Por Nicolás Balinotti
El Presidente se recuesta en los gobernadores y los sindicatos como contrapeso a La Cámpora para avanzar con el plan del FMI; rechazo oficial y en la CGT a la viabilidad del acuerdo de precios y salarios
Cuando Cristina Kirchner lo ungió como su candidato para desbancar a Mauricio Macri, Alberto Fernández imaginó a los gobernadores peronistas y al sindicalismo clásico como las dos vigas maestras de su estructura de poder. Siempre los pensó como el contrapeso ideal a La Cámpora, una premonición que finalmente se concretó en una situación límite, al borde de una fractura casi sin retorno. Con sus respaldos, sumado al aval opositor en el Congreso, el Presidente sacó a flote el pacto que selló con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el pago de la deuda, un atajo para evitar el default que desencadenó en un dramático quiebre en la alianza con su vicepresidenta.
Fueron los mandatarios provinciales los que incidieron en los diputados y senadores de sus distritos para que votaran a favor del apretón de manos con el Fondo. Activaron gestiones los del PJ y los de la oposición. El rechazo kirchnerista al acuerdo dejó por ahora a la vicepresidenta y su tropa en minoría política. Este nuevo rediseño abre una pelea dentro del Frente de Todos de consecuencias inimaginables.
Con la tracción de los gobernadores, Fernández superó el escollo legislativo por el FMI. En Tucumán, Juan Manzur pidió ayer por su reelección. El apuro del jefe de Gabinete en relanzar al Presidente se pareció más a un desafío al kirchnerismo que una convicción de que su candidatura sería lo natural en un PJ en ebullición. La crisis económica dificulta mirar más allá de mañana. El Presidente necesita ahora de los gremios y los movimientos sociales para consensuar el ajuste.
La hoja de ruta que se pactó con el FMI no contempla reformas de fondo ni grandes recortes, aunque sí un mayor control cambiario y de emisión, y una reestructuración del esquema tarifario, que inevitablemente será con subas en el valor de los servicios. El rango objetivo de inflación anual trazado es de entre 38 y 48 por ciento. El presupuesto de Martín Guzmán que no pasó el filtro del Congreso proyectaba un 33%. Esta semana se conoció el índice de precios al consumidor (IPC) del mes pasado. Marcó un alza de 4,7%, muy por encima de lo esperado por el mercado a partir del avance del valor de los alimentos (7,5%). El Presidente puso allí la lupa con las medidas que amagó para contener los precios de insumos básicos. Haber anticipado con tres días de anticipación la “guerra” contra la inflación provocó un apresurado remarque de precios, según consultoras, gremialistas y empresarios del sector. La proclama combativa contra los formadores surgió desde el borde de una pileta, con música de fondo que animaba una clase de aquagym de niños y jubilados.
“Escucho hablar mucho que nuestras ideas para poder hacer frente van a significar ajustes. ¿Dónde están los ajustes? Explíquenmelos”, lanzó el Presidente el jueves, desde Salta. El mensaje fue un claro señalamiento hacia Máximo Kirchner, blanco de críticas de funcionarios, intendentes y sindicalistas que leyeron su renuncia a la jefatura del bloque oficialista en Diputados como un desafío a la Casa Rosada.
Salarios y jubilaciones
Al ajuste lo está haciendo la inflación. Veamos qué sucedió con las jubilaciones y los salarios del sector público y privado en lo que va de su gestión. Entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021 la jubilación mínima cayó un 0,8%, según datos de Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma. Campos hizo hincapié en el haber mínimo, dado que en 2020 los aumentos fueron discrecionales y algunos de ellos consistieron en una suma fija más un porcentaje, lo que afectó en mayor medida a las jubilaciones de mayor monto. El impacto es más estruendoso si se tiene en cuenta el arrastre de la gestión de Macri: entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 la jubilación mínima cayó un 20%, según el relevamiento elaborado a partir de datos oficiales.
Con los sueldos sucedió algo parecido. En el sector privado registrado el salario promedio cayó un 20,3% durante el macrismo, según el Observatorio de la CTA. De esa caída, 3,8 puntos se produjeron entre 2015 y 2017, el resto entre 2017 y 2019. Una dinámica arrasadora para el poder adquisitivo. Entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, con el Frente de Todos, el salario promedio de los trabajadores registrados del sector privado creció un 1,5%. Una suerte de empate técnico cuyo resultado no es considerado por expertos como un punto de recuperación si es que no se ordena la macroeconomía. Es decir, si no se controla el dinamismo inflacionario, entre otros dramas domésticos.
La caída fue mucho mayor en el sector público. Entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019 fue del 22,8%. En este caso no hubo recuperación durante el gobierno de Fernández. El salario promedio en el sector público cayó un 2% entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, según los datos Índice de Salarios que publica el INDEC. Otro sector damnificado es el informal, cuyos parámetros salariales se guian por los ajustes del salario mínimo vital y móvil, que el año pasado se mantuvo apenas por encima de la inflación.
La convocatoria presidencial a empresarios y sindicalistas para el martes servirá para escenificar el apoyo de la Unión Industrial y de las centrales obreras a las medidas que por ahora posterga el Gobierno. Solo hay intenciones. Claudio Moroni se preparó para la “guerra” con una birome y sin un papel. La foto del gabinete económico es la postal del “albertismo”. El martes habrá una suerte de acuerdo por los precios, pero no por los salarios. En el Ministerio de Trabajo y en la CGT no imaginan por ahora que las paritarias se fijen por decreto, una medida drástica que juran que no está en los planes de nadie. Por ahora la referencia es el trato que firmó la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que elevó a 45% la pauta salarial, aunque con una salvedad: no es un acuerdo anual, sino por ocho meses. En noviembre se reabrirá la discusión. Es la dinámica que imponen los tiempos bélicos.
La otra batalla
En su rol de ministro de Seguridad y hombre de confianza de ambos, Aníbal Fernández intentó oficiar de mediador entre el Presidente y su vice después de los coletazos por la agresión al despacho de Cristina en el Congreso. Los puentes están tan dinamitados que el todoterreno de los Fernández terminó envuelto en un choque retórico con el camporista Andrés Larroque, quien suele a veces decir lo que Máximo Kirchner calla. “Querido Cuervo, te aturde el silencio y la parsimonia del Gobierno ante el ataque a las oficinas de Cristina pero, ¿sabés una cosa? No es así. Ante la agresión, el Presidente se comunicó con Cristina y un colaborador interesándose por la situación y poniéndose a disposición”, escribió en su cuenta de Twitter. Lo que no aclaró Aníbal es que Cristina jamás los atendió. El ministro la embarró aún más cuando señaló que había diseñado una custodia policial de civil para la vicepresidenta, sin que ella lo supiera. ¿Será espionaje?
El ministro de Seguridad quiso bajar las tensiones y a los dos días compró la teoría de Cristina Kirchner sobre que ella había sido el único blanco de los ataques al Congreso por haber sido quien se enfrentó a los fondos buitre. “Las marcas rojas hasta nos traen reminiscencias de las marcas de las casas con sangre de cordero. Se marcó primero la oficina para que, después, el grupo grande se dedicara a cualquier cosa y el grupo chiquito, específicamente a agredir la oficina de Cristina. No tengo dudas, estoy convencido de eso”, aseguró Aníbal Fernández. Los registros fílmicos y fotográficos desvanecieron su teoría. También habían sido destrozados los despachos de los senadores José Mayans, Claudia Ledesma y hasta el de algún opositor, según contaron a LA NACION fuentes legislativas.
Norberto Di Próspero es el histórico jefe de la Asociación del Personal Legislativo y conoce como pocos los pasillos del Congreso. “Nadie sabe que el despacho de Cristina es ese”, descartó tajante la victimización de la vicepresidenta. El sindicalista contó además que los manifestantes estuvieron cerca de irrumpir en el palacio. “No entraron de pedo”, exageró, y cuestionó a las autoridades nacionales y porteñas por no haber blindado el palacio.
Por los incidentes quedó en la mira el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), una agrupación piquetera antisistema que surgió en los 90. La izquierda menos radicalizada se despegó del conflicto y se volvió a movilizar pacíficamente el jueves en rechazo al pacto con el FMI. En el trotskismo distinguen una oportunidad inmejorable para sumar adherentes desencantados con el Frente de Todos. Como otros 24 de marzo, los militantes de izquierda y La Cámpora coincidirán el jueves próximo en las marchas por el Día de la Memoria. En los dos sectores hubo advertencias para evitar cruces y desbordes. La violencia no debería asombrar tanto a Cristina Kirchner si Diego Carbone, el policía federal que oficia de jefe de su custodia personal, frecuenta a Rafael Di Zeo, el líder de la barrabrava de Boca que conserva intactos sus nexos con la política.
Fuente La Nación