Mariza ofrecerá en el Teatro Real de Madrid este 14 de diciembre una noche que servirá de doble celebración, ya que la cantante portuguesa conmemora sus 20 años en la música cantando los temas del disco que recientemente dedicó al mito portugués Amália por el centenario de su nacimiento. ‘Mariza canta Amália’ es el punto de unión de dos voces que han conseguido llevar al género luso por donde ningún otro lo ha logrado en la historia: Amalia como diva absoluta del fado en el siglo XX y Mariza como máxima embajadora de su estilo en el siglo XXI. Veinte años en la música dan para mucho aprendizaje. ¿Qué consejos le darías a la Mariza del año 2001? Ninguno. Solamente que viva, que aproveche cada minuto haciendo lo que más le gusta hacer, que es cantar. No tengo más consejos que dar. He sido muy cautelosa hasta ahora. Vivir, y nada más. Su primer disco es de 2001, pero usted ya llevaba varios años cantando. ¿Cómo recuerda esos primeros años antes del arranque de su carrera profesional? Yo era muy feliz cantando en clubs, con mi banda. Cantaba en fiestas, y no quería ser una cantante famosa. ha sido algo que la vida me ha propuesto. Cuando empecé, yo me preguntaba ¿por qué quieren escucharme? Ahora ya lo entiendo, y siento la responsabilidad de querer hacer las cosas cada vez mejor. Pero antes de todo esto, sólo quería cantar, con una inocencia brutal. Su primer disco tuvo un éxito comercial enorme. ¿Fue fácil digerir la llegada de la fama? Soy una persona muy normal, y cuando estoy en Lisboa llevo al niño a la escuela, voy al supermercado… hago cosas normales. Un artista en España, no suele hacer esas cosas. No se suele ver a Alejandro Sanz o a Antonio Carmona haciendo la compra. He conseguido tener la capacidad de ser normal. No es fácil, pero ahora con la mascarilla, lo es un poco más. Mi madre siempre me pone los pies en la tierra con estas cosas. Si pudiese vivir sin que la gente me reconociera por la calle, lo preferiría. ¿Qué ha sido lo más gratificante de estas dos décadas de trabajo? Creo que ha sido cuando hacía doscientos conciertos al año. Con mi tercer disco no sabía cómo se me veía en mi país. Se vendían muy bien, también en Portugal, pero no sabía cómo el público portugués me consideraba. Una vez toqué en la Torre de Belén, un local histórico al aire libre en Lisboa, y estaba muy nerviosa. Empezó a llover y pensé que nadie iba a venir a verme. Y al final había casi veinte mil personas. Lo grabaron en DVD y fue una de las noches más gratificantes de mi vida profesional. Saber que te quieren en tu casa, es muy importante. Si te reconocen en tu casa, lo demás no importa. ¿Cómo ha evolucionado usted como artista sobre el escenario? Imagino que la experiencia hace que su personalidad escénica se vaya transformando con el tiempo, ¿no? No hay una personalidad escénica, no hay una forma de estudiar cómo se está en el escenario. No me considero una fadista, sino una intérprete. Cuando quieren etiquetarme de fadista no me gusta. Soy una intérprete que ha tenido la suerte de crecer en el entorno del fado, y entender cómo se hace esa música. Pero mi mente musical es muy amplia. Voy madurando de forma natural, no hay nada premeditado, no hay nada fake. Y con los discos igual, los hago por lo que siento en cada momento, sin premeditación. Su nuevo álbum fue grabado en los estudios Nas Nuvens y Visom, en Río de Janeiro, entre diciembre de 2019 y febrero de 2020. ¿Cómo fueron esos meses de trabajo, teniendo en cuenta que el proceso empezó en un mundo ‘normal’ y acabó en plena pandemia? Empezamos a darnos cuenta de la pandemia cuando lo estábamos terminando. Europa comenzó a cerrar todo, el mundo también, pero estaba tan enfocada en lo que hacía que no prestaba mucha atención a las noticias. Me influyó mucho el disco de ‘Frank Sinatra canta a Jobim’, y estuve muy obsesionada con la búsqueda de ese sonido. Al llegar a Portugal, cerraron todo del todo y ahí fue cuando fui consciente de lo que estaba pasando de verdad. Su relación con la moda también ha estado muy presente en su carrera musical. Sí, me gusta y me interesa. La gente piensa que cuando se habla de la moda, se habla de algo fútil. Pero la moda también es cultura. Hay que estudiar, investigar, saber quiénes son los diseñadores y costureros legendarios. Quién fue Cocó Chanel, etc… En el escenario intento conseguir visuales bonitos relacionados con la moda. En el flamenco se ha producido una revolución por los nuevos enfoques de fusión, con Rosalía y otros artistas urbanos como ejemplo. ¿En el fado se ha producido algo similar en los últimos años? No. Yo estoy atenta, porque me encantaría que alguien, desde el respeto a las tradiciones, diera con una sonoridad moderna y también popular, que llegara más a la gente de hoy. Su responsabilidad como embajadora de la cultura portuguesa, ¿alguna vez le ha supuesto algo de presión? ¿O siempre ha sido un honor? Las dos cosas, no te voy a mentir. Hay presión por representar un pueblo, una cultura, una lengua, pero también hay un orgullo gigante por el mismo motivo, y por poder hacerlo en las salas más importantes del mundo.
Fuente ABC