Ciento diecinueve años no se cumplen todos los días. Y sí, digo cumplen porque uno de nuestros pintores toledano más ilustre, Guerrero Malagón, sigue en el recuerdo de muchos, porque dejar morir ese recuerdo sería enterrar en nuestra memoria a alguien que significó tanto para el siglo XX toledano. Y sí, digo nuestro. Hijo, marido, padre, abuelo, nuestro de los suyos. Nuestro de nosotros, los admiradores y enamorados de su extensa y eterna obra en la que nos mostró el alma de Toledo. Escultor, dibujante, tallista, imaginero, escritor, conferenciante, pero sobre todo pintor, como él siempre se sintió. De orígenes humildes, nacía un 1 de febrero de 1909 en una choza de pastores de un paraje del campo de Urda, pueblo al que siempre ha llevado consigo. Muestra de ello es la donación de gran parte de su obra a su pueblo natal para la constitución del museo que hoy lleva su nombre. La colección, custodiada y administrada por la Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, cuenta con más de quinientas obras, entre óleos, esculturas y dibujos que bien merece ser visitada, pues nos permite conocer tan prolífica obra de una figura imprescindible dentro del arte toledano, castellano-manchego y español. Con la realización en 1986, junto a su hijo Mariano Guerrero Corrales, de unas puertas de bronce para la Basílica del Cristo, quiso dar gracias a su pueblo por la ayuda prestada en sus comienzos en el camino de las Bellas Artes como el mismo Guerrero señaló el día de su inauguración. El telegrafista local, Ismael Vera Sales, hijo del pintor y profesor Enrique Vera González, quedó fascinado con su obra, lo que le llevaría a trasladarse en 1924 a Toledo para formarse en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, de la que años más tarde acabaría siendo profesor. Su director, Aurelio Cabrera, iniciaría una campaña en prensa que, junto con Blasa Ruiz Ruiz, urdeña y catedrática de historia, culminaría en la consecución de becas de formación para el joven Guerrero por parte de los Ayuntamientos de Urda y Toledo y de la Diputación Provincial. Pero sin duda, fueron las excursiones pictóricas por ‘su Toledo’, como el acostumbraba a referirse a esa ciudad y sus gentes a las que ha retratado tantas veces, y las visitas a los monumentos toledanos, lo que terminaron por completar su formación artística. Serán estos paseos por la ciudad imperial los que le llevarán a conocer la obra del cretense más toledano: El Greco, cuyas pinturas fueron las primeras que los ojos de Guerrero contemplaron y que le llevaron a un enamoramiento de su producción y figura que reflejará en su obra en convivencia con los estilos de Goya y Gutiérrez Solana desde su visión más personal, pues el ‘pintaba lo que veía’. En 1953 se trasladará a París, paraíso de los pintores españoles, después de haberse celebrado en 1948 en la Galería Lapayese su primera exposición individual, tras la que vendrá su participación en 1950 en la Exposición Internacional de Pittsburgh (Estados Unidos). En París, buscando nuevos aires, conocerá la obra de Van Gogh que dotará a su propia obra de tintes surrealistas. De vital importancia fue su papel como animador del inexistente panorama cultural del Toledo de posguerra, que dará lugar al surgimiento del grupo Los Candiles con artistas como Pedro Quintanilla, Vicente Quismondo o Cecilio Béjar, entre otros. A este grupo le sigue la Asociación Estilo y su revista ‘Ayer y Hoy’, única publicación de arte, ensayo y literatura que se realiza en Toledo. Elegido en 1968 miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Sirvan estas breves pinceladas biográficas y artísticas, pues me quedaría mucho por decir, para homenajear y recordar a Guerrero Malagón, aunque todo homenaje es poco para una figura tan señera dentro del panorama artístico y cultural de Urda, Toledo, La Mancha y por qué no, España. Porque Guerrero sigue latiendo en cada vista de su Toledo, ese que tanto amaba y retrataba al igual que hoy cualquier turista captura, pero sin más cámara que la de sus ‘trastos’, como él se refería a sus pinceles y colores. Ese Toledo que espera ansioso y cuenta los días para la materialización de ese acuerdo al que hace unos meses se llegó entre la familia del pintor y la Diputación Provincial para acoger su obra en el Centro Cultural San Clemente que sin duda ayudará a descubrir, difundir y relanzar más allá de nuestras fronteras a tan insigne pintor. Pues sin duda, ese será el mayor de los homenajes. Mientras, invito a todo aquel receptor de este modesto artículo a conocer y disfrutar de Guerrero Malagón en el museo de su Urda natal a la que nunca olvidó y en la que descansa. Desirée Gutiérrez Ruiz. Historiadora del Arte y Profesora de Historia, Arte y Geografía.
Fuente ABC