
Andreas Fontana: Eso se explica a mitad de la película. Es un modismo propio del dialecto bancario de Ginebra, de donde viene el personaje protagónico. Y ese dialecto es bastante exclusivo. Hablo de los bancos privados que llevan por título el apellido de sus miembros y se mueven como pequeñas aristocracias, pequeños reinos, de tradición hereditaria. Mi abuelo tuvo un banco privado, de esos que gestionan los bienes de sus clientes como si fueran el sastre de la familia, pero la dinastía se quebró cuando mi padre prefirió dedicarse a la escultura.
P.: ¿Y el abuelo no tenía otro hijo?
A.F.: Tenía tres hijas, pero la tradición exigía un varón. Eso cambió recién a fines del siglo XX, los suizos somos bastante conservadores. Entonces las mujeres no podían figurar en primer plano, ni siquiera en pie de igualdad. Mi abuela, por ejemplo, que era muy inteligente, disfrutaba de la opulencia pero no podía desarrollarse como profesional. Sin embargo, se sabe que las esposas solían moverse de modo invisible, como buenas consejeras de sus maridos.
P.: Como, en este caso, la esposa del protagonista.
A.F.: Sí. Me pareció interesante que hubiera un personaje femenino tan malo como inteligente. En verdad, nadie es muy bueno en esta historia, pero todos son buenos según su propia lógica, e inteligentes.
P.: Y aunque la fauna local nos atrae particularmente, supongo que su principal interés radicó en el riesgo moral de los banqueros suizos.
A.F.: Me gustó exactamente eso, el riesgo moral de los banqueros. ¡Y sus estrategias, cuando un cliente le propone avanzar más allá de los límites! Porque el banquero puede tener estrategias para no avanzar, o para avanzar, o para hacer como que no avanza. Un banco privado puede sentirse habilitado para ofrecerle servicios extras al Aga Khan, pero otra cosa es cuando se empieza a tratar con gente de otra condición, o con una exposición penal grande. La tentación también puede ser grande. Sobre eso, un banquero me citó una frase de Mark Twain: “La virtud nunca ha sido tan respetable como el dinero”.
P.: ¿Hay alguna historia de esas con clientes argentinos?
A.F.: Hubo clientes argentinos, siempre hubo muchos, en bancos comerciales suizos, y 15 o 20 funcionarios de lejanos gobiernos en bancos privados de la alta sociedad. Supe de historias fuertes, precisamente sobre la época que cuento. Para la película, hice una investigación extensa entre terratenientes, financistas, banqueros y dueños de caballos. Algunos me mostraron muy poca empatía, otros eran adorables, a veces incluso mostraban ideas muy abiertas. Al retratarlos intenté ser respetuoso con ellos. Hubiera sido fácil convertirlos en caricatura.
P.: El personaje del monseñor es bastante caricaturesco.
A.F.: ¡Es un tahúr! Eso sale de mi propia experiencia. Años atrás, fui a charlar con un banquero argentino en el Círculo de Armas, y de pronto llegó un prelado, se sentó a comer con otros señores, y todo el tiempo hablaba de dinero (y no para obras de beneficencia). Eso me llamó mucho la atención.
P.: Casualmente, hay una escena ambientada en el Círculo de Armas, pero…
A.F.: No nos dieron permiso. Se filmó en el Centro Naval.
P.: Hermoso edificio. ¿Cómo fue elaborando la trama?
A.F.: Fue cruzar capas, acumular observaciones, y tener en cuenta lo siguiente: un banquero suizo es un burócrata bien trajeado al que ves todos los días almorzando en un lugar elegante. Pero fuera de Suiza es un agente a riesgo de hacer algo prohibido. Hay algo, que llaman “el tour del camello”. A partir de ahí, Mariano Llinás me ayudó a dar más verosimilitud a esta historia, y ajustar el punto novelesco. María Laura Berch, gran directora de casting, seleccionó un elenco muy singular, en gran parte integrado por auténticos banqueros y financistas. Son rostros perfectos. Hubo que convencerlos, pero el cine es un atractivo muy poderoso.
P.: ¿”Azor” ya se vio en Suiza? ¿Qué repercusión tuvo?
A.F.: Tuvo un pequeño éxito, pero poca repercusión. Suiza no tiene costumbre de preguntarse sobre sí misma, no sé si le gusta verse. El suizo es pragmático, todo lo que podría afectar su pragmatismo trata de evitarlo. Pero por otro lado es discreto, evita la ostentación, si un suizo es rico, no lo vas a notar. Y eso es bueno.
P.: ¿Ya está preparando otra película?
A.F.: Sí, también con Llinás, una historia ambientada en el mundo de los diplomáticos. También, gente discreta.