Dr. Jorge Corrado* -Especial Total News Agency-TNA-
“El único medio de vencer en una guerra es evitarla”– George Marshall (1880-1959). Militar y político estadounidense.
Con el Capitán General D. Pedro de Cevallos, en 1770, se funda el Virreinato del Río de la Plata. Por allí ingresa, desde el Atlántico, la civilización, el progreso político y tecnológico. Si ésta modernidad se hubiese asentado sobre la cultura preexistente y fuerte, ésta “le hubiese dado forma”, en términos de Huntington y Harrison, y habríamos desarrollado “un gran poder”. Desgraciadamente no fue así.
Ingresamos en una grave confusión, portal inexorable de la decadencia.
La cultura originaria fue homologada con “la barbarie” e ingresamos en un largo conflicto entre la cultura y la civilización. Hoy pagamos el precio de aquella falacia, que se mantiene activa: hay un sector social que pretende cambiar nuestros valores heredados, que nos identifican y dan continuidad, y rechazan la nueva etapa de la civilización del “conocimiento”, que nos universaliza y obliga a competir. Ambas exigencias nos exigen actuar desde una cultura fuerte, expansiva, segura, confiable y nos encuentran muy mal posicionados. No la tenemos, hemos extraviado el rumbo. Cabalgamos sobre falacias y estas son autodestructivas. Se las describe como “mecanismos que emplean ciertas culturas para evitar la responsabilidad de una situación y que las llevan a desarrollar soluciones aparentes, que luego resultan disfuncionales”.
A una mayor incertidumbre, y entre nosotros ésta es absoluta, las falacias se transforman en una conducta social normal.
Es en éste ambiente en el que los astutos y los audaces pueden satisfacer su ego, sus necesidades o sus odios y no emerge el “valor agregado social” o el “bien común”. Las falacias llevan a la anarquía, al caos. ¿Cómo comprobar su existencia o cómo superarlas? No es difícil, si bien es dramático: hay que contrastarlas con la realidad, mientras nos reste algo de independencia de juicio. ¿Cómo superar esta trampera en la que nos hemos metido?, pues volviendo a las fuentes, a la cultura expansiva, fuerte y generosa que nos dio origen. A valores, principios y creencias que no se deben cambiar, pues no deseamos perder nuestra identidad de argentinos. En síntesis: nuestra crisis, hecha decadencia, tiene un exclusivo origen cultural y político. Si no la superamos, vamos nuevamente a la confrontación social violenta y a la disolución nacional.
Somos un país que somatiza, en sus posguerras, el hecho de negarlas, ignorarlas o bastardearlas. La posguerra es un tramo de la guerra, es su consecuencia más trascendente en la vida política inmediata. Bouthoul señala a la guerra como “el más espectacular de los fenómenos sociales”. Clausewitz la homologaba con el camaleón, pues va variando sus formas y color con el devenir de la situación internacional y el avance tecnológico. Esas cualidades de la guerra, como hecho socio-político en continuo cambio, fueron ignorados por la actual cultura débil y contractiva de la sociedad argentina, titular de un estado malversado, adiposo y antiguo, extemporáneo e ineficiente.
Creo que estamos en condiciones de intentar una respuesta parcial al interrogante, si bien la introducción ha sido extremadamente comprimida. La duda, la esperanza y el pesimismo constituyen la resultante de éstas paradojas que nos envuelven. Los derrotados en combate han triunfado políticamente. Quienes fueron expulsados por su líder por “estúpidos, traidores e imberbes”, dicen levantar sus banderas. Quienes pierden ganan. Quienes agravian, ofenden, desairan y no resuelven nada, obtienen la aprobación publicada.
Estamos llegando a un nivel de reciclado de falacias, escasamente registrado en la historia de los pueblos. Insoportable. La anomia social, la parálisis política y el desastre económico, reunidos, flotan en la falacia de la confusión, en la que la ambigüedad o incertidumbre se confunde con la realidad circunstancial. Ello tiene una consecuencia inexorable: la inacción, la acción sin sentido funcional y los voluntarismos egocentristas.
¿Cuál es la situación estratégica regional y nacional actual? Nuestro principal “riesgo estratégico” es la sobrevivencia de los Estados-Nación de la región. Si observamos el mapa sudamericano, notamos que la Amazonia se presenta a priori como un desierto sin importancia geopolítica, pero que día a día va cobrando un alto valor estratégico por la delicada situación andina-pacífica que la rodea. Ecuador, Colombia y Venezuela en el norte y noroeste, Perú y Bolivia en el oeste y sudoeste, constituyen un abanico conflictivo para nuestro principal socio del Mercosur: Brasil.
Hacia el sur encontramos la Cuenca del Plata, cuya proyección abarca desde Valparaíso hasta San Pablo, siendo la región de más importante desarrollo potencial del siglo XXI. Posee la población apta, el clima, las tierras para la agricultura, concentración de energía gasífera e hidroeléctrica y los cursos fluviales de navegación hacia ultramar. Pero casi todo aún está por hacerse, y no puede demorarse. Lo impulsa por un lado la situación internacional y por otro nuestra imperiosa necesidad. China y Rusia lo saben.
Pero no podremos lograr niveles adecuados de desarrollo económico sin una clara y actualizada política de Defensa, sostén de la Política Exterior, que prevea y planifique los gravísimos conflictos en curso en la Región. Los mismos agreden en forma vehemente a la cohesión de los Estados y son de naturaleza novedosa, cambiantes en sus métodos, pero permanentes en sus objetivos: la licuación y disgregación del poder nacional, para conquistarlo, ocuparlo, feudalizando a las Instituciones de la República.
Debemos lograr de manera insoslayable la sobrevivencia del Estado. Algunos casi no existen, como el caso de Venezuela. Otros en menor medida poseen problemas semejantes, pero todos sin excepción están comprendidos en este grave riesgo estratégico.
Si no consolidamos un mínimo “Estado Necesario” que nos permita reconstruir la confianza pública en sus instituciones, no podremos retener el bien público por excelencia que es la PAZ. Se impone iniciar un planeamiento estratégico que contemple las nuevas amenazas regionales, las cuales en la práctica han contaminado a los países latinoamericanos, llevándolos casi al borde de su desintegración. La función primordial del poder político es preveer el conflicto y sus consecuencias, para adoptar las estrategias adecuadas, a fin que el mismo no llegue, evitándolo o diluyéndolo. O ganarlo si de todas formas se presenta.
Si no reaccionamos en tiempo repetiremos los fracasos belígeros recientes, por improvisación e ignorancia. Hasta podríamos llegar a la paradoja de volver a combatir con el mismo enemigo de los 60/70/80, hoy con otro rostro, mientras el Estado nuevamente agredido está juzgando a sus soldados que ya derrotaron a ese enemigo ayer, en combate.
En principio y por el momento, seguimos entendiendo -como Estado- que esta nueva agresión estratégica “indigenista” es un simple hecho policial, de inseguridad pública Así lo hicimos desde 1959/1973 y luego, improvisamos, con los resultados conocidos. ¿Volveremos a improvisar, sin haber aprendido nada?
En aquellos años las “guerras asimétricas no convencionales” carecían de doctrina. Nos sorprendieron. Pero actualmente éstas tienen un enorme desarrollo doctrinario en los países “normales”. Para quienes hemos vivido en el espejismo del relato revolucionario, los presentes riesgos y amenazas fueron “inventos del Imperio” y, por las dudas haya alguien que quiera bajar a tierra, su existencia se ha prohibido por Ley. Nada menos que por la Ley de Defensa Nacional y un desprendimiento de ella, la Ley de Seguridad Interior.
La RAM -nuestro “cisne negro”- a través de su Jefe, ya nos dijo que no son argentinos y que no reconocen al Estado Argentino. Tienen otra bandera. Ocupan territorio argentino que han sacralizado y la Justicia Federal -de hecho- le ha reconocido derechos de soberanía. Cuando ingresó a la tierra “ocupada” lo hizo con “autorización” de los extranjeros ocupantes, terroristas revolucionarios y delincuentes, que palparon de armas a los argentinos uniformados que pisaban su suelo sagrado. Luego asaltaron al Estado Nacional, Provincial y Municipal -cuartel de Gendarmería, Comisaría e Intendencia- Destrozaron un busto del Grl San Martín y lo agraviaron con escritos.
Frente a la inacción del Estado, que sigue entendiendo que estamos en presencia de un mero hecho policial, la RAM continuará avanzando fácilmente si cuenta con apoyo popular, como el que vimos marchando en la CABA.
Si no tuviésemos FFAA, no habría necesidad de apelar a la emotividad del pueblo. El objetivo se conseguiría sin esfuerzo. Si hubiese alguna mínima disuasión y la inteligencia en el Estado fuese nula, el objetivo estaría regalado. Se ocuparía -en ese caso- un sector de la Patagonia como “Estado Mapuche”, tal como el ISIS logró ocupar el espacio del Estado Islámico en las nacientes del Tigris y del Éufrates en medio de la guerra civil siria.
Las FARC no se han desarmado ni se han desmovilizado totalmente. Han ingresado a la arena política colombiana como partido armado y con un presupuesto multibillonario.
Como principal cartel de la cocaína de Iberoamérica las FARC necesitan espacios “santuarios”, puertos y aeropuertos propios. Allí establecerían el sostén logístico-financiero de la continuidad del proceso revolucionario anunciado por el Foro de San Pablo en Julio de 2017, y ratificado en el Congreso del mes de julio de 2019.
Ocurre que nadie quiere hablar en la Argentina, en particular los conversos políticos y periodistas, de que en Iberoamérica la “revolución” existió, existe y continúa, siempre con base en Cuba y con su poder vicario en proceso de traslado desde Caracas a Bogotá, en el 2017.
Si en algún momento futuro Venezuela quedara en manos republicanas y democráticas, el control de un gran sector de la Patagonia Argentina y Chilena sería indispensable para la continuidad revolucionaria iberoamericana, pues el Cartel del Sol, venezolano, ya no facilitaría la salida de la cocaína colombiana.
Fidel, en 1991, cuando implosiona la URSS, rápido de reflejos buscó una alternativa a su mecenas en desgracia. Lo encontró en el petróleo venezolano y le retribuyó a Chávez con el comando operativo de una nueva campaña revolucionaria en Iberoamérica. Venezuela encabezó así a la continuidad revolucionaria bajo el palio del “socialismo del siglo XXI”, cuyos restos Maduro se está encargando de demoler en estos días.
Los gobiernos K pertenecieron, con Brasil, Bolivia, Ecuador y Nicaragua a este club revolucionario, pero lo ocultaron por razones electorales. Sus representantes siempre estuvieron presentes en los Encuentros del FSP conducidos por Fidel y Lula y en los años 2000 incorporaron a la social democracia. Al estalinismo se le agrega el gramscismo, que flexibiliza sus procedimientos. Las organizaciones armadas colombianas, estando activas, tenían y retienen precedencia en éste órgano de la alta conducción político y estratégica.
Hoy, fallecido Fidel, liberado Lula y Maduro aún en el poder, las FARC se han transformado en el eje de una nueva etapa revolucionaria, en la que los colombianos tomarán la posta en el FSP que les deja el PT brasileño, diezmado por la corrupción de sus dirigentes.
En una reunión celebrada en Berlín mediados de diciembre de 2016, por primera vez interrelaciona al narcoterrorismo iberoamericano con el terrorismo global del ISIS o DAESH, convocada por el presidente del Partido de la Izquierda Europea -PIE- Gregor Gysi. Estaban presentes el Partido de la Izquierda Europea, el FSP y los cabecillas del islam radical, con sus petrodólares .
Supuestamente analizaron el proceso de desarrollo del comunismo en Cuba, qué pasará después de la muerte de Fidel y del retiro de Raúl Castro y cómo reorganizarse para darle continuidad al proceso revolucionario iberoamericano. La preocupación central del ISIS -y por ello están dispuestos a apoyar financieramente a las FARC- es encontrar espacios de dispersión para sus guerrilleros, cercados en el SE de Siria y NE de Irak.
Entendemos que llegó la hora de tomar conciencia de la ignorada guerra mundial en curso. Ella está presente -si bien invisible, por ahora- en nuestra Patagonia, con la síntesis de los dos terrorismos que pueden sorprendernos, mientras seguimos mirándonos el ombligo y somatizando el pasado.
Tengamos en cuenta que “un cisne negro no es previsible” y lo será más aun si continuamos ignorando a los riesgos y amenazas que han llegado con el nuevo siglo. Para los dirigentes argentinos de hoy, todos los desafíos estratégicos presentes son imponderables.
* Coordinador del Área de Seguridad y Defensa, Profesor del Máster de Historia Militar y del Máster de Inteligencia del Instituto de Estudios en Seguridad Global de España (iniseg.es). Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.