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Por Javier Firpo
El testimonio de una vecina de Almagro de 44 años que hace 8 días está sin suministro y sin agua.
El estrés y la angustia atraviesan el teléfono. Ximena Goldenberg padece días complicados porque al Covid que se contagió en Navidad se le sumó un corte de luz hace una semana que empeoró el cuadro general. “Fueron jornadas durísimas, de estar tiradísima en la cama, con 39 de fiebre, 41 grados de sensación térmica, sin heladera, ni agua, y sin poder moverme de casa”, dice la mujer de 44 años, productora teatral y vecina de Estado de Israel y Loyola, Almagro.
La última semana se le alteraron todos los planes a Goldenberg, que tenía que estar en Mar del Plata, ya que representa a distintos elencos teatrales, por lo que para su trabajo el teléfono es de vital importancia. “Estaba atada de pies y manos, porque a mi estado febril, dolor de cuerpo y cabeza que me estallaba, tampoco podía hacer el intento de trabajar, coordinar notas y estar en contacto con los protagonistas porque mi teléfono estaba sin batería. Sentir que se está incomunicada es otro síntoma de agobio insufrible”.
Cuenta Ximena que tuvo que recurrir a una logística compleja “en la que dependía de amigos y familia para alimentarse y “estar conectada con el mundo. Me traían comida y bebida hasta la puerta de mi casa, porque yo no me moví en todo este tiempo, y dejaba el teléfono y el cargador para que se lo llevaran y lo cargaran un par de horas. Así tres o cuatro veces, todos los días. Yo en estos momentos tengo 14 elencos en Mar del Plata, Córdoba. Las Grutas y San Pedro a punto de estrenar. Tanto el Covid como los cortes de luz llegaron en el peor momento”.
Curiosamente, hace saber Goldenberg que está viviendo un déjà vu. “Me contagié la semana de Navidad y Año Nuevo de 2020 y estuve sola incluido mi cumpleaños que es el 5 de enero. La diferencia es que esta vez, además de la bronca que tenía, me sentía pésimo, con dolores de cabeza más intensos, la garganta que parecía un rallador… ahora puedo hablar un poquito, no sabés lo que era, y en el pecho sentía una quemazón, como cuchillazos… Pensé que se trataba de una neumonía”, grafica la mujer que tiene dos dosis de Sinopharm
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Ximena Goldenberg, productora teatral, este martes se hizo el test y dio negativo. “Pero sigo muy tirada, como si me hubiera pasado un tanque por arriba”.
Aún en su estado, “invirtió rayitas de batería” intentando comunicarse con Edesur, pero el constante contestador automático “era como un martillazo en la cabeza”. Procuró dar una mano a sus vecinos con llamados al ENRE, pero todo resultaba inútil. “Tenemos un chat en el edificio y yo iba leyendo sobre la cantidad de reclamos inútiles y el destrato que sufría la gente. No hay derecho a semejante humillación”.
Sin agua, luz y con la salud zigzagueante, Ximena dice que “una se termina adaptando a todo, es tristísimo, pero a medida que pasan los días, con la desdicha a cuestas, se van haciendo las cosas. Me traían bidones de agua para higienizarme, para hacerme un baño polaco, porque con este calor no se podía estar sin una refrescada”.
Recién este martes, “hecha una piltrafa, bajé los dos pisos por escalera y me fui a hisopar a La Rural y por suerte el test dio negativo. Pero estoy como si me hubiera pasado un tanque por arriba. A diferencia del año pasado, que había quedado tirada, en esta oportunidad fue mayor el síntoma y aún con las vacunas, pero bueno, tengo que poner la cabeza en el trabajo y de seguir sin luz tengo que trasladar la oficina a otro lado”.
Salvador Palazzo lleva tres días durmiendo en la vereda para cuidar el equipo electrógeno que salva la mercadería de su heladería.
Situaciones extremas
Ahi cerquita, sobre Estado de Israel y Aguirre, Salvador Palazzo (63) tiene la heladería La Flor de Almagro, que data de 1933. “Hacía tres días que no tenía luz pero me salvó un viejo grupo electrógeno, con el que pude conservar la mercadería, pero tuve que hacer guardia en la vereda toda la noche para cuidarlo. El tema es que me quedé dormido y no me tendría que haber pasado”.
Andrea Téramo, vecina de Villa Crespo, fue a buscar la insulina que le dejó a Salvador en su heladería de la Avenida Estado de Israel.
Agotado, Palazzo lamenta que “cada año, para la misma época, sucede lo mismo. Estamos días y días sin luz porque en vez de hacer el arreglo como corresponde, lo emparchan para que dure un tiempito. Uno no sabe si es falta de inversión, mala voluntad, o las dos cosas“. Cuenta que la noche estuvo tranquila, sin que corriera “una gota de aire” y que “se hizo llevadera porque me acompañó el dueño del supermercado chino, quien pudo mantener la cadena de frío gracias a que se pudo conectar a este aparato”.
Una vecina, Andrea Téramo, entra a la heladería para retirar la medicación que Palazzo, gentilmente, le había guardado en la heladera para su conservación. “Soy insulina dependiente, si llego a perder la medicación, la obra social no me la repone. Por suerte Salvador, el dueño de la heladería, hizo honor a su nombre. Estoy que me llevan los demonios, hoy fui a Edesur y se me salió la cadena. No aguanto más el maltrato y la desconsideración con la que el consumidor es tratado”.
Contadora, de 57 años, Téramo fue a las oficinas de la empresa que suministra energía, sobre avenida Angel Gallardo y vivió momentos de tensión. “Te atienden en la calle, no te dejan entrar por protocolo pero se arma una fila larguísima, te hablan por una ventanita de 20 centímetros y ponen en atención al público a un jovencito, pobre, que no tiene la menor idea que decir, repitiendo lo que le ordenan como un disco rayado. Los gritos míos creo que se escucharon hasta la oficina de la encargada, quien se dignó a dar la cara, con dos gendarmes detrás, como si fueran sus guardaespaldas”.
Una vecina reclama airadamente en la oficina de Edesur, sobre la avenida Angel Gallardo.
Un rato después “mandaron una cuadrilla y terminaron poniendo un parche, pero al menos nos volvió la luz. Yo estaba dispuesta a encadenarme, no me importa nada, estoy harta del desprecio con el que nos tratan. Nadie se pone en nuestro lugar, yo vivo en un edificio con gente discapacitada, muchos mayores de edad”, concluye Táramo.
Ocho días sin luz
Gerardo Greco (47), vecino del barrio de Montecastro, dice que no sabe de dónde saca las fuerzas para seguir reclamando ante las nulas respuestas. “Desde el martes 28 de diciembre que no tenemos luz y la situación, después de ocho días es insoportable. Son dos manzanas que lo estamos sufriendo y nadie hace nada”, dice este ingeniero de sistemas que impulsó el corte de la esquina de Bermúdez y Baigorria, a una cuadra de la cárcel de Devoto.
Distintos vecinos damnificados hicieron cientos de reclamos en las oficinas de Edesur de Lacarra y Av. Directorio pero “practicamente no conseguimos nada. Te dan un numerito de reclamo y ya podemos hacer un libro de la cantidad que tenemos. Encima te atienden a través de una reja y lo único que buscan es despacharte, nunca brindarte una solución”.
Gerardo Greco, vecino de Montecastro. “Hace 8 días que no tenemos luz, la situación ya no se tolera más”.
Cuenta Greco que el 31 de diciembre volvió la luz por un puñado de horas, “apenas para recibir el nuevo año”. Lograron que una cuadrilla de Edesur se hiciera presente a la mañana del último viernes y “cuando vieron que el problema tenía múltiples fallas, ya que se trataba del cable principal de una caja subterránea a punto de quemarse, los muchachos se querían ir, pero los vecinos no los dejamos. Les hicimos 10 horas de guardia, hablaron con un supervisor y cerca de la nochecita lograron darnos luz, pero nos dijeron que iba a durar casi nada… y así fue”.
El día a día es lo más complicado hace saber Greco. “Mi hijo se instaló en la casa de su novia, mi hija está en lo de una amiga, y mi mujer y yo vamos a la casa de mi madre, que vive a treinta cuadras. Es muy incómodo el panorama, pero al menos tenemos un lugar para darnos una ducha y disfrutar un rato del aire acondicionado. Estamos ahora esperando a una cuadrilla que tome cartas en el asunto, de lo contrario cortaremos Av. Jonte y Lope de Vega”.
MG
Fuente La Nacion
