MIAMI, Estados Unidos. – En cierto sentido, hablar de Canadá en los últimos años es hablar de la dinastía Trudeau. Pierre Trudeau ―el padre del actual primer ministro― gobernó con alguna que otra interrupción durante 16 años. Ganó cuatro elecciones bajo la euforia de la llamada trudeaumanía. Un líder carismático que no solo recuerda a Fidel Castro, sino que fue un cercano amigo del caudillo cubano. Tuvo Pierre Trudeau cuatro hijos, uno de los cuales ―Justin― guarda al día de hoy un impresionante parecido con el joven Fidel Castro. Y este hijo de Pierre, que es actualmente el primer ministro de Canadá, lleva ya siete años en el poder. Durante ese período Justin Trudeau hizo que Canadá involucionara, de un ya inquietante multiculturalismo como política de Estado impuesto por su padre Pierre, hasta la adopción del paquete completo del marxismo cultural.
No voy a hablar de economía puesto que la canadiense es estable. Aunque acoto que dicha estabilidad se la debe a su vecino: los Estados Unidos de América. Canadá está entre los mayores exportadores del mundo y más del 75 por ciento de sus exportaciones las absorben los Estados Unidos. Con un vecino así cualquier país podría ser rico. Pero no debe descuidarse el joven mandatario porque el marxismo cultural lo podría llevar a la ruina. Tan solo repárese en el caso de California. Este Estado demócrata tiene él solo más economía que Canadá, es la quinta economía del mundo. ¿Y cómo le va con su tendencia socialdemócrata y su marxismo cultural? Tanto la gente como las empresas se están yendo de California. La pobreza es galopante y los impuestos suben y suben (son los más altos en todos los Estados Unidos). California va camino a la bancarrota. Es el Estado más caro del país (en renta, comida, gasolina, etc.). También es el que más regulaciones tiene.
Como bien se explica en el video cuyo enlace figura más arriba, cuando el gobierno de California necesita dinero lo obtiene subiendo los impuestos. Aun así, debido a los gastos sociales y también al gasto público en propaganda y compra de lealtades ―diría yo― se endeuda más cada día y se ve obligado a recurrir al gobierno federal para pedir préstamos que ya no está en condiciones de pagar (en parte porque, como ya se señaló, las grandes empresas a las que les quita el dinero se están yendo). Lo más curioso es que siendo California el Estado con más beneficios sociales es también el Estado con la más alta tasa de pobreza de todo el país. Es la paradoja del socialismo: promete igualdad y bienestar y solo es capaz de asegurar miseria y falta de libertades. Tan es así que uno de cada cuatro personas sin hogar en los Estados Unidos vive en California.
Volvamos a Canadá, país que en consonancia con su marxismo cultural de Estado ha impuesto una férrea y obligatoria política de vacunación que obviamente se ha pasado por alto la cuestión de las libertades y los derechos individuales. Como se sabe, los camioneros reaccionaron y organizaron el Convoy de la Libertad, el cual ha tenido el apoyo de una población harta de restricciones, regulaciones, prohibiciones, demonizaciones, victimizaciones, criminalizaciones, etc., en lo que en esencia reside el marxismo cultural. Del lado de la izquierda activista, en cambio, predomina el silencio. Nadie se quiere acordar en tiempos de pandemia del movimiento “Me Too” ni de los discursos de la soberanía individual sobre el cuerpo propio. Y es que si “mi cuerpo es mío” ―como tautológicamente repiten las feministas― entonces no hay Estado ni gobierno que pueda tener jurisdicción sobre él y la obligatoriedad de la vacunación sería no ya una violación de la Primera Enmienda (para el caso de los Estados Unidos), sino de uno de los pilares en que se asienta el mismo marxismo cultural.
Los cubanos debemos extraer algunas conclusiones sobre el Convoy de la Libertad. La primera es que sin comunismo en Cuba y, preferiblemente, sin marxismo cultural en los Estados Unidos, las relaciones comerciales serían altamente beneficiosas. La segunda, como corolario de la primera, sería que el marxismo cultural de la izquierda internacional debe ser totalmente rechazado. La tercera, que no deben desestimarse las protestas gremiales cuando se lucha por la libertad y los derechos. Y la cuarta ―y más importante― que cuando se sale a la calle no se regresa a casa sin haber obtenido el resultado deseado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org