
Juan Delgado: Es un cocktail de musicales clásicos de Broadway. Junto con Mariano Condoluci en 2013 empezamos a escribirlo como tesis y cada escena y canción remiten a clásicos como ¨La tiendita del horror¨, ¨Urine town¨, ¨Wicked¨, ¨Rent¨, ¨Chicago¨ y tantas. Por ejemplo, cuando la intendente del pueblo habla desde las alturas a todos los habitantes, genera un momento solemne que está en ¨Wicked¨ y otros. Hay pequeños trucos sobre como pasar del texto a la canción. En ¨Rent¨ hay una escena en donde se desmaya uno de los personajes, entra en un sueño y aparece la canción, aquí tenemos algo similar.
P.: ¿Tomaron la idea de la enfermedad de aquellas?
J.M.D.: Este musical surge como tesis de la Fundación Julio Bocca y teníamos que cumplir con ciertas pautas. A la hora de pensar dónde la situábamos, como lugar arbitrario elegimos un hospital, y se nos ocurrió una enfermedad que se transformaba en una pandemia que hacía rebalsar todo el sistema. Nunca imaginamos que años después llegaría la pandemia real.
P.: ¿Cómo se resignificó la obra cuando la retomaron después de la cuarentena y todavía en pandemia?
J.M.D.: Cuando volvimos a ensayar después de un año y medio parados, volver a escuchar esos textos fue fuerte. No tuvimos que modificar ni agregar chistes, todo resonaba: el poder político, el negocio de la salud, la ignorancia del pueblo sin herramientas para afrontar la situación. No tomamos una posición tampoco, por ejemplo, los antivacunas. Lejos de querer aleccionar o dejar mensaje, la obra es reflejo de todas las miserias que salen a la luz. Cada uno trata de salvarse a si mismo.
P.: Y no falta la historia de amor…
J.M.D.: Hay conflictos amorosos que se enredan con la cuestión política. La intendente está enamorada del doctor, quien a su vez le da la mediación psiquiátrica y eso le da un status más alto, él termina siendo quien maneja su estado anímico. A su vez la hija de la intendenta, también enamorada del doctor, se agarra la enfermedad, lo que sobreviene en enredos amorosos y de poder. Un tira y afloje.
P.: ¿Qué diferencias encontraron entre el recorrido por el teatro independiente y este desembarco en el comercial?
J.M.D.: Lo vivimos de la misma manera, creo que la principal diferencia será que la sala Neruda traerá más afluencia de público. En el Galpón de Guevara estuvimos llenos durante 4 años los lunes, con 150 localidades, ahora son 500. Nuestras ganas de hacer la obra es la misma, la forma en que trabajamos entre nosotros y con la gente de la sala también. Esperamos seguir con el mismo espíritu. Seguimos siendo una cooperativa, en términos económicos es lo mismo, 70 para nosotros y 30 para la sala, salvo que si viene más gente cobraremos más. Y eso es bueno porque tenemos mucha inversión técnica, 12 actores microfonados y 7 músicos en escena.
P.: ¿Cómo ve la escena del musical a nivel local?
J.M.D.: Ya no funciona ese sistema en que venían los norteamericanos a chequear que la adaptación local estuviera perfecta, la escena musical local tiene que virar hacia un lado más propio, con aire más argentino, que refleje nuestra realidad y que genere identificación en el público. Estuve haciendo ¨A chorus line¨ con el permiso de argentinizarla un poco, de acercarla, y gracias a eso funcionó. Estuvimos tres años y pudimos volver pospandemia.
P.: Sin embargo muchas veces la argentinización de un clásico de Broadway lo empobrece y hasta lo vuelve más lejano.
J. M.D.: Depende de cómo se haga. Si se mete argentinismo sin demasiada justificación queda descolgado. La obra que viene de otra época y cultura puede acercarse pero hay que evitar meter el chiste fácil, hay que hacer un trabajo más profundo.