Unos carteles pegados en un mueble dan la bienvenida al que ya es el hogar de varias mujeres que cayeron en las garras de las mafias sexuales. En ellos, con bolígrafos y rotuladores de alegres colores, desean feliz 2022 a las compañeras con las que comparten espacio. También, como en cualquier hogar, expresan sus anhelos para encarar el nuevo año: dejar de fumar, comer más sano, ahorrar, aprender a tocar la guitarra… Pero hay otros no tan comunes, que no se encuentran en las paredes de la mayoría de domicilios: sentir menos ira, tratar de salir sola a la calle o llorar menos. La lista es larga, igual que las ganas de volver a vivir que tienen las inquilinas del primer centro municipal de emergencia para víctimas de trata de España. El espacio, un techo seguro para las mujeres que han conseguido escapar de la explotación sexual, cuenta, a una semana de su inauguración, con tres inquilinas que antes eran obligadas a prostituirse, pero la cifra puede ascender hasta quince víctimas, además de hijos si alguna de ellas tuviera. Frente a la zona de los deseos, se levanta un tipi para los más pequeños, coches de juguete y juegos de mesa. También hay libros para ellas y unos sofás en los que descansar. Lo que existe, de nuevo, es otra gran diferencia con la mayoría de las casas. Con el objetivo de garantizar su seguridad, las persianas están bajadas y, si no, una gruesa cortina protege el interior de la calle y de posibles miradas indiscretas. «El primer ingreso fue el 16 de diciembre. Cuando las chicas llegan, hacemos una primera atención, les contamos qué es este centro, las profesionales que están a su disposición, a qué tienen derecho y tienen una reunión con la psicóloga. Luego, les decimos las normas de convivencia», explica Ana, la coordinadora del lugar. Las reglas –más allá de horarios de comida– son simples: no pueden hacer nada que descubra el enclave y, por consiguiente, las ponga en peligro. En el centro está prohibido tener la ubicación activada o desvelarla; las videollamadas a familiares no se pueden hacer en lugares reconocibles ni pueden enseñar a otras chicas. Tampoco pueden hacer fotos y las tarjetas del móvil se cambian con asiduidad. Plazo de tres meses
Aquí estarán, desde su llegada, un máximo de tres meses, periodo que marca la ley de Extranjería para que las víctimas de trata piensen si quieren denunciar. «Las dos primeras semanas las dedicamos a valorar su situación; luego pasamos a la fase de estabilización, estudiando si se las puede derivar a otro recurso de larga estancia o tienen una salida autónoma. Hacemos un plan de seguridad con cada una tras conocer su historia», continúa la coordinadora, que dirige un equipo formado por 16 profesionales, entre técnicos, mediadora cultural, seguridad, educadoras, psicólogas y asesoras jurídicas. Todas son mujeres. Deseos para el nuevo año de las víctimas que viven en el centro – José Ramón Ladra
«Lo importante es saber qué quiere hacer cada mujer y enseñarle las herramientas que tiene. Hay que tener en cuenta que se encontraban en una situación que atentaba contra todos los derechos humanos», añade Ana. Todas ellas llegaron a España soñando con un futuro mejor, una vida que los explotadores rompieron en pedazos. Una de las mujeres era prostituida en la calle; otra, en un piso. A una de ellas ha habido incluso que cambiarla de ciudad y trasladarla a Madrid por el riesgo que sufría en el lugar en el que había sido prostituida. La tercera, afortunadamente, fue detectada en el momento de captación. La seguridad es tal, por el escenario de vulnerabilidad, que cuando se encuentran preparadas pueden salir a la calle o hacer talleres, pero siempre en un perímetro de seguridad cercano a la vivienda. «Si lo incumplen, no solo se ponen en peligro ellas, sino que ponen en peligro a otras mujeres», explica la encargada. El centro –puesto en marcha por el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, que dirige José Aniorte (Cs)– completa la red de atención del ayuntamiento para responder de forma urgente a las necesidades de alojamiento protegido de las víctimas y darles una atención integral desde que salen de la explotación sexual. Un teléfono de emergencia (900102640) permite que las fuerzas de seguridad, entidades o cualquier ciudadano conocedor de una situación de explotación se ponga en contacto con el servicio para que deriven a las mujeres. Solo saliendo de las redes podrán empezar a materializar los deseos escritos en la pared y poner en marcha la vida que intentaron arrebatarles.
Fuente ABC