Agustín Argibay, presidente de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados, aseguró que “lo que ocurre actualmente es una preocupación y un problema muy serio porque Rusia es el segundo mercado en importancia para la pera y el cuarto para la manzana, por eso estamos intentando reorganizar el negocio en el Alto Valle y evaluar hacia dónde podemos orientar nuestras exportaciones”.
Según Argibay, “hay dos variedades de pera que compran los rusos, que son las williams y las packham, de las cuales les vendemos cerca de 80.000 toneladas por año, lo que implica unos u$s60 millones”.
Un envío desde Argentina hasta Rusia demora entre cuatro y cinco semanas, por lo tanto a algunos exportadores la guerra los sorprendió con contenedores a mitad de camino. En esos casos reina la incertidumbre porque no se sabe cómo van a pagar los importadores ni tampoco cuál será la cotización del rublo cuando lo hagan. La moneda rusa acumula una devaluación del 40% desde el inicio de la guerra.
Al ser consultado sobre este punto, Argibay detalló que “la devaluación impacta negativamente porque a los rusos se les hace mucho más caro comprar la fruta importada, por lo tanto intentan pagar menos y se producen discusiones”. El impacto económico que se genera por no cobrar o recibir menos dinero del que corresponde golpea a toda la cadena porque cuando el exportador no cobra, se afectan todos los eslabones hasta llegar al productor primario.
En el caso de la pera, las exportaciones se podrían reenviar hacia otros destinos, donde hay demanda y comercio activo, como por ejemplo Brasil, Estados Unidos, Canadá, Colombia, Perú o la costa del Pacífico.
En cuanto a la citricultura, la mayor afectación la sufren los exportadores de limón. Pablo Padilla, presidente de la Asociación Citrícola del NOA (ACNOA) aseguró: “A Rusia le exportamos en promedio unas 45.000 toneladas, que representan entre u$s35 y 40 millones. Es un mercado importante, que hoy representa poco más del 20%, aunque en otras épocas llegó al 25%”.
Lo preocupante en el caso de la campaña del cítrico estrella es que en una semana debería comenzar la cosecha y los trabajos vinculados con la venta hacia este destino. Según Padilla, se trata del primer período de la exportación que va de mitad de marzo a mitad de mayo, por lo tanto la actividad está en pausa.
Hoy las empresas deben repensar cada decisión si es que sus embarques deben llegar a Rusia ya que los compradores no pueden girar divisas, por lo tanto ninguna empresa local está dispuesta a cargar un buque si no se sabe cuándo se cobrará porque en el plano local también hay otras variables que impactan sobre el tipo de cambio que podrían erosionar la rentabilidad del negocio.
Todo es incertidumbre. Actualmente los exportadores locales intentan cobrar el negocio 100% por anticipado para minimizar riesgos, aunque del otro lado los importadores rusos deben girar dólares y “cruzar los dedos” para que no se produzca una devaluación mayor que les impedirá recuperar las divisas que giraron por la mercadería o que se produzca un bloqueo que dificulte la llegada de los barcos.
Desde el sector aseguran que si se cae el mercado ruso sería una muy mala noticia y aunque hay expectativas puestas en el desarrollo comercial hacia China, ningún destino va a reemplazar a Rusia a corto plazo.
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Fuente Ambito