
El objetivo ruso, según el diario Wall Street Journal, que cita fuentes de Kiev, sería debilitar progresivamente al país, provocando descontento y protestas similares a las fomentadas en el este del país en 2014 para justificar una intervención. Solo en enero, la policía ucraniana recibió casi mil mensajes anónimos, en su mayoría por correo electrónico, con falsas alarmas sobre bombas colocadas en unos 10.000 lugares, desde escuelas hasta infraestructuras esenciales: cada vez, es una vida cotidiana la que se rompe, hipotecando la vida de ciudadanos comunes.
Al igual que ocurre con la guerra híbrida, existe otro frente de la vida cotidiana ya en crisis, aquel del tráfico aéreo. Aunque la aerolínea de bandera holandesa KLM ya detuvo los vuelos y muchas aerolíneas evitan los cielos ucranianos, las compañías de seguros se escapan y un vuelo de Portugal a Kiev de la compañía local SkyUp se vio obligado a aterrizar en Moldavia el sábado por decisión de la empresa que lo operaba, Kiev insiste en no querer cerrar sus cielos.
“No tiene sentido y se parecería mucho al autoaislamiento”, dijo Mykhailo Podolyak, asesor de la presidencia de Ucrania. El Gobierno se compromete a “prevenir riesgos para las compañías aéreas”, pero al mismo tiempo desaconseja sobrevolar el Mar Negro de lunes a sábado, en coincidencia con la gran ejercitación naval rusa.
De la mano de los fracasos diplomáticos, el temor de una invasión armada incluso crece entre los cancilleres más prudentes. Empezando por Berlín, que en vísperas de las visitas a Kiev y Moscú del canciller, Olaf Scholz, sube el tono y habla de una situación “crítica”, amenazando con sanciones “inmediatas”.
“Nadie debería sorprenderse si Rusia crea un accidente para justificar la acción militar que siempre había planeado”, reiteró el secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken, volviendo a dar la voz de alarma sobre el “falso pretexto” para invadir Ucrania.
La Casa Blanca reiteró que en caso de agresión rusa la respuesta llegará “rápida y contundente”, explicando que los dos líderes coincidieron “en la importancia de continuar con la diplomacia y la disuasión”.
El clima en las cancillerías se mantiene, sin embargo, en guardia ente la posible guerra.
Desde la yuxtaposición del ministro de Defensa británico, Ben Wallace, entre las negociaciones con Putin y la Conferencia de Múnich, que en 1938 supuso la rendición diplomática al régimen nazi de Adolf Hitler, hasta Polonia anunciando los preparativos para una oleada de refugiados en caso de conflicto por la frontera con Ucrania, los aliados intentan esta vez no hacerse tomar desprevenidos por las maniobras de Moscú. El cual, por el momento, se limita a observar el caos.
Fuente Ambito