Por Jorge Corrado –Especial Total News Agency-TNA-
“No hay ningún país que se haya beneficiado por guerras prolongadas”
“El Arte de la Guerra” Sun Tzu, siglo V antes de Cristo
La guerra se compone de dos elementos básicos, la lucha de voluntades y la prueba de fuerza. La primera es de naturaleza psicológica. El objetivo ideal es conquistar sin combatir. El enfrentamiento puede ser directo o mediante la disuasión: la amenaza entendida en su conjunto como “diplomacia de la violencia”. Las voluntades pueden ser minadas indirectamente, a través de la destrucción parcial de la fuerza. La segunda es propiamente el combate. Aun así, existe una dialéctica entre ambas. Cada ataque es, a la vez, una amenaza de ataque sucesivo y, al mismo tiempo, un gesto implícito que invita a la negociación.
En los conflictos contemporáneos entender la verdadera naturaleza conceptual de los hechos y amenazas “en acto” y su proyección futura, es el primer paso hacia una verdadera resolución de los mismos. En la naturaleza estratégica coexisten factores racionales (la lógica), irracionales (la emoción, el miedo y la violencia) y arracionales (la fricción o el choque de voluntades), siendo la comprensión del ritmo del tiempo el factor esencial para cualquier conceptualización estratégica.
Para Alain Minc, no hay nada que nos acerque más a la Edad Media que el analizar la estructura de los conflictos contemporáneos, caracterizados por extensas zonas sin autoridad legal. Él los denomina: “el triunfo de las sociedades grises”. En la actualidad la amenaza es el retorno a la ley de la selva. La ilegalidad se ha instalado en el seno de las democracias. Por todas partes progresa lo gris, la diferencia entre lo prohibido y lo permitido se estrecha, hasta casi desaparecer. Ante esta situación, las Instituciones y Organizaciones estáticas e incapaces de reaccionar, van perdiendo el control de la sociedad y, cada vez una menor parte de esa sociedad obedece al principio del orden. Es una situación en que todo está permitido, sin más limitaciones que la fuerza que a esos deseos presenta el oponente.
Para el autor citado, estos riesgos en acto, mucho más peligrosos que los del medioevo por la globalización de nuestra sociedad, no deberían llegar a ocasionar un estado de caos, salvo que se produzcan en forma simultánea.
Aporta elementos interesantes, que guardan una relación estrecha con la actual realidad Latinoamericana. Expresa Minc:
“El concepto de Revolución toma nuevas formas con el resurgir de nuevos Estados. Los llamados micro Estados. En una economía global, donde las transacciones económicas y monetarias se resuelven a escala mundial, ¿Tiene importancia el tamaño o la población mayor o menor de un Estado? Ciertamente la soberanía parece al alcance de cualquier tribu.”
El retorno a las Revoluciones aporta varias lecciones:
- Ningún Estado puede estar seguro indefinidamente de sus fronteras.
- No hay estructura social, por sólida o antigua que fuere, que tenga carácter permanente.
- En la actualidad, revolución no es sinónimo de subversión, sino de descomposición.
- La fuerza revolucionaria ya no pertenece a las minorías comprometidas, sino a la opinión pública, los medios de comunicación social y la justicia.
- La revolución sigue siendo una invención europea.
No puede haber previsión estratégica sin la debida reflexión, sin el manejo conceptual y esencial de la realidad sobre la que debemos actuar, pero tampoco sin el respaldo del instrumento militar necesario. Sin la “adecuada” fuerza militar y su voluntad política de empleo, la prevención será una utopía. El problema Latinoamericano es que ningún Estado-Nación posee esa fuerza adecuada a éste tiempo y circunstancia. Carecemos de voluntad política para lograr un Acuerdo de Seguridad Común, ante los hechos estratégicos en curso en la región. No hemos sido capaces de contener, “en conjunto”, el mayor y más antiguo conflicto de la región, el colombiano.
Frente a la nueva modalidad de los conflictos presentes en América del Sur, entre los cuales el narcoterrorismo es su máxima expresión, se pone de manifiesto dramáticamente la incapacidad de los Estados, actuando por separado, para poder adoptar medidas eficaces.
Para la sociedad latinoamericana, el estudio científico y objetivo de la guerra, no admite demoras. El poder de destrucción, la capacidad de movilización y en definitiva la posibilidad del hombre de desarrollar una guerra civil generalizada, en el seno de nuestras sociedades, exige adoptar medidas para contar con una nueva oportunidad. Dice Gaston Bouthuol, autor francés del Tratado de Polemología:
“Nunca fue más urgente la constitución de una ciencia de las guerras. Hoy es ciertamente el problema número uno. Sin grandilocuencia, podemos afirmar que de su solución depende la suerte de la humanidad, por la simple razón técnica de que hoy los medios destructivos del hombre y de las cosas han sobrepasado bruscamente nuestras posibilidades creadoras y destructoras. Las guerras de Napoleón no destruyeron ni una sola ciudad, ni dieron lugar a que hubiera poblaciones hambrientas. La de 1914 devastó algunas provincias. Pero la de 1940 asoló y arruinó un continente, Europa, por completo…..Sin la rápida creación de una Polemología, todas las demás ciencias corren el peligro de llegar a ser superfluas.”
Del análisis de los 366 conflictos mayores acaecidos entre 1740 y 1974, realizado por el polemólogo francés para estudiar la conflictividad en el mundo, se desprende la primacía de los motivos estructurales. Por lo tanto recomienda tratar de profundizar y buscar las razones de la guerra, más allá de las causas ocasionales, que son la manifestación visible, perceptible por nuestros sentidos. Es necesario llegar a las causas estructurales, conceptuales, donde encontraremos las verdaderas fuerzas en oposición, en forma abstracta, que conducen a engendrar la violencia colectiva.
Como expresa Barry Buzan: “Hasta ahora el fin del estamento militar era ganar guerras, de ahora en adelante será evitarlas. Casi no existe otro fin útil”.
La gravedad de la situación estratégica latinoamericana reside en que es el asiento natural de las dos amenazas transnacionales de mayor envergadura: el narcotráfico y el terrorismo. Además, en grandes áreas de la región estos dos hechos se combinan y retroalimentan mutuamente, para conformar el llamado narcoterrorismo.
Lo que califica de manera significativa la gravedad situacional estratégica de América Latina, es la carencia de una respuesta política a esta realidad, originada en la negación de la misma, ya sea por ignorancia, cuestiones de complicidad económica o por compromiso ideológico.
El narcotráfico, el crimen organizado y el terrorismo internacional, son amenazas de orden estratégico, que tienen como blanco al Estado y a la sociedad, atacando a su cohesión. No son un problema de seguridad pública, en el sentido policial del término. No se trata de una actividad delictiva común, si bien esa es su apariencia y modo operativo. Por su envergadura, su carácter transnacional, su poder de penetración en las estructuras estatales y la actividad económica privada, es un hecho / amenaza estratégica que se dirige directamente a destruir al Estado y a la sociedad en su conjunto.
Lo que tenemos frente a nosotros, es un fenómeno nuevo. Ello exige pensar de nuevo. Se trata de un hecho y riesgo de carácter estratégico, por ende correspondiente al área de la Seguridad Nacional.
Los Estados están actuando individualmente o con leves coordinaciones, frente a un enemigo privado, bajo conducción unificada transnacional. Los Estados tienen problemas diferenciados y reacciones distintas e individuales, ante un enemigo monolítico, sin códigos, que tienen la iniciativa, impone la división del trabajo y explota y cabalga las crisis estructurales de los Estados, en esta etapa de transición de nuestra civilización.
Dentro del Mercosur, Brasil, nuestro principal aliado, limita con los principales países productores/destiladores a través de fronteras selváticas y montañosas que dificultan el control del tráfico. Ya en la década del 90’ muchos analistas estratégicos alertaban: “Nuestro” límite (del MERCOSUR) más peligroso, es con las FARC”, que a través de un extenso dominio territorial en Colombia, con 18 frentes desplegados sobre las áreas de mayor producción de estupefacientes, constituye el enclave narcoterrorista de mayor envergadura de América del Sur. Con notorio y manifiesto apoyo de Cuba y China, las FARC poseen representantes políticos en todas las capitales de la región y sirven como sostén financiero a cuanto proyecto político “anti-sistema” emerja en el área.
Ante ésta alarmante situación, la respuesta imperial fue el llamado “Plan Colombia” en el año 2000. Éste condujo inexorablemente a la expansión del narcoterrorismo sobre el “eje del Amazonas” y al “eje de la Hidrovia Paraguay-Paraná” y hacia los puertos del Atlántico, para alcanzar su destino final en Europa, EEUU o Asia.
Luego de 22 años y ante la metástasis del neo-marxismo en la Región, a través del Foro de San Pablo y sus satélites, y el constante e indirecto avance de China y Rusia en Iberoamérica , podemos afirmar que Suramérica es un nuevo “Cinturón de Quiebre”?
Recordemos el concepto: “Región situada estratégicamente, ocupada por estados conflictivos y atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder”.
Vayamos por partes:
- ¿Están “en conflicto” los Estados Iberoamericanos?
La respuesta es afirmativa. Todos los estados Iberoamericanos, institucionalmente muy débiles, registran severos conflictos internos derivados de su misma fragilidad, de la guerra fría que peleamos sin estrategia y de las dificultades que en diversos grados presentan nuestros países para asumir con soltura las exigencias posindustriales.
- ¿Están los estados Iberoamericanos “atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder”?.
Si lo están. Están atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder, con un serio agravante: hay una profunda inconciencia del riesgo estratégico presente y no solo en el seno del pueblo. Esa inconciencia alcanza a gran parte de la dirigencia, perturbada ideológicamente, por necesidades de sobrevivencia o por corrupción.
Para decirlo con mayor claridad: se ignora o se oculta el hecho de “estar atrapados entre intereses opuestos de otros núcleos de poder” y se retiene, casi por unanimidad de los sectores políticos, un nivel escandaloso de incertidumbre, de indefensión estratégica y de inseguridad pública, interrelacionados. Esos “otros núcleos de poder” que actúan en Sudamérica, en presencia de los débiles estados regionales, son:
- Los nuevos bloques internacionales (EEUU-Rusia-China), aun en formación y
- El Crimen Organizado Transnacional y sus asociados locales: los remanentes terroristas revolucionarios de décadas pasadas y las mafias narcoterroristas.
Estamos en tiempo de descuento. Es conveniente tomar en consideración que en el caso de no adoptarse la “tolerancia cero, con las actividades terroristas dentro de las propias fronteras”, los estados Iberoamericanos “…tendrán que enfrentar decisiones severas”.
Hace ya largos 20 años en Santiago, Chile -el 18 Nov 02- el Secretario de Defensa de los EE.UU. advirtió a sus colegas Iberoamericanos, en la “Vta Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas”, que: “hay espacios fuera del control de los estados en Sudamérica, que desestabilizan a los gobiernos democráticos”.
Y ya han caído diez gobiernos constitucionales, en las últimas décadas, en Iberoamérica. Suficiente evidencia de que el Estado Fallido es una incuestionable realidad.