
La obra, declarada de interés cultural por la Embajada de Israel en Argentina, cuenta con actuaciones de Mario Riccio, Ana Rosa Selaro, José Luis Calcagno, Gustavo Roza y Julián Flaiszman, entre otros, y puede verse los domingos a las 20.30 en el Teatro Border. Dialogamos con Munilla.
Periodista: ¿Qué la impulsó a escribir sobre Golda Meir para interpretarla?
Marisa Munilla: Habíamos hecho “La furia del volcán”, basada en la vida de Ingrid Bergman, y ahí apareció Golda, como uno de los últimos trabajos de Ingrid. Quise saber cuál había sido su lucha, sus desafíos y lo que me atrajo fue que peleaba por su pueblo, por construir el Estado de Israel. Yo venía de hacer a Bergman, que peleaba por sus deseos y su individualidad, y Golda lo hacía por lo colectivo, es un personaje totalmente distinto.
P.: ¿Cómo trabajaron la biografía?
M.M.: La investigación corrió por cuenta del director, yo puse texto a los personajes, creé esas situaciones que suponemos fueron de una manera pero nunca nadie sabrá qué pasó entre esas cuatro paredes, en su casa, en medio de esas discusiones políticas. Hay una reflexión sobre el poder, la ambición, que empujan a tomar determinadas decisiones. Ella fue una luchadora por la paz, tuvo errores y decidió, enferma, asumir el cargo para concretar su misión.
P.: ¿Cuál cree que fue su legado?
M.M.: Su mundo plagado de hombres, en un contexto sumamente machista, en el que una mujer en el poder era impensado, la obra habla también de eso, de las dificultades por la discriminación. Y también su convicción de no atacar y llegar a un acuerdo mediante la diplomacia, algo que vendría bien en el mundo de hoy. Traemos a Golda como si estuviera viva en este contexto, y claro que se siente defraudada, como si sus luchas no hubieran valido la pena.
P.: ¿A qué se refiere con la pregunta que dispara la obra, el cómo debe comportarse alguien respecto de aquellos que no pertenecen a la misma comunidad?
M.M.: El nosotros se constituye porque hay otros que quedan fuera y para diferenciarse del resto. El gran elemento que constituye al pueblo judío es el dolor. Hay un latiguillo que Golda usa en la obra: “¿Usted es judío? ¿No? Entonces no entiende nada”. Eso hace referencia a la imposibilidad del otro de entender ese “nosotros” que se constituyó sobre un manto de dolor. Los fracasos, tristezas y pérdidas más que los éxitos.
P.: ¿Cómo es producir teatro para el circuito independiente?
M.M.: En mayo restrenamos “Yo, Ingrid Bergman”, que como ésta, es ampulosa a nivel escenografía y vestuario. Parece teatro comercial. Hay maquilladoras, peinadoras, a diferencia de otras propuestas que no tienen tanta inversión. Recibimos apoyo para “Golda” del INT y Proteatro, pero con mi marido, el director, somos los productores. Resignamos cosas propias como no tener auto pero invertimos en obras, para que sea lo que soñamos. En “Golda” la espacialidad tiene que ver con las trincheras, conformadas a través de un cuadrilátero gigante de madera. Hay una gran mesa como esos gabinetes que aparecían en las discusiones. El maquillaje y peinado son clave y nos llevan dos horas. Me tienen que caracterizar como a una mujer de 70 y pico y yo tengo treintipico. Yo soy flaquita y ella tenía cuerpo de señora.