LA HABANA, Cuba. — En Cuba, lo que durante la República fue el Palacio Presidencial, el régimen de Fidel Castro lo convirtió en museo.
En el año 2017, la editorial Capitán San Luis, del Ministerio del Interior (MININT), publicó Refugio N° 1: De Palacio Presidencial a Museo de la Revolución, del historiador Julio A. Martí Lambert, quien fuera durante quince años periodista de Moncada, la revista de es organismo.
El libro detalla la historia del edificio, desde su inauguración, el 31 de enero de 1920, hasta su conversión, luego de ser desechada en 1959 su función original, en el actual Museo de la Revolución, que abrió sus puertas oficialmente el 1ro de diciembre de 1976.
El libro se inicia con el capítulo “La casa de los tres quilos”, dedicado al asalto del 13 de marzo de 1957 por miembros del Directorio Revolucionario, quienes se proponían liquidar al dictador Fulgencio Batista.
En ese capítulo, donde se describe con minuciosidad lo sucedido ese día, hay una flagrante contradicción.
Refiere Martí Lambert: “Sin dar tiempo a nada, Menoyo y sus hombres salieron del auto en una operación relámpago y a puras ráfagas de ametralladoras Thompson abatieron a los custodios, cobrando las vidas que abrieron paso a la tragedia de aquellos minutos infernales”.
Más adelante dice: “Ese combate que solo arrojó muertos por el bando revolucionario era copia al carbón del que había tenido lugar casi cuatro años antes, en el cuartel Moncada de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953”.
¿Solo hubo muertos del bando revolucionario? ¿Y los custodios abatidos? ¿El autor no los considera personas?
Resultan importantes datos, fechas y nombres que aparecen en el texto, porque los archivos de organismos e instituciones públicas están vedados a la consulta para personas no autorizadas por el régimen.
Entre estas informaciones se destacan los nombres y cargos de los gabinetes de gobierno que existieron en la República desde 1902 hasta el efímero período de gobierno de Manuel Urrutia Lleó, en los primeros meses de 1959.
También aparecen en el libro numerosas fotos que ilustran el contenido y aspectos de interés general.
El asunto abordado en el libro resalta por ser poco tratado por la bibliografía nacional, pero el lenguaje panfletario que emplea el autor rebaja su calidad.
Una frase de Fidel Castro, el 8 de enero de 1959, fue significativa para el posterior destino que tendría el edificio. Durante su primera visita al edificio, dijo que “nunca le había gustado” y que habría que asignarle al Palacio “alguna función útil que desterrara para siempre de la memoria popular la representación nefasta que le habían dibujado sus viejos moradores”.
El nuevo lugar escogido como sede del gobierno revolucionario fue la gigantesca edificación construida en la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución) destinada al Palacio de Justicia, el cual, con posteriores remodelaciones, abarca un área 10 veces mayor que el antiguo Palacio Presidencial. ¡El Máximo Líder y sus ansias de grandiosidad!
Numerosos epítetos burlescos dedica el autor del libro a los presidentes republicanos, sus familiares y funcionarios. Por ejemplo, a Alfredo Zayas lo llama “chino viejo” y se mofa de su carácter flemático, y a la forma de expresarse de Ramón Grau San Martín la califica como “el divino galimatías”.
Al general Francisco Tabernilla, jefe del ejército durante el régimen de Batista, lo llama Pancho Taberna, por su afición etílica. Parece que Martí Lambert olvidó que varios altos dirigentes actuales son amantes de las bebidas alcohólicas, pero siempre de marca y calidad.
Martí Lambert solo señala defectos del periodo republicano, nunca virtudes y logros. No obstante, pese al tono panfletario y la terminología despectiva, el libro de Martí Lambert sobre el Palacio Presidencial no deja de ser valioso, sobre todo para los interesados en la historia de nuestra nación.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org