
Daniel Casablanca: Vi “El hincha” y el poco material fílmico que hay, lo sentía familiar, en su forma de actuar, muy tana, con mucho brazo, su manera de hablar, y tenía encima 5 años de investigación, me leí todos sus grotescos, escuché los tangos y leí las biografías. Por obligaciones laborales era una deuda pendiente con mi mujer en la dirección. La pandemia nos encontró con tiempo y con mucha información. En un mes y medio la escribimos.
P.: ¿Cómo fue el trabajo sobre el escenario luego de tener la obra terminada?
D.C.: Algo que no estaba pensado y surgió en los ensayos fue el uso de la máscara, me permitía poder jugar al grotesco sin caer en algo trágico. Podía burlarme de la política sin quedar pegado, no quería hacer un personaje político pero tampoco se podía esquivar. Desde la máscara pude estar libre y tiene algo de clown que es grotesco. Lo gracioso lleva a lo terrible.
P.: ¿Qué se menciona en el espectáculo de la relación de Discépolo con el peronismo?
D.C.: Fue proscripto por Perón pero porque habían proscripto los tangos, y fue él quien solicitó que levantaran esa proscripción. Discépolo no tenía bandera política pero terminó siendo funcional a la propaganda del segundo gobierno de Perón por cariño a Eva y porque había sufrido las injusticias de los primeros 30 años del siglo XX. Tuvo una visión ingenua y sensible frente a la vida política y social, fue uno de los fundadores de Sadaic para que sus amigos y él cobraran los tangos que pasaban en Europa. Perón había dicho que ganaron la segunda presidencia gracias a “Mordisquito”, su personaje en la radio, y el voto femenino. Se murió actuando a sala llena aunque los antiperonistas con plata compraban salas para que hiciera funciones vacías. Además de romperle discos y dejárselos en la puerta, dejar de saludarlo en la calle y escupirlo. Y su hermano, cuando Enrique escribió sus primeros tangos, se enojó, como si fuera un cumbiero. Los porteños con sus ideas de izquierda y el teatro de Pirandello no podían tolerar esos tangos populares. Como pasa ahora, cuando un actor es popular en TV, se lo critica.
P.: ¿Cómo estructuró la historia?
D.C.: Pensé en el artista una noche afiebrada frente a la hoja en blanco, y la dificultad para empezar, la angustia del vacío. Porque ante todo era actor y sin embargo quedaron sólo dos películas y sus tangos, los mejores y más famosos, “Yira Yira”, “Cambalache” y “Uno”. Pero su carrera no era la música, tocaba el clavicordio y hasta fue director de la orquesta de Radio Belgrano sin ser músico, él tarareaba y sus amigos le transcribían, vivía haciendo eso. Pensé en cómo sería la última noche de Discépolo, un personaje que no es lo reconocido que debería, porque quedó atrapado en la grieta política. Luego de la propaganda peronista se peleó con amigos y familia y murió de tristeza, dejó de comer.
P.: ¿Qué le aportó el grotesco al teatro argentino?
D.C.: Es nuestro lenguaje desde Sandrini, hace reír y llorar, es el teatro rioplatense, lo gracioso y la burla que termina en dolor. Es el tango y nuestra forma de pensar el humor, por eso el argentino es ácido, como las murgas uruguayas. Conmueve porque son nuestros abuelos, tíos, TV, radio y política. El discurso político es el mismo de hoy, estamos exactamente como en “Cambalache”. Discépolo fue un adelantado a su época, se reunía con Lorca, Agustín Lara, María Callas, era una estrella argentina e internacional. Salía en las revistas contando sobre sus viajes. Escribía con simpatía.
P.: ¿Qué desafíos implica el espectáculo independiente a diferencia de un “Toc Toc” en el comercial?
D.C.: Pude trabajar en casa tranquilo con mi mujer, dejar que todos los artistas amigos participen, como Saborido, Rep, Lucas Ferrara, estaba cansado de los 10 años del teatro comercial y volver fue hacer todo lo que quería, algo que parece una pavada pero es difícil. Era trabajar desde el deseo y los juegos que me gustan, fui probando al servicio de lo que estábamos contando.
P.: Habla del cansancio tras los diez años de “Toc Toc” pero fueron puente hacia lo que vino después, por caso, hoy dirige una sitcom para Disney.
D.C.: Sí, es bueno hacer de todo, no reniego pero estaba cansado. La serie se llama “Chueco” y cuenta la historia de una señora que trabaja en casa de un viudo y ella es como la dueña, jefa y niñera de los tres hijos. Darío Barassi encarna al viudo y comienzan los problemas económicos porque la mujer era la que más ganaba. Surge una herencia de un viejo tío que pone como condición cuidar a la mascota, es que es mono.