Por Darío Rosatti- Especial Total News Agency-TNA-
La invasión de Ucrania por parte del ejército ruso el 24 de febrero demostró la total falta de preparación de las fuerzas rusas para una guerra de esta magnitud y la incorrecta evaluación por parte de Rusia, de la capacidad real de combate del ejército ucraniano.
La crisis logística de las tropas rusas y la completa derrota estratégica de Rusia en los primeros días de la guerra llevaron a Putin a dar la orden directa de destruir Ucrania como país.
Con la grave escasez de vehículos blindados (el 13 de marzo, los principales medios de comunicación del mundo, dieron a conocer la información, de que Rusia había solicitado ayuda militar a China) y las enormes pérdidas de efectivos, como respuesta, Putin ha aumentado los disparos de misiles de crucero y los ataques aéreos.
Más de 50 áreas urbanas de Ucrania han sido bombardeadas, algunas de ellas, como Borodyanka y Volnovakha han quedado prácticamente destruidas. También se han atacado de forma sistemática infraestructuras industriales, aeropuertos, carreteras, se han bombardeado iglesias, escuelas y hospitales. Miles de edificios residenciales han sido destruidos. El número de víctimas y las destrucciones van en aumentando con rapidez cada día.
Al no haber podido tomar rápidamente las ciudades claves de Ucrania y así poder declarar una victoria rápida, Rusia se embarco en una dura y sangrienta guerra.
El Kremlin no tiene los recursos militares, ni económicos, ni mucho menos demográficos para llevar a cabo una guerra con combates intensos. Rusia, no tiene ningún aliado que le pueda proporcionar una ayuda sustancial. Por lo tanto, el Kremlin está aplicando sistemáticamente la táctica, de la “tierra arrasada”, destruyendo zonas pobladas y eliminando unidades industriales.
Según una fuente anónima en los círculos diplomáticos de la Federación Rusa, los militares rusos han recibido órdenes directas de matar a civiles ucranianos y destruir infraestructura urbana. De este modo, Rusia está tratando de obligar a Ucrania a capitular y aceptar las condiciones del Kremlin, al mejor estilo de las guerras etnicas de hace dos siglos.
Antes de cada nueva ronda de negociaciones, el Kremlin intensifica los bombardeos como palanca de presión psicológica sobre la parte ucraniana. El Kremlin trata de sembrar pánico entre los ucranianos civiles, para difundir ánimos de derrota en la sociedad, a la espera de lograr generar protestas y a la exigencia de aceptar las condiciones de Rusia.
Putin ha decidido ir hasta el final y apoderarse de todo el territorio ucraniano que le sea posible. Él no tiene en cuenta ni las pérdidas humanas de ambas partes ni las consecuencias para la economía rusa por las sanciones que se han aplicado. En los territorios capturados, las tropas rusas toman el control de las instalaciones industriales, de producción como fábricas o centrales eléctricas.
A Rusia le interesan mucho los puertos ucranianos. En Mariupol, por ejemplo, las tropas rusas han destruido miles de viviendas, pero no han atacado ni las fábricas ni el puerto. El Kremlin está dispuesto a matar a mujeres y niños por razones de interés propio y fundamentalmente economico.
En Ucrania se esta desarrollando el mayor desastre geopolítico y humanitario del siglo XXI. Los contornos de la civilización del orden mundial del futuro dependen del resultado de la guerra entre Ucrania y Rusia.
Esta guerra ha demostrado la posibilidad real de una invasión militar por parte de Rusia a sus países vecinos de la UE y miembros OTAN, lo que genera preocupación en cuanto la respuesta que debería recibir el Kremlin.
De este modo, Putin ha puesto a prueba y prácticamente ha desvalorizado los fundamentos institucionales de las estructuras supranacionales del Occidente que son los pilares de la democracia. ¿China mira Taiwan?
Si no se detiene la revancha totalitaria por impotencia del Kremlin, se desencadenará el llamado “efecto dominó” con la aparición de conflictos regionales en todo el mundo, lo que conducirá a una guerra de todos contra todos y finalmente acabará con el concepto del equilibrio del poder de la Política Internacional.