Por Rogelio Guerrera* –Especial Total News Agency-TNA-
“Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”
Confucio
En estos días hemos sido bombardeados, hasta el hartazgo, por los medios de comunicación, por el caso de las muertes de dos docenas de personas que consumieron cocaína cortada con (aparentemente) un opiáceo sintético.
Medio país, políticos, funcionarios y medios, rasgándose las vestiduras y dando explicaciones no siempre muy felices. Pero nada se habla o se menciona sobre los miles y miles de jóvenes (y no tan jóvenes) que mueren a diario por el consumo. Ni se hace alusión a que todos y cada uno de ellos, son los nuevos “zombis”, es decir muertos en vida.
Es muy común que los pacientes en la consulta, nos hagan saber que ya no le encuentran sentido a vivir, que desean la muerte e incluso ya han tenido intentos de suicidio. Por supuesto que el asistir a una consulta, también demuestra que hay cierta pulsión, y esperanza, en encontrar, esta vez, la solución a sus traumas, frustraciones y dolores.
Pueden ver que, en el final del párrafo anterior, no se nombró al paciente en busca de renunciar a la droga. No, de ninguna manera, porque la droga es el “analgésico” o la mejor solución que en este momento él ve, para poder mantenerse en pie.
DESDE EL PRINCIPIO.
Volveremos luego a retomar lo dicho anteriormente, pero antes necesitamos precisar cómo se gesta un proceso que, de seguir así, ha de llevarnos a la ruina social.
Vivimos en una Argentina “post 70”, en dónde los montoneros reciclados, han utilizado y manipulado a su favor a la masa informe de la sociedad, golpeando y condenando fraudulentamente a todo lo relacionado con dicha década. Entre los damnificados se encuentran; el orden, las jerarquías y la autoridad.
En muy pocos años pasamos de una sociedad en dónde, por supuesto, había autoritarismo, pero se entendía la autoridad, a una sociedad en dónde, culturalmente, no hay límite alguno ni en la calle, ni en las familias ni en las instituciones.
Con esto, ya tenemos a la justicia de rodillas. Ya no se puede dar a cada uno lo suyo, y hacemos un “combo” con una sociedad de consumo. ¿Cómo será entonces el joven que camine por esta vereda? Nos encontramos con una generación de cristal, que no soporta el dolor, la frustración, que vive de la inmediatez, sin profundidad reflexiva, sin ansias de conocer la verdad, el bien o la belleza.
En este marco nos encontramos con padres “proveedores” que han suplantado las nociones fundamentales por el oficio de cajero de banco, y que solo son respetados por sus hijos, en los minutos próximos al siguiente desembolso que calme sus caprichos de consumo. Tutores que solo son tomados en cuenta como “banqueros”, pero no pueden, ni saben cómo poner un límite o dar un direccionamiento virtuoso.
Dichos padres disfuncionales no generan más que hijos sin capacidad de soporte, sin tolerancia a la frustración, presidiarios de la inmediatez y espectadores de un futuro que creen les será cómplice, cuando en realidad los espera una sociedad en dónde solo sobrevive el más fuerte. Nuestros adolescentes no llegan a entender la relación que existe entre la causa y el efecto, sin saberlo, interpretan que no tienen que trabajar, o realizar acción alguna, para que las cosas pasen.
En este contexto, de desconexión familiar, falta de cultivo interior, falta de conceptos, valores difusos, afectos disfuncionales, es que entran las drogas, como las llamamos en párrafos anteriores; “la medicina del alma”.
ESTADO AUSENTE
Hace 15 años que trabajo en problemáticas de consumo, y puedo decir varias cosas, sobre la evolución que han tenido las drogas y la sociedad.
Hace ya varios años que las drogas han ingresado al colegio, tanto primario como secundario. Es muy común que nos llamen de instituciones privadas y públicas, directivos colapsados porque continuamente sus alumnos llegan bajo los signos de intoxicación por sustancias psicoactivas.
El estado, declaró la Educación Obligatoria, y por lo tanto todos nuestros jóvenes deben pasar por el sistema educativo formal. Pero, este estado hipócrita, no tuvo nunca en cuenta que todos los problemas sociales y familiares, también han de trasladarse al colegio. Esto implica que nuestra educación ha pasado de ser de calidad, para ser de contención, con profesores que ya no asisten a educar, sino a realizar múltiples funciones que producen su colapso.
Para colmo de males, las edades de consumo han bajado. Hace un par de años nos encontrábamos con jóvenes que empezaban sus consumos a los 15 años, pero hoy ya a los 12 o 13 años, hacen sus primeras “entradas”, con lo cual a los 17, 18 años, nos encontramos con cerebros incapaces de refrenarse o decidir, dado que el consumo precoz, deteriora las funciones superiores situadas en la corteza frontal del cerebro.
Así hipotecamos nuestro futuro, y podemos asegurar, sin temor a equivocarnos que la crisis en unos pocos años, ha de ser de salud mental.
Ahora bien, todo esto ocurre, frente a las narices de un estado que no hace prevención, que favorece el consumo precoz de alcohol y marihuana y que no invierte en salud mental.
Está comprobado que por un 1$ invertido en prevención, se ahorran 6$. Es decir que las políticas públicas que hoy no se concreten, nos generarán un gasto ingente en un futuro no muy lejano. Lo dicho, es muy fácil demostrarlo en cuánto a la cantidad, cada vez más creciente, de pensiones por discapacidad por problemáticas mentales, o por accidentología. Para colmo de males nos encontramos con jóvenes que son “beneficiarios” de una pensión por discapacidad, y que al momento de cobrar no hacen otra cosa que utilizar el dinero para adquirir el mismo veneno que les ha traído dicho certificado.
Peor es la situación de aquellos que padecen enfermedades mentales permanentes como esquizofrenia con alucinaciones y paranoia constante. El estado los deja a la deriva y les impone a sus familiares el peso de hacerse cargo como si los mismos tuvieran la expertis de una entidad psiquiátrica
No sé cuántos intentos he realizado para darle internación compulsiva a varios de estos jóvenes, pero me he topado, con la dura realidad de estructuras en donde conviven muy cómodos, jueces, médicos y un aparato tan obsoleto como inservible, que no se hace cargo de nada.
Una persona que alucina en forma permanente, es un peligro para toda la sociedad, porque hoy alucina que todo son flores y mañana puede imaginar que todo es guerra. En ese contexto puede ocurrir la peor de las tragedias. Ese día, el estado, el poder judicial y sus empleados parasitarios, miraran para otro lado y nadie se hará cargo de los daños, que en el menor de los casos pueden ser materiales, pero que, en muchos otros, son muertes inimputables por la condición del victimario.
NUESTRA PERSPECTIVA
Volvemos a nuestra tesis principal, “las drogas son la mejor forma que encontró la persona para lidiar con lo que le pasa”. Ahora podemos apreciar que en este sistema degradante en que está inmerso el “individuo masa”, sin herramientas, sin tolerancia, sin afectos verdaderos, y sin cultivo interior. Las drogas aparecen como una solución que calma por un rato la ansiedad y el dolor, pero que luego se vuelven eso mismo que buscan tapar.
Pensamos que el panorama que nos espera es crepuscular y de ribetes apocalípticos, en cuánto que existe ya, toda una cultura que se enfoca al consumo de sustancias o de cosas y personas, como la panacea y el fin del hombre. Ya nuestros hijos no van al colegio a aprender cómo ser felices por medio de la virtud, sino a cómo adaptarse a un sistema que, sin darse cuenta, los prepara para robarles lo mejor de sí, a cambio de un celular y un auto eléctrico.
Nuestra tarea será, como decía el célebre Leonardo Castellani, hacer el favor más grande que un ser humano puede hacerle a otro, “ayudarlo a que sea él mismo”, es decir; persona. Contribuir a que nuestros pares puedan ser lo que están llamados a ser. Solo podemos alcanzar la felicidad a través del bien, la verdad y la belleza, trascendentales del ente, que negados, dejan al hombre en la oscuridad de sus almas. Debemos pensar que el rincón al que nos movemos es nuestro país, y que allí, sí somos importantes. En ese lugar que amamos, en que nacimos y que nos criamos, podemos marcar la diferencia.
El peor error, es que aceptemos el discurso infame de que no podemos…
*Técnico en Niñez, Adolescencia y Familia. Operador Socioterapéutico en adicciones. Coordinador de Prevención y Abordaje de Adicciones de la Municipalidad de General Alvear, provincia de Mendoza.