El Jueves Santo madrileño es el día de los contrastes en la Semana Santa: la perfección estilística recargada de la escuela sevillana se da la mano en las calles con la sobriedad de las procesiones de raíz castellana. Dos maneras distintas de vivir la fe en procesión que reflejan el carácter ecléctico de una capital como Madrid, tan de puertas abiertas y tradicional a la vez. Para el foráneo, sobre todo de Despeñaperros para abajo, resulta muy singular que el Señor de Sevilla, el Gran Poder, procesiones junto a la Virgen más famosa de la Madrugá (y de toda la Semana Santa, probablemente), la Macarena. La colonia andaluza cofrade de Madrid quiso juntar a ambas imágenes y surgió así la cofradía, que ayer salió a las ocho de la tarde, con la tímida luz que se iba, de la Real Colegiata de San Isidro. Jesús del Gran Poder, del imaginero sevillano Fernández-Andes (1942) y la Esperanza Macarena, de Eslava Rubio (1958) representan los originales con la misma buena firma que sus cuadrillas de costaleros, dirigidos por los capataces Fernando Chicharro Méndez (Cristo) y Juan Carlos Reyes (Virgen). De costero a costero, izquierda adelante, derecha atrás, las ‘chicotás’ cortas en las esquinas más estrechas… Y ese raspado de las alpargatas de los costaleros (35 en cada paso) sobre el asfalto era la única música que acompañaba al Gran Poder. Para qué más. Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, con su palio de doce varales, su candelería abigarrada, la platería que atavía a la parihuela, estuvo acompañada por la Asociación de Amigos de la Música de la localidad sevillana de Herrera. Una de las novedades fue el estreno, en la calle, de la marcha ‘Esperanza’, dedicada a esta advocación y compuesta en 2019 por Antonio J. Gómez Núñez y que por culpa del Covid no pudo sonar en Semana Santa. Otra, el techo del palio, bordado en Sevilla y que debería haber estrenado en 2021. Los alrededores de la Colegiata de San Isidro estaban a rebosar de público, que esperaban, viendo pasar a los nazarenos de túnica blanca con antifaz verde esperanza, llegar a Nuestra Señora. «¡Esta ‘levantá’ va por los fundadores de la hermandad, ‘miarma’! ¡Al cielo con ella! ¡T’os por igual, valientes… A esta es!», tronó, en una jerigonza medio andaluza, la voz del capataz acompañado del golpe del llamador en el interior del templo al inicio de la procesión de la Virgen. Y comenzaron los vítores: «¡Macarena! ¡Guapa!». No, no estábamos en la Resolana sevillana, sino en la calle de Toledo del Madrid más castizo. Una estampa impresionante. Pasión por El Pobre
Una hora antes y a pocas calles de distancia, el sol se abrió paso y un esperadísimo Jesús el Pobre no defraudó. Los músicos de la Lira de Pozuelo aguardaban pacientes a un lado de la parroquia de San Pedro el Viejo, los fieles tomaban posiciones en la pequeña calle del Nuncio y los nervios dentro del templo no tardaban en aparecer. «Hay mucha incertidumbre y menos gente, sobre todo los más veteranos han preferido no salir», confesaba Marta, una joven nazarena de veinte años, catorce de ellos dedicada al paso. Los estragos de la pandemia en una hermandad mermada por el miedo de algunos nazarenos a contraer el patógeno, no pudieron con la pasión: la ocasión, cuatro años después de su último desfile, lo merecía. A las siete de la tarde, la cruz de guía atravesaba el portón de una de las procesiones más veneradas de la capital. En un discreto plano, el alcalde Almeida hacía acto de presencia y un niño vestido de nazareno aprovechaba la sorpresa para sacarse una foto. La primera ovación de los fieles fue para el regidor. Tras ello, el silencio. La reducida altura de la puerta de madera que da acceso a la milenaria iglesia de San Pedro el Viejo volvían a dejar las imágenes más espectaculares de la Semana Santa madrileña: «Vamos señores, vamos a empezar a rezar», gritaba un capataz, mientras los 42 anderos comenzaban a agacharse. «Todo corazón, señores, vamos a empezar a latir», repetía otro. El esfuerzo en la semana grande de la fe jamás se negocia. El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, a la salida del Pobre – GUILLERMO NAVARRO
Minutos después, la salida de la Virgen del Dulce Nombre ofrecía una maniobra de especial dificultad. Los anderos tenían que ponerse de rodillas para sacar el paso, ante la congoja generalizada del público. «Esto es lo más grande», gritaba una señora entre lágrimas. La emoción inundó toda la estación de penitencia. ElDivino Cautivo, con el acompañamiento musical de La Soledad y Unión Musical el Maestro, salió del Colegio Calasancio de los Padres Escolapios, en General Díaz Porlier. En su breve recorrido recorrió Conde de Peñalver, Juan Bravo, Príncipe de Vergara y Don Ramón de la Cruz.
Fuente ABC