LAS TUNAS, Cuba. – Cuba concluye 2021 en un estado de penuria económica y zozobra sociopolítica como nunca antes en 63 años de dictadura castrocomunista. Si según Noah Webster una nación es “un cuerpo popular que habita un mismo país y está constituido bajo un mismo gobierno”, pero a decir de Aristóteles “un montón de gente no es una república”, habría que decir que los cubanos todavía estamos, según el concepto aristotélico, lejos de la república yP cerca del montón respecto a los poderes de un Estado omnipresente.
Si nación es “un cuerpo popular que habita un mismo país y está constituido bajo un mismo gobierno”, entonces… ¿Qué es el Estado? Un concepto clásico de Estado es el de Normann Heller: “Una unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con modos de poder propios y claramente delimitado en lo personal y territorial”.
Según la Convención Panamericana de Montevideo de 1933, cuatro elementos deben integrarse para que un Estado sea sujeto de derecho internacional: población, territorio, gobierno y capacidad de entrar en relación con otros Estados.
En El político y el científico, un ensayo de 1919, ya Max Weber conceptuaba al Estado como “una asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de su territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas”.
Respecto a esas “jerarquías supremas”, muchísimos años antes que Weber, Nicolás Maquiavelo, en su ensayo El príncipe, escrito en 1513, dijo: “los Estados y soberanías que han tenido y tienen autoridad sobre los hombres, fueron y son, o repúblicas o principados”, y respecto a ellos la mejor estrategia y la única realmente efectiva es la destrucción de la ciudad conquistada y la dispersión de sus habitantes, porque, según Maquiavelo, “no hay medio más seguro de posesión que la ruina”.
Y no parecen caber dudas de que Fidel Castro debió hacer concienzudas lecturas de la obra de Maquiavelo, particularmente de El príncipe, antes, durante y después de tomar el poder el 1ro de enero de 1959, a juzgar por el culebreo de su discurso político. Recordemos que el mandamás primero negó que era comunista para luego afirmar que siempre fue marxista.
Fidel Castro hizo efectivo ese maquiavelismo destruyendo al pueblo cubano, partiendo de sus células primigenias, que fueron la familia y el municipio, y dispersando a sus habitantes, quienes luego de 63 años de castrocomunismo, no paran de huir de su tierra, mientras Cuba, como nación, es un país sumido en la ruina económica y en la mendicidad cívica.
Estado fallido, Estado en crisis, Estado vulnerable, Estado en descomposición o Estado colapsado no son conceptos académicos sino expresiones de políticos, sociólogos y periodistas refiriéndose a lo que una figura controvertida, pero ineludible en derecho político, Jean-Jacques Rousseau, conceptuó cuando dijo: “Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombre (ser humano), a los derechos de humanidad e incluso a los deberes”.
Retratando a la nación cubana y al régimen castrocomunista ahora mismo en 2021, ya en 1750 Rousseau sentenciaba: “Mientras el gobierno y las leyes proveen lo necesario para el bienestar, las ciencias, las letras y las artes, menos despóticas y quizás más poderosas, extienden guirnaldas de flores sobre las cadenas que las atan, anulan en los hombres el sentimiento de libertad original, para el que parecían haber nacido, y les hacen amar su esclavitud y les convierten en lo que suele llamar pueblo civilizado. La necesidad creó los tronos; las ciencias y las artes los han fortalecido”.
En 1919, Max Weber identificó al Estado fallido por la pérdida del monopolio de la “violencia legítima”. Dicho de otro modo: por la incapacidad de ejercer los poderes del Estado a través de sus instituciones armadas, policiales, judiciales o administrativas. Visto desde ese prisma, ninguna duda cabe de que, por su capacidad de represión, el totalitarismo castrocomunista no es un Estado fallido, sino uno eficientísimo, y así lo ha demostrado desde los fusilamientos en masa de 1959 hasta los encarcelamientos de mujeres, hombres y niños por las protestas del pasado 11 de julio.
Pero observemos indicadores bien definidos y divididos en cuatro grupos principales. Desde 2005, Fund for Peace (Fondo para la Paz) publica el Índice de Estados Frágiles, calificándolos a través de una escala de 120 puntos, donde el puntaje más alto indica una situación más débil, más vulnerable o más frágil. En 2021 fueron evaluados 179 Estados, entre los que Finlandia, con 16,2 puntos, alcanzó la categoría de muy sustentable; Cuba, con 59,5, se encuentra entre los gobiernos estables; Venezuela, con 92,6 puntos, quedó situada en alerta, mientras que Yemen, con 111,7 puntos, califica como un Estado en muy fuerte alerta. Luego cabe preguntar: ¿Es Cuba un Estado estable?
Atendiendo a los indicadores económicos, sociales o políticos en los que puntean deuda pública, productividad, desigualdades de desarrollo humano, migración, nivel de vida de la población –suministros de alimentos, agua potable, medicamentos e higienización–, legitimidad del Estado, representatividad, apertura del gobierno, niveles de confianza de la población en las instituciones gubernamentales, integridad de las elecciones, capacidad de los servicios públicos, protección de los ciudadanos, derechos humanos, o Estado de derecho… ¿Es Cuba un Estado estable o fallido?
Cuba, la nación y el Estado son fallidos porque, aunque sobran razones de hecho y de derecho para hacer de Cuba una nación donde con orgullo nazcan y crezcan nuestros hijos y nietos, cada vez son más los que, por las miserias y la falta de libertad en su patria, huyen, haciendo crecer otras naciones mientras Cuba se va haciendo vieja con sus mejores hijos en la cárcel por decir y actuar como piensan, mientras los peores viven de sinecuras a costa de los que se doblegan y callan. Y en situación así no existe nación ni Estado, sino oprobio.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org