Periodista: ¿Qué le atrajo del texto para dirigirlo?
Gaston Cocchiarale: Yo lo había actuado cuando lo dirigió su autor, y creo que lo que más me atrae es la cuestión de la identidad. Quiénes somos según quiénes nos criaron. Aquí hay un padre con dos familias paralelas, una tuvo a ese padre y la otra no. Generó cosas en aquellos para los que estuvo presente y también para los otros, estando ausente. La obra es un gran manifiesto sobre la identidad, sobre hacer lo que podemos con lo que hicieron de nosotros. Estas personas quedaron atravesadas por la crianza y ni hablar el hecho de enterarse que su padre formó otra familia. Se lo enteran en el velorio y allí se encontrarán con el público como testigo.
P.: ¿Qué le agregó al texto desde la dirección?
G.C.: Hay algo del dispositivo escénico que viene dado: los primeros 40 minutos transcurren en un espacio de la casa donde se está velando al padre, es el living de la familia oficial, se los empieza a conocer mientras entran y salen de escena. Hasta que la escenografía a mitad de la obra gira y muestra esa misma casa en otro ambiente, con la otra familia. Al ser actor pongo mucho el ojo en la actuación, es el campo que me desafía, y a la vez intenté encarar la obra desde un lugar distinto al que lo hizo el autor en su momento cuando la hicimos en Timbre 4. Esta es otra versión y otra mirada, la puesta anterior era minimalista, esta parece teatro comercial por la dimensión de la escenografía giratoria. También me pregunté por el desafío de mostrar el velorio sin que sea tedioso y aburrido. Se llora, se cuentan anécdotas, sin mucha acción teatral, mi objetivo fue imprimirle acción.
P.: ¿Cómo encararán este estreno en tiempos de casos récord de covid?
G.C.: Desde hace dos años hacer teatro tiene un sabor agridulce. Tiene lo delicioso pero también los nervios y la tensión que no deja disfrutar al 100%. Espero que podamos estrenar, somos un grupo de ocho actores, más lo técnico. En pandemia hicimos lo que pudimos, alquilamos la terraza del Border e hicimos Chéjov, presentamos batalla con los equipos de trabajo y espero que sea como dicen, el final de la pandemia. En el mundo del arte se hace más difícil porque no todos son reemplazables fácilmente como en otros ámbitos. Me pasó con el rodaje junto a Francella, se contagió y hubo que parar. Esta obra la hicimos en 2021 y fue una epopeya, estrenamos prepandemia y seguimos con aforo limitado, con el público con miedo, con riesgo de contagio, y la hicimos igual.
P.: ¿Cómo fue la experiencia de rodar la serie junto a Francella?
G.C.: Es un proyecto atípico porque tomarse 5 meses para 10 capítulos de media hora no es usual. Hubo mucho tiempo para ensayar escenas y eso se agradece, se puede madurar la escena de otra manera y transitarla. Además tuvimos dos enormes directores como Duprat y Cohn que venían de filmar con Antonio Banderas y Penélope Cruz. Y Guillermo siempre es un tipo que da clases sin proponérselo, con él había hecho su hijo en “El clan” y me propuso para esta serie. Esta es una comedia muy divertida, sencilla pero potente. Trata sobre el encargado de un edificio que hace 30 años está instalado en la terraza y un día los vecinos deciden eliminar su casita y hacer amenities. Eso implicará despedir al portero y sacarlo de la vivienda.
P.: Duprat y Cohn vuelven a lo edilicio como base para la historia, como en “El hombre de al lado”.
G.C.: Sí, y también al vínculo que se transforma a causa de ello. Eliseo, el portero, es el típico bonachón a quienes todos confían sus vidas, entonces podrá usar toda esa información que tiene de años y extorsionarlos para que no le saquen su casa. Yo soy el ayudante del portero. Todo está encarado con el sello de humor incómodo propio de los directores, donde no sabés si reírte o no, con humor inteligente, sano para la comedia.