LA HABANA, Cuba.- En días pasados la prensa oficialista cubana publicó un reportaje acerca de la crítica situación que afronta la producción de refrescos enlatados en el país. En el pasado año 2021 solo se explotó el 10.6% de las posibilidades industriales de esta industria. Algo que, por supuesto, ha provocado una aguda escasez de este producto en el mercado nacional.
Como generalmente sucede en estos casos, el discurso oficialista acude a las justificaciones habituales en aras de argumentar el desabastecimiento. Que si la contingencia energética que enfrentó el país; que si el recrudecimiento del “bloqueo” de Estados Unidos; que si la crisis económica derivada de la COVID-19.
Antes habíamos presenciado una situación parecida con el cítrico y con el cemento, así como la no llegada a tiempo para su distribución mediante la cuota normada en las bodegas de productos como la leche en polvo para los niños y el café.
El castrismo trata de presentar este déficit de oferta -así acostumbran a denominarlo los jerarcas del régimen- como resultado de hechos coyunturales, provocados en lo fundamental por los motivos antes expuestos. Sin embargo, quienes hemos padecido las escaseces de bienes de consumo y artículos de primera necesidad sabemos que aquí el desabastecimiento siempre ha sido crónico. Se trata de un mal consustancial a regímenes como el cubano, una falla que siempre acompaña a estos estados totalitarios de corte izquierdista.
La prueba más fehaciente de ello ha sido la existencia de la libreta de racionamiento durante más de sesenta años. Ni siquiera en los tiempos de mayor holgura económica en la isla, cuando la famosa “tubería soviética” subsidiaba casi todas las actividades económicas en el país, los gobernantes cubanos pudieron eliminar la susodicha libreta.
Si fuéramos a buscar la verdadera causa de ese desabastecimiento que no nos abandona tendríamos que mencionar el monopolio estatal que ha predominado en la economía cubana durante estos años de régimen castrista. Porque las entidades estatales han dado pruebas de su incapacidad para satisfacer las necesidades más perentorias de la población, al tiempo que se impedía la actuación de la iniciativa privada en la economía.
Únicamente en períodos en que se ha permitido la acción de esas fuerzas privadas, vinculadas fundamentalmente con las gestiones de los mercados agropecuarios de oferta-demanda, y el trabajo por cuenta propia, se ha atenuado la escasez que ha padecido el cubano de a pie.
Las consecuencias del exorbitante control estatal de la economía, además del ya citado desabastecimiento, se agrupan en torno a la tiranía del productor. Es decir, que los consumidores no tienen otra opción que adquirir el producto que aparezca en el mercado, con frecuencia de poca o ninguna calidad, a menudo después de soportar largas colas, y a la postre recibir un trato inadecuado por parte de los empleados de los establecimientos comerciales estatales.
Y a propósito de vivir por estos días un nuevo aniversario del nacimiento de José Martí, veamos qué pensaba el Apóstol sobre estos temas de la economía. En el Artículo 6 de las Bases del Partido Revolucionario Cubano, al referirse a la situación que afrontaba la economía en la Cuba colonial, se habla de “sustituir el desorden económico en que agoniza un sistema de hacienda pública, y abrir el país inmediatamente a la actividad diversa de sus habitantes”.
O sea, que el Héroe de Dos Ríos comprendía lo ineficiente del monopolio estatal en la actividad económica, y proponía como solución la apertura hacia la diversidad, que incluía por supuesto a la iniciativa privada.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org