como nunca chispas de su guitarra neo psicodélica en una alucinante rendición de “Hombre al agua” con arreglos nuevos pero enfocados en el espíritu musical de Cerati. Este fue el verdadero punto de partida para marcar el lugar exacto de esta gran Invención, que como todo experimento no siempre logró semejante exactitud. Por ejemplo, invitados en el escenario como Ruben Albarran de Café Tacuba imponían per se un homenaje propio pero en una veta distinta del original “Lo que sangra /La cúpula)”, mientras justo antes el chileno de Los Tres, Alvaro Henriquez ofrecía un homenaje más ajustado a “El rito”. Y a lo largo del show, desde las pantallas aparecían excelentes artistas como Julieta Vanegas en “Signos” o Mon Laferte para una brillante “Un millón de años luz”. Esta parte del experimento, la de usar videos pregrabados mezclados con los músicos en vivo curiosamente tenían un sonido técnicamente más depurado que los pasajes de música surgida solamente desde el escenario.
Estas intervenciones audaces desde el punto de vista de la industria del show business no tienen por qué ser mas cuestionadas que todo el sampleo y remixes que desde hace décadas hacen los deejays en las fiestas electrónicas, sobre todo teniendo la altura de lo que se vio el fin de semana pasado, intervenciones pregrabadas en video que también tuvieron estrellas como Juanes para “Prófugos” y al final, Chris Martin de Coldplay para el celebrado “De música ligera”. Pero si se lo piensa bien, estas apariciones en video sirven como encuadre de las intervenciones que nunca podrían venir desde este mundo, sino de algún lugar más etéreo, es decir las de Cerati que en dosis racionadas con astucia marcó lo fabuloso de esta Invención “Gracias Totales”. Por ejemplo la aparición del Cerati inmortal en “La ciudad de la furia” fue algo al borde de lo sobrenatural, dado que casi se podría jurar que este clásico sonó mejor que nunca, con un crescendo alucinante que confirmaba más y más que esto realmente era Soda Stereo.
El público de la vieja escuela apreció más homenajes en vivo como las acertadas performances de Gustavo Santaolalla. Aquel lejano hippie de Arco Iris y la opera rock “Sudamérica” que era el indicador para charanguear de lo lindo en “Cuando pasa el temblor”. Igual que el Babasónico Adrián Dargelos para “Trátame Suavemente” que le dio un toque propio moderando el romanticismo del clásico “lento” compuesto por Daniel Melero.
Pero más allá de esta diversidad y matices capaces de conformar los gustos de toda la gama del público reunido en el evento (con todos los modelos de gente en look y edades imaginables) lo que convirtió formidable a “Gracias Totales” fue usar con talento, inteligencia e imaginación todos los recursos tecnológicos futuristas del siglo XXI para que, de manera ciento por ciento genuina, podamos seguir disfrutando de Soda Stereo.
Al menos mientras los seres humanos no se conviertan en morlocks, para lo que habría que cuidar un poco más el protocolo, apenas una pizca menos desastroso que lo que estamos viendo en canchas de fútbol y manifestaciones políticas. En este sentido, Gracias Totales se diferencia con el toque ecológico de ser la primera banda sudamericana en participar de la propuesta de primermundistas como su amigo de Coldplay para plantar arboles devolviendo al planeta el daño que potencia el calentamiento global que genera una gira de estas proporciones épicas, que en los próximos meses seguirá por varios países de América, incluyendo Chile y los Estados Unidos.