Ante la crisis del sector energético se lanzó la idea de limitar las exportaciones de petróleo; La Cámpora insiste en negar el aumento de tarifas y se prepara para enfrentar al Presidente en una interna abierta
Ya comenzó. No tiene la forma de una protesta social callejera ni tampoco aparece con la clase media contra las puertas de los bancos. El estallido que pronostica el kirchnerismo, y que llevó el año pasado a La Cámpora a decidir que enfrentará a Alberto Fernández en la interna del Frente de Todos, tiene su epicentro en el agotamiento de la generación de energía y su impacto en la economía que, como las ondas expansivas de una piedra en el agua, recién muestra sus primeros círculos.
Luego de que el secretario de Energía, Darío Martínez, advirtiera sobre las “consecuencias desastrosas” que se avecinaban si se reducían los aportes del Ministerio de Economía para la compra de gas, comenzaron a detectarse faltantes de gasoil en la mayoría de las provincias y, en paralelo, se desató un nuevo enfrentamiento interno. Un sector del kirchnerismo pregona ahora por limitar las exportaciones de petróleo de un puñado de empresas y ubica al ministro de Economía, Martín Guzmán, como el obstáculo para lograrlo.
Los impulsores apuntan contra compañías como Vista, Pampa Energía, Tecpetrol o Exxon, que protagonizan parte de las exportaciones del crudo que se genera en Vaca Muerta. El mensaje llegó a los privados y se agarran la cabeza. En las empresas se extiende el desconcierto, porque a principio de mes habían acompañado a Guzmán a Houston, Texas, al encuentro internacional de la industria petrolera y regresado con promesas de que se flexibilizarían las restricciones cambiarias. Actualmente, el Gobierno exige a las firmas a liquidar sus dólares en el mercado cinco días después de la operación. Son las necesidades de la hambruna eterna de dólares del Estado argentino. Pero las firmas reclaman dejar un porcentaje de los dólares ganados en el exterior para destrabar nuevas vías de financiamiento y aumentar la producción de crudo y gas. Las ilusiones se habían incrementado con la presencia de Daniela Bossio, subgerenta general de Regulación Financiera del Banco Central, en la comitiva que viajó a Houston. Guzmán había prometido adaptar “la balanza de pagos” a “las características del sector energético”. Música para los oídos. Nada se dijo en el viaje sobre cupos a las exportaciones. La idea los esperaba en Buenos Aires y son las reacciones políticas frente al silencioso estallido energético. No es la única controversia.
Sobre la superficie de la conflagración interna, Guzmán intentará cumplir con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, mientras el kirchnerismo le mordisquea los talones al descubrir cómo incuba estallidos que pueden arrasar con su apoyo electoral. Por eso en La Cámpora insisten en descartar un aumento del 40% de las tarifas de los servicios públicos, aunque el ministro asumió el compromiso con el Fondo. En el entorno de la vicepresidenta Cristina Kirchner circula un análisis que indica que un aumento del 43% de las tarifas solo reduce un 8% de los subsidios energéticos y representa apenas un 1% del PBI. El documento deriva en una conclusión política: el kirchnerismo tiene la convicción de que la derrota electoral de Mauricio Macri comenzó con el aumento de tarifas que aplicó el gobierno de Juntos por el Cambio. Y, por lo tanto, resistirán como si fuera la lepra un incremento del precio de los servicios públicos para el corazón de su electorado, es decir, el conurbano bonaerense. Ese es el territorio en discusión. La mayoría de las provincias pagan tarifas superiores a la provincia de Buenos Aires, pero no aparecen en el debate oficialista: es un problema de los gobernadores, aliados de Alberto Fernández.
Y así, como en un universo paralelo, Guzmán confirma el aumento mientras La Cámpora insiste en descartarlo. En un gobierno sin plan económico, una guerra de guerrillas se libra en cada colina del Estado. Y el desesperado pedido del secretario de Energía se repetirá cada mes: suplicó para cubrir marzo, pero ahora necesita los pagos de abril.
Los cálculos políticos
El sector liderado por Cristina Kirchner trazó como estrategia un experimento inédito en la política argentina: enfrentar a Alberto Fernández en una interna abierta para disputar la próxima candidatura presidencial del Frente de Todos, como lo confirmaron protagonistas de la última marcha del 24 de marzo. La pregunta inquietante es si la epidermis económica y social de la Argentina soporta el porvenir de un combate a cielo abierto entre el Presidente y la vicepresidenta.
En principio, en La Cámpora encienden velas y rezan para que Alberto Fernández intente la reelección. De lo contrario, si se quedaran en soledad en el ring oficialista, deberían hacerse cargo de defender electoralmente al Gobierno, serían la cara de la continuidad de un presidente que desprecian. Ansían enfrentarlo para diferenciarse, ganarle con los votos del conurbano y liderar al peronismo en el próximo mandato, incluso con la sospecha de que tendrán cuatro años de resistencia opositora. ¿Sergio Massa se prestará al juego como candidato de Cristina Kirchner, incluso con la perspectiva válida de una derrota? En principio, la alianza entre el presidente de la Cámara de Diputados y Máximo Kirchner sobrevivió a la ruptura por la votación del acuerdo con el FMI: el primer ensayo de diferenciarse sin romper. Todavía cuentan a Massa como un aliado.
Para lograr sus objetivos, el kirchnerismo necesita mantener sólidos los pilares de la provincia de Buenos Aires, el secreto de su supervivencia electoral. De ahí el coqueteo y la selfie de los intendentes con Máximo Kirchner en la marcha del jueves, con el juego de Martín Insaurralde de calzarse una gorra con el logo de La Cámpora. Los maliciosos apuntan que incluso un sector del peronismo intenta que Javier Milei lleve como candidato en la provincia de Buenos Aires al abogado mediático Mauricio D’alessandro para restarle votos a Juntos por el Cambio. Esa es solo una de las alquimias en proceso. Insaurralde quiere también ser el postulante bonaerense de La Cámpora. En el kirchnerismo le reconocen que en los tiempos de vacas flacas el intendente mantuvo incesante el flujo de alegrías. Es posible que allí naciera el apodo de “Juncadella”. En el kirchnerismo también elucubran una interna abierta entre Insaurralde y el gobernador Axel Kicillof por la candidatura bonaerense. En todas las reuniones privadas, el gobernador alude a su gestión como si inevitablemente tuviera la continuidad de una reelección.
Si por el expresidente Mauricio Macri fuera, el peronismo debería enfrentar como candidata a gobernadora a Patricia Bullrich. Las encuestas la favorecen, pero todavía debe saldarse el entendimiento con el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
Así, la política traza elucubraciones sobre el hielo quebradizo, mientras se instala en el poder la certeza de que cualquier pronóstico se puede volver una ilusión si las variables terminan por desmadrarse. En la energía, el estallido ya muestra sus efectos.
Fuente La Nacion