
Ángela Pradelli: Todo comenzó a partir de 2012, cuando me encontré en Italia con los recuerdos de Pietro Freschi, que fue soldado en la Segunda Guerra Mundial. Más tarde se me dio el de Héctor Roldán, ex combatiente de Malvinas, en 2017. Los dos encuentros se dieron lejos de la guerra que estamos viviendo. “Dos soldados” iba a salir un año atrás, pero yo fui pidiendo prórrogas. A fines de 2021 se decidió que aparecería en abril de este año. Faltaban dos semanas para su aparición cuando se desató esta guerra. Sus preguntas son las mismas que nos hacíamos con Mercedes Güiraldes, mi editora, cuando leíamos las noticias y veíamos las imágenes. ¿Fue premonición o sólo azar? No sé. Lo que se ve por televisión de la guerra es lo que se lee en el relato de Pietro y en los bombardeos nocturnos que describe Héctor durante la Guerra de Malvinas. Me impresionó la sincronicidad de la salida del libro con la guerra, es algo del orden de los inexplicable.
P.: ¿Qué la hizo unir la historia de un combatiente italiano de la Segunda Guerra con uno argentino en Malvinas?
A. P.: Me parecía difícil poder vincular dos lugares tan distintos, tan distantes, dos épocas tan diferentes y, sin embargo, cuando me puse a escribir descubrí que había tantas diferencias como coincidencias. Eran muchos los lazos en sus experiencias, las cosas más terribles, la soledad, la necesidad de matar al otro para sobrevivir, el hambre, el frío, ese que sufrieron los soldados en Malvinas, a algunos hasta tuvieron que llegar a amputarles los dedos, y el frío de Pietro cuando es prisionero de los nazis en Rusia. Muchas coincidencias.
P.: ¿Hasta dónde hay verdad en alguien que recupera una experiencia traumática?
A.P.: Lo que la persona cuenta es producto de un dolor que sobrevive, en muchos casos, a los años en que guardan silencio. Pietro no quiso hablar de la guerra durante sesenta años. Algo tuvo que haber en una sobremesa para que, tras años de pedirle que contara, ese día relatara una escena, y luego otra, y otra. El trauma es una experiencia que desarticula y trastorna para siempre. Cuando yo tomo un testimonio lo tomo como la verdad. Trabajo con el dolor, con el núcleo del trauma. El historiador trabaja sobre hechos, es otro trabajo; éste es el de, a partir de un trauma, recuperar un dolor y ver cómo se puede ver el mundo cuando se tiene ese trauma bélico que no desaparece nunca, como no desaparece ningún trauma. Hay experiencias muy interesantes con relación a los silencios, en las que estoy trabajando ahora con sobrevivientes de Auschwitz. Si bien es cierto que es necesario tratar de superar ese dolor para seguir viviendo, también es muy importante cuidar ese dolor.
P.: ¿En los testimonios de sus dos soldados hubo algún momento marcado por eso que Borges llama el culto del coraje?
A. P.: No en ellos. Tanto Pietro como Héctor me llevaron a un camino cuyo centro era el dolor y la reflexión sobre ese dolor. La heroicidad aparece en las narraciones sobre otras personas. Héctor cuenta de Oscar Poltonieri que cuando reciben la orden de la retirada él se queda solo cubriendo a los que se van. Un oficial le dijo: “Nos vamos Poltonieri, usted tiene que cumplir mi orden”. “No, oficial, usted vaya que su mujer tuvo familia ayer, y yo estoy solo”. Héctor no estaba ahí, pero recuerda que se preguntaban quién era el loco que sigue tirando. Al otro día Héctor se encontró con Poltonieri en el aeropuerto, que le dijo: “sí, era yo”. Las escenas de heroicidad, mis “Dos soldados” las ponen afuera, en otros.
P.: ¿Su libro se une a la tradición de la no ficción iniciada por Walsh?
A .P.: Walsh en 1970 le dio una entrevista a Piglia en donde hablan de cómo se trabaja con los materiales de un testigo, y dijo “en un futuro tal vez se inviertan los términos y lo que realmente se aprecie, en cuanto a arte, sea la elaboración del testimonio o del documento y como todo el mundo sabe admite cualquier grado de perfección. Evidentemente en el montaje, en la compaginación, en la selección y en el trabajo de investigación, se abren infinitas posibilidades artísticas”. Una cita implacable de Walsh sobre si el testimonio es arte o no es arte. Sí, es arte. Cuando se escribe un testimonio se está construyendo una voz, y quien escribe esa oralidad tiene que construir una voz nueva. Cómo se construye esa voz es un campo de discusión fascinante. Una posibilidad es la transcripción exacta con los modismos y las marcas personales del lenguaje. ¿Eso es la reconstrucción de una voz? Mucha gente cuando se lee desgravada no se encuentra en esa voz. A la vez hay una voz que está más allá de los modismos, del estilo en que se habla, que no es transcripción sino construcción, esa es la voz que a mí me interesa, que es difícil y fascinante.
P.: ¿En qué está ahora?
A. P.: Reuniendo testimonios de personas que nacieron bajo el régimen nazi. Ya está casi terminado el libro.