En el FMI se juega a la política como en cualquier organismo internacional en el que están presentes las principales potencias planetarias. Por eso la auditoría que difundió el organismo sobre el préstamo que le otorgó a la Argentina en 2018 no fue exclusivamente técnica. También divulgó la postura de algunos de sus directores, y por esa vía se filtraron sugerencias que en su momento se hicieron llegar a la Argentina, y que según el Fondo, podrían haber mejorado el impacto del megacrédito, como aplicar cepos o reestructurar la deuda
Del lado argentino, solo hubo consideraciones duras del actual gobierno. Los funcionarios de Cambiemos eligieron ser prudentes, sin ventilar los términos de lo que fue una negociación intensa que no conformó a las partes. El staff del Fondo sabía que tenía que arribar a algún tipo de acuerdo que impidiese un default soberano en un país “amigo”. Los hombres de Mauricio Macri solo querían mostrar que podían conseguir el financiamiento que en ese momento no les daba el mercado, pero sin asumir que los verdaderos problemas estaban por venir.
El triunfo legislativo de 2017, y la aprobación de varias reformas densas a fin de año (el Consenso Fiscal, la reforma tributaria, el cambio en las jubilaciones) le dio al macrismo un exceso de confianza que no le hizo bien. Después de escuchar críticas a la falta de coordinación con la que operaba el Banco Central de Federico Sturzenegger, vino el 28-D, que alteró el ánimo de los que inversores que preferían un Central independiente antes que alineado. La imposición de un impuesto a las Lebac (pedido por el massismo como precio para votar el Presupuesto 2018) provocó una dolarización de portafolios, que se sumó en abril a la salida de capitales por la suba de las tasas de EE.UU. y a la menor entrada de dólares de la sequía. Macri aceptó entonces la sugerencia de acudir al FMI: iba a ser un paraguas transitorio.
El mercado leyó ese paso en forma negativa. El Gobierno quería defenderse ante la demanda de dólares, pero el Fondo impuso la famosa banda cambiaria. La Argentina aspiraba a que esa banda fuera una calle, y el FMI la pensó como una autopista.
La dolarización continuó, y para un gobierno que imaginaba que la inflación era un problema estrictamente monetario, cuando los precios empezaron a dispararse y la actividad a contraerse, el problema ya no fue la deuda. El Fondo aceptó rehacer el crédito con una cifra récord, asumiendo que no iba a tener que desembolsarlo en su totalidad (similar al blindaje de Machinea-De la Rúa). Pero no funcionó. Como sintetizó Enrique Szewach este fin de semana, si hubo un entorno favorable a ayudar a Macri en el directorio, sus cláusulas de ajuste lo condenaron a perder la elección. La moraleja que le queda a Alberto Fernández es: el que define la suerte es el staff, no el directorio.
Fuente El Cronista