Por Román Lejtman
El Presidente había diseñado una propuesta que reclamaba una quita de capital, un plazo extra de gracia y una baja ostensible de la tasa de interés, pero la Casa Blanca rechazó esa hoja de ruta y pretende un fuerte recorte del déficit fiscal a partir de 2022
Alberto Fernández y Martín Guzmán cenaron a solas en la quinta de Olivos. Terminaba el año y fue un momento del balance y revisión de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que continúan empantanadas por la reticencia técnica y geopolítica de la Casa Blanca.
Estados Unidos exige un plan de ajuste económico y desea que la diplomacia argentina sea más equidistante de las ambiciones de China en América Latina y más refractaria a la agenda ideológica de Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
El jefe de Estado y su ministro tienen un diálogo constante con Kristalina Georgieva -directora gerente del FMI- y el Staff, aunque eso no implica que la negociación avance como pretende Balcarce 50. La Secretaria del Tesoro y los consejeros de Seguridad Nacional de la Casa Blanca detectaron ciertas líneas rojas en la agenda económica y geopolítica del Gobierno, y Joseph Biden ordenó extrema cautela en el Fondo.
Alberto Fernández interpretó en la cena con Guzmán que la reticencia de la administración demócrata se vincula al informe critico del FMI que concluyó que la decisión política de conceder a Macri un crédito multimillonario facilitó la especulación financiera y la fuga de capitales. Ese Stand-By fue otorgado por orden de Donald Trump, que manejó a su antojo al directorio del Fondo.
“Estados Unidos fue el único país del board del FMI que rechazó el informe de evaluación, y esa es una señal política a tener en cuenta”, comentó el jefe de Estado durante su comida a solas con Guzmán.
La interpretación de Alberto Fernández se ajusta a la información que circula en DC, pero no alcanza para entender completamente la resistencia de la secretaria del Tesoro, Yanet Yellen, y de Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de Biden.
Yellen pretende una fuerte reducción del déficit fiscal, y el Presidente no está dispuesto a conceder esa exigencia de la secretaria del Tesoro. “No voy a ajustar, no voy a achicar el déficit fiscal de una. Será un proceso que evite estrangular el crecimiento económico que tuvimos en 2021″, explicó anoche Alberto Fernández.
Biden ordenó a Yellen que siga de cerca la negociación de la Argentina y el FMI. Pero la secretaria del Tesoro es una funcionaria que entiende la diferencia entre una opinión técnica y una decisión política. Sus criticas al programa presentado por Guzmán al FMI aplacarán cuando el Salón Oval haya comprobado que el Presidente peronista no tiene una agenda diplomática que complica los intereses nacionales de la Casa Blanca.Alberto Fernández y Martín Guzmán durante una reunión virtual con Kristalina Georgieva, consejera gerente del FMI
Washington desconfía de las relaciones bilaterales que Buenos Aires mantiene con el régimen chino, y cree que es una gaffe diplomática atarse a Cuba, Venezuela y Nicaragua para lograr que Alberto Fernández obtenga la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). “A nosotros nos sirve la CELAC, nos da proyección regional”, comentó el jefe de Estado en la intimidad del poder.
Biden no soltará la mano de Alberto Fernández, si la Casa Rosada cambia su agenda geopolítica y acepta un programa económico de corto plazo y escaso déficit fiscal. Cuatro años como máximo y un déficit que no pase de 2.5 puntos del PIB en 2022.
En este contexto, el jefe de Estado convocó a gobernadores, empresarios y sindicalistas para que Guzmán describa las conversaciones con el Fondo. La reunión será pasado mañana en Balcarce 50, y Alberto Fernández aprovechará la oportunidad para explicitar una reforma clave en su estrategia de negociación con el FMI.
El Presidente deseaba que un eventual acuerdo con el Fondo sea definitivo, y que a través de una cláusula Pari Passu, Argentina sumara al crédito de Facilidades Extendidas todas las reformas institucionales que fueron sugeridas en el G20 de Roma.
Esto es: una reducción a los sobrecargos que pagan los países deudores, acceder al futuro Fondo de Resiliencia y obtener millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG´s) que pertenecen a los naciones más ricas.
Pero ninguna de estas ventajas institucionales aún existen en el Fondo Monetario Internacional, y tampoco prosperó la negociación de Guzmán con el Staff para llegar a un trato que acote las consecuencias financieras que dejó la administración de Macri.
Entonces, si finalmente hay acuerdo, será mínimo y con el único objetivo de evitar un default en marzo.
“Estamos en el inicio de un proceso. La negociación con el Fondo tendrá sus etapas. No creo en la épica de decir que le ganamos al FMI. Vamos a ir cerrando capítulos con dos convicciones: no quiero un ajuste económico y voy a honrar una deuda que contrajo otro presidente. Esa es mi estrategia de negociación”, argumentó ayer Alberto Fernández desde Chapadmalal.
Es decir: el próximo Gobierno también deberá lidiar con el FMI. Un hecho político y económico que el Presidente y Guzmán conocen desde hace semanas.
Fuente Infobae