Por el Dr. Jorge Corrado* -Especial Total News Agency-TNA-
“Aquel a quien no le preocupa el futuro, se topará con la desgracia.” Confucio
Terminada la “Guerra Fría” en 1989/1991, se inicia en nuestro continente un período de posguerra caracterizado por la perplejidad de nuestros intelectuales y una gran confusión conceptual entre los estrategas teóricos. Ello se tradujo en parálisis política, ideologización legislativa y licuación institucional. Consecuentemente, cuando llegó el 11 de septiembre de 2001 y se inicia la Nueva Guerra Mundial “Antiterrorista”, la situación socio-política-económica de los latinoamericanos es el mejor caldo de cultivo para experiencias violentas, conducidas por el “macroterrorismo” que en nuestra Región tiene un nombre propio: Narcoterrorismo.
Gran parte de nuestras comunidades tienen quebrado su contrato social. Los pueblos, defraudados en sus esperanzas, han perdido la confianza en sus dirigencias extraviadas o corrompidas. Ante semejante debilidad estructural y frente a un enemigo innominado, poderoso y “global”, operando en red, el continente presenta una real y peligrosa situación de indefensión estratégica generalizada, por carencia de un Tratado de Defensa Común y de un Concepto de Seguridad Colectiva establecido en oportunidad, frente a un enemigo no-estatal, unificado, presente en nuestros países y reactivado en los últimos meses en diversos países del área, en virtud de la “contraofensiva revolucionaria” expresada púbicamente por las resoluciones del Foro de San Pablo en su reunión de julio de 2019.
El espacio “Sur”, con estados nacionales muy débiles y pueblos convulsionados por las crisis, se constituye naturalmente en el “santuario” de éste mortal y dinámico enemigo global.
Una respuesta lúcida y adecuada a la etapa histórica que transitamos, exige la recuperación ética de la Política, la rehabilitación institucional de los estados nacionales y el decidido avance hacia la integración política regional y continental, a partir de un Tratado de Defensa Común y su consecuencia: la alineación de las Políticas Exteriores y Económicas de nuestras naciones.
Anticipamos que “el conflicto regional” es grave e inédito, “la cooperación estratégica” débil e ineficiente y “la proyección estratégica del Mercado Común del Sur”, inexistente.
La novedosa agresión a nuestros valores y por ende a nuestra gobernabilidad republicana y se está manifestando abiertamente en diversos países de la región.
Es suficiente la lectura de la primera plana de nuestra prensa diaria, para apercibirnos del progresivo nivel de deterioro alcanzado por la Defensa y la Seguridad en las Américas y la pérdida consecuente de la Libertad y el Desarrollo de nuestros pueblos.
El “desafío central”, para cumplir con nuestro propósito, radica hoy en la comprensión de la naturaleza cualitativa de la agresión que ha llegado con el siglo XXI, como dilecta hija de los acelerados avances de la Revolución Científica Tecnológica y del desenlace de la Guerra Fría y sus consecuencias políticas en Iberoamérica.
Radica en aislar y fijar lo sustantivo, el valor central de estas “Guerras Sociales”, “Guerras de la Tercera Especie”, de la “Cuarta Generación”, “Guerras Asimétricas” o “Guerras Híbridas” como están siendo bautizadas por diferentes autores las guerras que, en diverso grado de avance, se desarrollan “internamente”, en los estados-nacionales sudamericanos, abarcados y condicionados por la Guerra Mundial Antiterrorista que se inició el 11 de septiembre de 2001.
Las guerras, “innegablemente el más espectacular de los fenómenos sociales”, evolucionan con el ritmo que les imprime la situación política internacional y la innovación tecnológica. Indiscutiblemente, son fenómenos altamente dinámicos, como“manifestación de la Política”.
Los Estados-Nacionales y sus Fuerzas Armadas prevén la guerra para evitarla, o ganarla frente al agresor que la impone. Pero ni los Estados ni las Fuerzas Armadas se organizan ni adiestran para “la” guerra, sino para “una o varias” guerras determinadas. Las guerras posibles y probables. Las más peligrosas y en la coyuntura 2022, la que está presente.
Si el Estado está consolidado, si sus instituciones son firmes y las fuerzas armadas cubren con eficiencia su rol, administrarán la Paz. La Paz posible. Se dispondrá del Estado Necesario y de las fuerzas aptas, factibles y aceptables.
La paradoja de la guerra es que ésta se prevé para que no llegue. Cuando la ceguera ideológica, la incultura política, el prejuicio o la corrupción impiden la consolidación del estado y el sano desarrollo institucional de sus fuerzas armadas, tengamos la certeza que no habrá Paz.
Si esto fue siempre así históricamente, en el ámbito de la presente “guerra antiterrorista”, frente a un enemigo casi inasible, innominado, financiera y tecnológicamente poderoso, operando globalmente en red, la debilidad del estado se constituye en una vulnerabilidad absoluta. El espacio geográfico de ese estado enfermo y débil será el asiento del “crimen organizado”, provocando en los estados débiles, indefensos, paralizados y en “guerra social”, su feudalización y segregación, en definitiva su consolidación como Estado Fallido.
He allí los Desafíos a la Defensa y Seguridad para Iberoamérica y las “guerras del siglo XXI” para el Continente.
El desarrollo en el Derecho Político de una Teoría del Estado Necesario para Iberoamérica es, en el año 2022, una insoslayable exigencia estratégica. El Estado-Nación es el objetivo a ocupar por el enemigo, a través de su implosión social interna y, a la vez, es el instrumento, el medio irremplazable para enfrentar el “desafío a la defensa y la seguridad en el siglo XXI” que tienen las naciones y el continente americano.
La “raíz de las guerras contemporáneas se localiza en la debilidad de los Estados” y que, consecuentemente, el comienzo de la resolución de éste problema está en su recuperación institucional. Siendo éste el principal problema político-estratégico que enfrentamos los iberoamericanos, con severas consecuencias para los Estados Norte. Debiéramos sin demora reconstruir las soberanías estatales desde la integración y hacerlo desde el problema estratégico mismo, que exige una nueva Política de Defensa Integrada, un Planeamiento Estratégico Combinado-Conjunto, una nueva Organización y Despliegue y en consecuencia, una reestructuración conceptual de las relaciones Sur-Sur y Norte- Sur.
Allí está la palanca para recuperar institucionalmente a nuestros estados nacionales debilitados.
La Profesora Louise I. Shelley, de la American University, ha señalado: “En algunas sociedades en desarrollo, la corrupción y el poder del crimen organizado se han vuelto tan corrosivos que ponen en peligro la fe de los ciudadanos en su nación y en sus líderes”.
El prestigioso autor Kalevi Holsti, (“The State, War and the State of War”. Cambridge University Press. 1999) decía hace casi dos décadas: “No es fácil encontrar una línea divisoria entre la guerra y la criminalidad en muchos de los conflictos actuales”.
Estas reflexiones, realizadas desde el Norte desarrollado y desde Estados fuertes, observan prioritariamente la evolución de las guerras europeas y asiáticas en éste siglo. Desde el Sur Iberoamericano, reconocemos en ellas un gran acierto y realismo. Sin embargo, es necesario complementarlas con elementos originales de nuestra Región, que las hacen mucho más complejas y dramáticas.
En Iberoamérica, dentro del marco global de la Guerra Mundial Antiterrorista en acto, se desarrollan dentro de los estados nacionales, bajo dirección política y estratégica externa unificada, con variantes en sus formas y distintos niveles de avance según el país, las versiones contemporáneas de las guerras civiles, íntimamente asociadas con el vaciamiento del Estado Nación.
El caldo de cultivo en que éstas prosperan, se nutre de la debilidad de los regímenes de gobierno, los resabios del estado de bienestar, el paternalismo prebendario, los populismos, la transculturación, la pobreza, la desocupación, la desinformación demagógica, la ansiedad y el temor frente a los desafíos de la economía competitiva y de la civilización del conocimiento.
La descentralización y constante expansión de la violencia regional, implican necesariamente una fusión de la violencia política y el delito común. Éste es el punto donde se hace más evidente la simbiosis entre los residuos revolucionarios-terroristas del período de la guerra fría y el nuevo flagelo violento, que no aparece con el rostro de un guerrillero ideologizado, sino de un “cuestionador social”, militante híbrido de una “guerra social” desarrollada con netas y variadas formas delictivas. La disgregación social y política avanzan por éste camino, a paso firme.
La presencia de las FARC colombianas, en diversos países de la Región, garantiza a los “residuos revolucionarios” y a los “nuevos cuestionadores” del “modelo neoliberal” los aportes financieros y la actividad y directivas centralizadas del “Foro de San Pablo”. En toda la región, la actividad del tráfico y consumo de drogas ha tenido un crecimiento constante y es el catalizador del aumento en progresión geométrica del delito común, ante la parálisis del sistema político y del Estado.
Implosionado el imperio soviético y desprestigiada la ideología marxista, la lucha tomó otro curso, otra forma, pero el objetivo es el mismo. ¿Cuál será la estrategia de los revolucionarios en el futuro? La que yo denomino subversión light. La fase armada del conflicto puede ser solamente de horas, pero no más larga que semanas, una o dos. Si el proceso de derrocamiento dura más que ese tiempo, deberá abortarse la operación.
Haciendo un análisis de la situación actual y su prospectiva, en Iberoamérica se están manifestando condiciones favorables: Factores económicos negativos. Tendencias sociales negativas. Tendencias políticas negativas por debilitamiento de lo militar como institución social y consecuente aumento de la corrupción social. Tendencia psico-social negativa: creación de un ambiente social de urgencia y temor, creado por manipulación de la opinión pública.
Los nuevos revolucionarios serán “demagogos idealistas, utópicos, localizables entre los grupos por los derechos indigenistas, por los derechos humanos, ecologistas, teólogos de la liberación”.
Las tácticas usadas serán: “clientelismo político, modernas formas de esclavitud a través de planes sociales que lejos de ser otorgados por razones extraordinarias y excepcionales se transforman en una verdadera negación al trabajo mismo, impuestos a los sectores productivos especialmente a la clase media, ideología ambigua, exacerbación de los nacionalismos, control de los sindicatos de servicios, coalición con idiotas útiles presentables, creación de caos urbano a través de una ejercitación progresiva, etc.”
La toma del poder podríamos formularla en la siguiente hipótesis predictiva: “proceso corto, que no de lugar a la reacción militar, conquista de un sector de clase media, mantener ambigüedad ideológica, fuerte propaganda externa, impedir previsiones militares, organizar y conducir coalición de cuestionadores sociales, controlar el sistema social, preparar y explotar la oportunidad para la toma del poder”. Ello conllevaría a un cambio constitucional con la consiguiente extinción del Estado Liberal Republicano creado en 1853, y la creación de un nuevo Estado basado en el Socialismo siglo XXI, que no es más que un neo-marxismo disfrazado de pseudo igualitarismo.
*Dr. Jorge Corrado.
Coordinador del Área de Seguridad y Defensa, Profesor del Máster de Historia Militar y del Máster de Inteligencia del Instituto de Estudios en Seguridad Global de España (iniseg.es). Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires