
Guillermo Parodi: Arlt tiene un procedimiento escénico, una forma de escritura y uso del lenguaje de su tiempo que hoy resuena a reo, pero elevado al mismo tiempo. En las palabras que inventa está su poética, y me gusta cómo suena eso en boca del actor. Cuando me encontré con la obra descubrí un homenaje a la evolución del teatro argentino, a los actores. Hicimos algunos cambios, como que la mucama en el original es española, enferma de tuberculosis que ante la situación de opresión que vive en su casa termina cometiendo suicidio. La obra surgió de la crónica policial y al hombre lo obsesiona ese momento previo, ella dejó la luz encendida y la cama hecha, como si no se hubiera acostado mientras rumiaba su final. Si traspolamos esto al presente, en lugar de mucama es desocupada, y tiene una enfermedad grave, y el que era galán de folletín lo convertí en galán de TV.
P.: ¿Como fusionó los diferentes personajes?
G.P.: Rocambole en “300 millones” es el galán y aparecen los personajes de humo soñados por personas que se corporizan. Creo que eso es la metáfora del teatro y la caja de resonancia de nuestros sueños. Hoy Arlt también es un personaje de humo, y aparecieron muchos otros nuevos en estos 90 años. También recurrí al hombre cúbico, un robot extraño que puede ser el capitán del barco en el que viaja Sofía cuando sueña que se convierte en gran señora, puede ser Google corporizado, el sistema que vende cosas y se transforma en una moto de delivery.
P.: Quiso adaptar “300 millones” pero se transformó en otra cosa, ¿por qué?
G.P.: La pandemia nos confinó e hicimos trabajo de mesa. El personaje de Sofía, que empezaba en la calle como una cartonera, entraba por accidente al foyer de un teatro y luego al escenario. Apoyados en Arlt pudimos encontrar la manera. Habíamos sintetizado algunas cosas que resuenan a Alicia o Dorothy en el Mago de Oz, y apareció el personaje del constructor de sueños que es el actor, que se pone máscaras y cuenta diferentes historias. Y así también están la Reina Bizantina o Rocambole, sacados del original. Y el hombre gris para mi es el autor, Arlt.
P.: ¿Cuánto hay de Arlt en el teatro de hoy?
G.P.: La gente joven encuentra inesperadamente para nosotros una formación de respeto y culto de lo clásico. Siempre se dialoga con los clásicos desde los nuevos lenguajes e inclusive ignorando que lo hacen. La gente que hace teatro y se forma no puede no tener conocimiento de Arlt pero admito que las generaciones jóvenes no saben quién es; pienso que si oyen una palabra, o mediante un recuerdo, algo les resonará.
P.: ¿Cómo es el teatro de las nuevas generaciones?
G.P.: Las redes cambiaron la manera de relacionarnos y la manera de generar lenguaje. Mi hijo, que nació entre teatreros, hace trap, y tienen esa habilidad de improvisar en verso para mí imposible. Se paran en las esquinas e improvisan en verso, con consigas complicadas sobre un tema o palabra. Hay algo de payada en eso. En esa riña hay teatro. Ese estilo se desarrolló a partir de la tecnología. Intento y confío en que hay algo que es cultural que está detrás latiendo siempre. Hay algo transgeneracional que pese a ser distinto, es lo mismo.
P.: ¿Cómo ve las artes escénicas y sus tres circuitos?
G.P.: Siempre pensé que el teatro argentino goza de buena salud, aún con todas las dificultades y necesidad de mayor apoyo. Tenemos una poética y tradición teatral pese a ser un país joven, en Tucumán hay tradición de 150 años, en Mendoza está la Universidad, en Córdoba y Rosario hay una usina de teatro. En las provincias uno encuentra cuestiones de infraestructura y según el gobierno se le da mayor o menor presupuesto. Estuve poco en el oficial. El comercial va por otro carril, hay algunos hallazgos estéticos pero hace tiempo el off irrumpe en el comercial y se vuelve semillero. El teatro no deja de ser un entretenimiento, tiene que “tener entre”, como dice Kartún. Con todo lo que eso implica, salirse del cotidiano, las comedias, ante la realidad secuencial que agobia. El teatro siempre está al borde del abismo. Recuerdo una escena del Molière de Ariane Mnouchkine. Un carromato con actores improvisando en una plaza una escena de la commedia dell’arte. Sopla el viento y los telones hacen de vela y se desplazan por el camino. Y atrás corre el público hasta que el carromato llega al borde del precipicio y ahí el público aplaude. Ese es el umbral, ese es Roberto Arlt, eso es el teatro.