La Comunidad Valenciana afronta el final del año con una situación epidemiológica muy diferente a la que había cuando el coronavirus asestó un tercer golpe en sus inicios que colapsó hospitales a un ritmo de cien muertos diarios. La vacuna que protege ahora a un 94% de los mayores de doce años -a la espera de completar el proceso en la franja de entre cinco y once- no era una solución entonces porque apenas había viales, pero sí lo es ahora. En los hospitales, de hecho, el ritmo de ingresos está siendo muy contenido teniendo en cuenta que la incidencia se eleva ya por encima de los mil casos por cada cien mil habitantes. El Gobierno autonómico ha fiado a las dosis de refuerzo, al pasaporte covid -también ligado a la inmunización para convencer a los rezagados- y al uso de la mascarilla -obligatoria en interiores y exteriores- el control de la pandemia, con los contagios desbocados en plenas fiestas navideñas. Tanto es así que la renovación hasta mayo de seis mil sanitarios contratados como refuerzo no será suficiente para sostener la atención en los centros de salud. «A más contagios, más rastreos y más carga de trabajo a repartir entre los mismos. Las Urgencias están llenas», explicaba hace unas semanas a ABC el portavoz del Foro de Médicos de Atención Primaria de la Comunitat Valenciana, José Manuel Peris. «Estamos en fiestas, pero no para fiestas», ha resumido en varias ocasiones el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, preguntado constantemente sobre la adopción de medidas más duras ante el daño que esta ola -agravada por la variante ómicron- puede provocar en el sistema sanitario valenciano. Imagen del presidente de la Generalitat, Ximo Puig – JUAN CARLOS SOLER
De momento, el Consell se inclina por mantener las restricciones vigentes desde el 9 de octubre y una serie de recomendaciones que ha trasladado a los consistorios para que decidan si llevan a cabo o no los eventos arraigados a estas fechas en base a los indicadores epidemiológicos. En esa misiva, la Conselleria de Sanidad advierte del riesgo que existe en las actividades que se realizan en interiores -sin mascarilla ni ventilación- y en aquellas donde no se puede mantener la distancia interpersonal. En la ciudad de Valencia, con una incidencia superior incluso a la media autonómica, las primeras víctimas del coronavirus de la programación navideña fueron la San Silvestre, por su carácter lúdico, y la fiesta de Nochevieja en la Plaza del Ayuntamiento, que estará cerrada al público para evitar concentraciones de personas a medianoche. Pese a los cambios en los aforos y las medidas adoptadas a pocas horas de su inaguración, Expojove, un tradicional espacio de encuentro familiar, tampoco abrió sus puertas como estaba previsto el pasado 26 diciembre para no correr riesgos. E igual suerte ha corrido la celebración de las campanadas infantiles. A raíz del documento enviado a los municipios, la Cabalgata de Reyes también se ha cancelado para evitar aglomeraciones y se convertirá en un espectáculo estático en la Plaza de Toros con las mismas medidas que rigen este tipo de eventos. Un ‘plan B’ con el que la capital del Turia busca «hacer justicia a un sector de la población que ahora mismo puede quedar para jugar, merendar, ver películas, espectáculos teatrales o de circo o acudir a campos de fútbol y baloncesto pero no puede disfrutar de la llegada de los Reyes Magos en una cabalgata al uso», en palabras del edil de Cultura Festiva, Carlos Galiana. Así está el riesgo de propagación del coronavirus La contradicción que señalaba este miércoles el concejal va más allá si se tiene en cuenta que la Generalitat ha autorizado en el edificio Veles e Vents de la misma ciudad una macrofiesta de Nochevieja con un aforo de 772 personas, a las que se les exigirá el pasaporte covid. Una de las muchas que se celebrarán a lo largo del territorio. El baile está permitido con el tapabocas mientras no se está consumiendo, algo que no siempre se cumple. Mientras, las mesas de bares y restaurantes siguen limitadas a diez comensales. Cabe recordar que el certificado europeo se reclamará hasta el 31 de enero en todos los establecimientos de hostelería y ocio nocturno independientemente de su aforo; así como en todos los espacios que, sin ser de estos ámbito propiamente, la mascarilla no puede llevarse de forma permanente, como son aquellos eventos donde se dan servicios de comida o bebida. Entre ellos, se incluye las sedes festeras, los servicios de catering en locales públicos o abiertos al público, los circos, los cines donde hay servicio de palomitas, los servicios de restauración de los alojamientos turísticos y los centros diurnos de personas mayores. Además, se exigirá en los festivales de música que se celebren en espacios cerrados y en espacios al aire libre donde no sea factible el uso de mascarilla de forma permanente; en las piscinas cubiertas, donde la mascarilla no puede ser utilizada permanentemente; y en los gimnasios. De momento, no se solicitará en las terrazas de bares y restaurantes.
Fuente ABC