El aterrizaje del Perseverance fue pura euforia, pero era sólo el principio. Una vez que tomó tierra, cerca del inmenso cráter Jezero (que algún día fue lago), el astromóvil comenzaba su misión para la NASA, con su tonelada de peso y monitorizado en alta definición. Lleva ya un año terrestre rueda que te rueda por Marte, sin dejar de captar fotografías o grabaciones a su paso. Este «portaviones» robotizado contiene gran cantidad de dispositivos, diseñados y controlados por investigadores de Estados Unidos o Francia. El sistema de calibración de la SuperCam, uno de estos instrumentos, lo dirige un equipo de de la Universidad de Valladolid, que coordina a varios más de las universidades Complutense o de Málaga, entre otros, y que ayer se sentó a hacer balance con el rector, Antonio Largo, y el vicerrector de Investigación, Óscar Martínez. Con el doctor en Física Fernando Rull al mando, el grupo de investigación vallisoletano –del que forman parte el ingeniero Guillermo López y el también físico José Antonio Manrique– dedica su tiempo a labores de gestión, y principalmente a la interpretación de datos, «sobre todo mediante espectroscopia, en la que nos especializamos», contó Rull. «No me atrevería a decir que hubo vida en Marte, pero sí que sabemos que en algún momento fue habitable», matizó Manrique. «En cualquier caso, en el momento en el que Marte se empieza a quedar sin agua, en la Tierra apenas hay células procariotas», continuó el científico, para explicar que van tras las huellas de un lago evaporado hace miles de años. Porque, por ahora, el objetivo es estudiar a fondo las condiciones de vida en el planeta vecino. La composición de sus rocas y minerales, lo que tarda en degenerarse un plástico en suelo marciano, la velocidad del sonido… Se están recopilando muestras a lo largo del ‘delta’ del antiquísimo agujero de Jezero. Y el análisis es telemático: «Perseverance nos permite hacer mucha ciencia sin necesidad de contacto con las muestras», aclaró Manrique. El vicerrector de Investigación, el rector de la UVa y los investigadores hacen balance de los resultados del Perseverance. Fernando Rull sostiene el prototipo del sistema de calibración que dirigen – F. HERAS
Y es que lo cierto es que tanto el método científico como la logística y las cifras de gasto que supone cualquier empresa espacial –también astronómicas– exigirán que se fleten varias misiones más para ‘repatriar’ todo lo recogido ahora, y así demostrar que se puede ir y volver del planeta rojo. «La misión de retorno de muestras es fundamental si se quiere llevar a un ser humano a Marte sin que sea un proyecto suicida», recordó el investigador jefe. Primeras veces
A distancia, a pesar de problemas puntuales, todo está saliendo «francamente bien», valoró López. «Esta se ha vuelto una misión de récords», se enorgulleció el ingeniero, que explicó que lo es porque está cargada de «primeras veces», como el primer vuelo de un helicóptero en la superficie de otro planeta o una iniciática ocasión de utilizar espectroscopia Raman fuera de la Tierra. Con su sistema de autonavegación, el ‘rover’ Perseverance ha rastreado cuatro kilómetros. No parece demasiado, pero es todo un logro de la tecnología en una tierra inhóspita y trepidante, de «atmósfera tenue» y «noches tranquilas», en la que hasta el polvo es magnético y todo necesita aún de experimento. A la versión mejorada del Curiosity le quedaría al menos otro año de misión, pero Rull afina su esperanza de vida: «La NASA fabrica todos los sistemas de forma que duren entre ocho y diez veces más de lo previsto, así que eso nos hace prever una larga vida de ciencia y éxitos para el Perseverance», brinda.
Fuente ABC